Luis Alfonso García Carmona
Se entiende por punto
de inflexión, en el contexto de una historia, un momento crucial que
altera el curso de la trama y el desarrollo del personaje. Es, ni más ni menos,
lo que ocurrió en el evento político organizado por el camarada Petro en la
plaza de La Alpujarra de Medellín. Allí desnudó su verdadero propósito:
aferrarse al poder en contra de la voluntad de un pueblo que lo rechaza,
emplear las más ruines estratagemas para lograrlo y rodearse con las gentes de
la peor calaña con quienes comparte su discurso de odio y violencia.
Este aberrante
hecho ha unido a las gentes de Antioquia en una sola voluntad para clamar por
el derrocamiento de este régimen espurio, producto del fraude electoral,
que ni siquiera ha permitido a los organismos electorales ejercer el control
que por ley les corresponde.
No se trataba de un
evento como el que acostumbran los jefes de Estado, dirigido a conocer los
problemas de la región o a dar cuenta de las gestiones que se adelantan para
atender a sus necesidades. No, este fue una concentración política a la que
llevaron incautos a quienes regalaban refrigerios, trabajadores del Estado
amenazados con despido si no concurrían, indígenas y personal de las comunas de
la ciudad a quienes recogieron en buses contratados desde la mañana del sábado,
y reclusos de la cárcel de Itagüí transportados en vehículos oficiales del
Inpec.
Sirvió esta
rocambolesca concurrencia a los protervos fines del jefe del Estado: amenazar e
insultar al gobernador de Antioquia y al alcalde de Medellín, reclamar a los
fiscales por haber cumplido su deber de detener a peligrosos delincuentes, ofrecer
beneficios jurídicos a los facinerosos presentes en la tarima de honor con la
condición de que cesen la comisión de acciones violentas, la extorsión y la
ayuda al traqueteo. No obstante, en medio de su contradictoria verborrea,
afirmó el guerrillero que ellos no eran criminales sino personas en
rehabilitación. Si no son criminales, ¿por qué les pone como condición que
abandonen la violencia, la extorsión y el narcotráfico?
No vale la pena
detenerse más en los detalles de esta bofetada de quien debería trabajar por la
convivencia y no por el odio, contra el pueblo antioqueño, reconocido por su
aporte a la construcción y el desarrollo de nuestro país, y admirado por sus
costumbres de respeto al Estado de Derecho, al orden constitucional y a los más
puros valores de la civilización occidental.
Su miserable
presentación lo cataloga como lo que es: un desquiciado por el abuso del
alcohol y los alucinógenos que pierde los papeles y olvida la majestad de
la República que en mala hora se le confió. En cualquier lugar del mundo este
abominable evento bastaría para separarlo del cargo por indignidad para
ejercerlo, por el uso indebido de recursos del Estado para sus fines políticos,
por la indebida participación en política, y por el abuso de funciones al
desconocer penas privativas de la libertad ordenadas por el poder judicial.
Refuerza este
lamentable incidente nuestro convencimiento de que sólo existe un camino
para salir de esta monumental crisis moral y política: Unirnos los
colombianos decentes, que compartimos el rechazo a este régimen, en un Frente
Patriótico, para avanzar en el juicio por indignidad para separar al
dictador del cargo; presentarnos a la Registraduría como una coalición
y pedir una consulta interna popular para elegir candidatos de la coalición
Frente Patriótico a la Presidencia y al Congreso. Sólo así podremos
reconstruir el país y reversar los profundos daños que el régimen petrista
viene causando a Colombia en todos los aspectos.