José Alvear Sanín
RE:
Volker Ullrich: El fracaso de la República de Weimar (Taurus / 2025)
Como Colombia —si no reacciona in
extremis—, va hacia el abismo, la lectura del libro de Volker Ullrich, “El
fracaso de la República de Weimar, Las horas fatídicas de una democracia”,
es muy interesante porque detalla su desaparición, precisamente por los
trágicos errores de unos dirigentes que, irresponsablemente, abren la puerta a
los enemigos del Estado de Derecho, creyendo que con los débiles lazos
institucionales se controla eficazmente a los líderes revolucionarios a quienes
se les entrega el poder.
En Alemania, en 1933, el establishment
entregó el poder ejecutivo a Hitler, y en Colombia, en 2022, a Petro. En ambos
países, el resultado de la claudicante dirigencia política es igual. Tanto
Hitler como Petro juraron cumplir la Constitución, para formar a continuación,
gabinetes con figuras de los partidos tradicionales, con el fin de dar la
impresión de que nada había qué temer, que el nuevo gobierno había dejado atrás
la demagogia, para servir al país. En ambos casos, la primera arma fue la
seducción sonriente. Así, el Zentrum Católico y el Conservatismo colombiano
aceptaron colaborar, con iguales y nulos resultados...
Se me dirá que Hitler tardó cinco meses
en quitarse la careta y que Petro apenas la acaba de arrojar, desde la tarima
de La Alpujarra..., pero no vale la pena seguir con la anterior similitud entre
dos líderes vociferantes. El colombiano nunca ha dejado de escandalizar; el
austríaco, en comparación, era más disimulado, al principio.
Aunque la llegada de Hitler a la
Cancillería ha sido narrada de manera insuperable por William Shirer en su
clásico “Rise and Fall of the Third Reich”, el libro de Volker Ullrich,
minuciosamente documentado, nos refresca esa trágica historia. A las 378
páginas de texto siguen 94 de citas puntuales, que el apurado lector puede
dejar de lado, sin ignorar su interés.
La historia del mariscal Paul von
Hindenburg, vencedor en la gran acción de Tannenberg, el militar más respetado
de Alemania, presidente del Reich, reelegido a sus 83 años, en 1932, es
lamentable, porque el viejo Juncker era el representante de los
intereses más tradicionales, y su desdén por el cabo austriaco era bien
conocido. No obstante, finalmente cede a las presiones de una camarilla
reaccionaria, alentada por su hijo Oskar, y dirigida por Franz von Papen y
Alfred Hugenber, para nombrar Reichskanzler a Hitler, porque este dizque sería
“atado” por un gabinete donde solo tendría 3 de 8 ministros... y así
sucesivamente, lo irán “rodeando”, “manteniendo a raya”, “manejado y
acorralado”.
Hasta ahora, la única excusa para la
conducta irresponsable de Hindenburg ha sido la de presentarlo como un viejo
chocho, pero Ullrich insiste en que todavía estaba plenamente lúcido.
El capítulo final de su libro, titulado “Esperanza
con calma. Reacciones al 30 de enero de 1933”, es especialmente
interesante.
A pesar del pasado bochornoso, agresivo,
violento, fanático, y de la aparición, desde 1925, de Mein Kampf, donde
anunciaba todo lo que vendría, Alemania recibe con calma al nuevo canciller.
Las bolsas no se inquietan, y el gran diario de la época, Berliner
Tagesblatt afirma que “el pueblo alemán, siempre orgulloso de la
libertad de pensamiento y de expresión, se alzaría con una resistencia anímica
y espiritual que pondría coto a cualquier apetito dictatorial”.
El gran Partido Socialista Democrático
(SPD), primera víctima del nazismo, consideraba que “había que dar la lucha
sobre la base de la Constitución, porque cualquier intento del gobierno de
violarla, chocaría con la resistencia más extrema de la clase obrera y de todos
los sectores populares de mentalidad liberal”.
Y el Jüdische Rundschau,
principal órgano de esa comunidad, recordaba que la igualdad de los derechos
civiles de los judíos estaba consagrada en la Constitución, y por lo tanto, el
presidente (von Hindenburg) tenía una obligación en nombre de su juramento, y
bla bla bla...
Y así, a lo largo de varias páginas, el
autor describe el sentimiento de tranquilidad que siguió a la posesión del
nuevo gobierno.
¿No suena lo anterior muy parecido a
aquello de que Colombia no es Venezuela? ¿Que nuestras instituciones son muy
sólidas? ¿Que las Fuerzas Armadas son garantes de la Constitución? ¿Que el Congreso...? ¿...que las Altas Cortes...?
Los pueblos son iguales, y la secular y
bien ensayada estrategia revolucionaria ha sido la misma en Petersburgo, Berlín
y Bogotá...
Volker Ullrich llama finalmente
la atención sobre la voluntad de poder y la astucia táctica de Hitler. Considero
que, de igual manera, el escándalo diario que ofrece Petro distrae al país
de su voluntad de poder y su astucia táctica, bien superiores a las de sus
titubeantes, desunidos, improvisados y optimistas opositores amateur y de tiempo
parcial, aferrados solamente al deber-ser.
***
Con Petro estamos viviendo los efectos
de amarrar al gato con la longaniza, igual a lo que hicieron los alemanes con
Hitler.
***
Poco creo en la conjura de la junta
mafiosa itinerante, hoy en Dubai, mañana en cualquier lugar del mundo, contra
un Gobierno que les ha dado todo...