José Leonardo Rincón, S. J.
Me ha estado dando vueltas
en la cabeza la imagen de Temis, la diosa griega de la justicia, representada
simbólicamente en esa mujer esbelta que tiene los ojos cubiertos y en sus manos
sostiene una balanza y una espada. Tiene sentido: ecuanimidad, equilibrio,
rigor. Jocosamente aquí en Macondo decimos, además, que es coja por lo lenta y
para los de ruana porque pareciera no ser igual con todos.
Pero lo que más me ha
llamado la atención, en medio del agite suscitado por la sentencia contra el
expresidente Uribe, es que algunos personajes, comenzando por el presidente,
cacarean por redes sus afectos o desafectos, según la conveniencia de turno, es
decir, si me gusta y estoy de acuerdo con sus fallos, entonces hay que acatar,
respetar, someterse. Pero si me afecta, no me gusta, me condena, entonces es
porque está sesgada, politizada, manipulada.
Por supuesto también he
pensado que no es una diosa griega ni romana la que imparte justicia, sino que
son hombres y mujeres de carne y hueso, con virtudes y defectos, para quienes hacer
justicia dictando sentencias, no debe ser una tarea nada fácil y sus fallos
estarán siempre expuestos a amores y odios, filias y fobias, admiración o
desprecio. Se necesita mucho coraje, tenacidad y cuero duro para ejercerla.
Idealmente, la justicia
está vendada en sus ojos, sin que deba ser ciega, porque no debe sesgarse por
afectos o desafectos sino regirse por principios y valores iguales para todos.
La balanza simboliza más que igualdad, equidad. Sí igualdad como punto de
partida, pero finalmente equidad porque puede inclinarse a un lado u otro una
vez sopesados los argumentos. La espada simboliza la lucha contra la maldad, el
crimen y todo lo que afecte, vulnere o irrespete los derechos y deberes
humanos. Aquí decimos que cojea porque se demora en llegar, desespera por lo
lenta, se toma mucho tiempo en hacerse sentir. Y decimos también que es para
los de ruana porque, lamentablemente, se ha visto cómo ha sido implacable con
unos y laxa y benévola con otros, proceder realmente incomprensible a primera
vista.
Y a propósito de violación
de los derechos humanos, ya hace años, mi hermano jesuita Javier Giraldo me
hizo una distinción al respecto que me resultó iluminadora por sensata y sabia:
los únicos que violan esos derechos son los agentes del Estado, porque por
oficio son los garantes de los mismos y jamás deberían omitir su estricto
cumplimiento. En tanto los demás que procedan mal, no los violan, sencillamente
son unos delincuentes que deben ser tratados como tales. El error de base es el
mismo (por ejemplo, el asesinato de una persona) pero la calificación del
delito es diferente, cualitativamente hablando, por la condición del actor que
comete el crimen, pues si lo comete un defensor de la vida es mucho más grave que
si lo hiciese un vulgar delincuente.
La justicia siempre será
susceptible de equivocarse porque está mediada por el actuar humano, pero si
fallare la humana en todas sus instancias, nos consuela la divina en el
tribunal de Dios, el Justo por antonomasia.