lunes, 7 de julio de 2025

Punto de inflexión en La Alpujarra

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Se entiende por punto de inflexión, en el contexto de una historia, un momento crucial que altera el curso de la trama y el desarrollo del personaje. Es, ni más ni menos, lo que ocurrió en el evento político organizado por el camarada Petro en la plaza de La Alpujarra de Medellín. Allí desnudó su verdadero propósito: aferrarse al poder en contra de la voluntad de un pueblo que lo rechaza, emplear las más ruines estratagemas para lograrlo y rodearse con las gentes de la peor calaña con quienes comparte su discurso de odio y violencia.

Este aberrante hecho ha unido a las gentes de Antioquia en una sola voluntad para clamar por el derrocamiento de este régimen espurio, producto del fraude electoral, que ni siquiera ha permitido a los organismos electorales ejercer el control que por ley les corresponde.

No se trataba de un evento como el que acostumbran los jefes de Estado, dirigido a conocer los problemas de la región o a dar cuenta de las gestiones que se adelantan para atender a sus necesidades. No, este fue una concentración política a la que llevaron incautos a quienes regalaban refrigerios, trabajadores del Estado amenazados con despido si no concurrían, indígenas y personal de las comunas de la ciudad a quienes recogieron en buses contratados desde la mañana del sábado, y reclusos de la cárcel de Itagüí transportados en vehículos oficiales del Inpec.

Sirvió esta rocambolesca concurrencia a los protervos fines del jefe del Estado: amenazar e insultar al gobernador de Antioquia y al alcalde de Medellín, reclamar a los fiscales por haber cumplido su deber de detener a peligrosos delincuentes, ofrecer beneficios jurídicos a los facinerosos presentes en la tarima de honor con la condición de que cesen la comisión de acciones violentas, la extorsión y la ayuda al traqueteo. No obstante, en medio de su contradictoria verborrea, afirmó el guerrillero que ellos no eran criminales sino personas en rehabilitación. Si no son criminales, ¿por qué les pone como condición que abandonen la violencia, la extorsión y el narcotráfico?

No vale la pena detenerse más en los detalles de esta bofetada de quien debería trabajar por la convivencia y no por el odio, contra el pueblo antioqueño, reconocido por su aporte a la construcción y el desarrollo de nuestro país, y admirado por sus costumbres de respeto al Estado de Derecho, al orden constitucional y a los más puros valores de la civilización occidental.

Su miserable presentación lo cataloga como lo que es: un desquiciado por el abuso del alcohol y los alucinógenos que pierde los papeles y olvida la majestad de la República que en mala hora se le confió. En cualquier lugar del mundo este abominable evento bastaría para separarlo del cargo por indignidad para ejercerlo, por el uso indebido de recursos del Estado para sus fines políticos, por la indebida participación en política, y por el abuso de funciones al desconocer penas privativas de la libertad ordenadas por el poder judicial.

Refuerza este lamentable incidente nuestro convencimiento de que sólo existe un camino para salir de esta monumental crisis moral y política: Unirnos los colombianos decentes, que compartimos el rechazo a este régimen, en un Frente Patriótico, para avanzar en el juicio por indignidad para separar al dictador del cargo; presentarnos a la Registraduría como una coalición y pedir una consulta interna popular para elegir candidatos de la coalición Frente Patriótico a la Presidencia y al Congreso. Sólo así podremos reconstruir el país y reversar los profundos daños que el régimen petrista viene causando a Colombia en todos los aspectos.