martes, 8 de julio de 2025

Fracaso: Alemania 1933 - Colombia 2022

José Alvear Sanín
José Alvear Sanín

RE: Volker Ullrich: El fracaso de la República de Weimar (Taurus / 2025)

Como Colombia —si no reacciona in extremis—, va hacia el abismo, la lectura del libro de Volker Ullrich, “El fracaso de la República de Weimar, Las horas fatídicas de una democracia”, es muy interesante porque detalla su desaparición, precisamente por los trágicos errores de unos dirigentes que, irresponsablemente, abren la puerta a los enemigos del Estado de Derecho, creyendo que con los débiles lazos institucionales se controla eficazmente a los líderes revolucionarios a quienes se les entrega el poder.

En Alemania, en 1933, el establishment entregó el poder ejecutivo a Hitler, y en Colombia, en 2022, a Petro. En ambos países, el resultado de la claudicante dirigencia política es igual. Tanto Hitler como Petro juraron cumplir la Constitución, para formar a continuación, gabinetes con figuras de los partidos tradicionales, con el fin de dar la impresión de que nada había qué temer, que el nuevo gobierno había dejado atrás la demagogia, para servir al país. En ambos casos, la primera arma fue la seducción sonriente. Así, el Zentrum Católico y el Conservatismo colombiano aceptaron colaborar, con iguales y nulos resultados...

Se me dirá que Hitler tardó cinco meses en quitarse la careta y que Petro apenas la acaba de arrojar, desde la tarima de La Alpujarra..., pero no vale la pena seguir con la anterior similitud entre dos líderes vociferantes. El colombiano nunca ha dejado de escandalizar; el austríaco, en comparación, era más disimulado, al principio.

Aunque la llegada de Hitler a la Cancillería ha sido narrada de manera insuperable por William Shirer en su clásico “Rise and Fall of the Third Reich”, el libro de Volker Ullrich, minuciosamente documentado, nos refresca esa trágica historia. A las 378 páginas de texto siguen 94 de citas puntuales, que el apurado lector puede dejar de lado, sin ignorar su interés.

La historia del mariscal Paul von Hindenburg, vencedor en la gran acción de Tannenberg, el militar más respetado de Alemania, presidente del Reich, reelegido a sus 83 años, en 1932, es lamentable, porque el viejo Juncker era el representante de los intereses más tradicionales, y su desdén por el cabo austriaco era bien conocido. No obstante, finalmente cede a las presiones de una camarilla reaccionaria, alentada por su hijo Oskar, y dirigida por Franz von Papen y Alfred Hugenber, para nombrar Reichskanzler a Hitler, porque este dizque sería “atado” por un gabinete donde solo tendría 3 de 8 ministros... y así sucesivamente, lo irán “rodeando”, “manteniendo a raya”, “manejado y acorralado”.

Hasta ahora, la única excusa para la conducta irresponsable de Hindenburg ha sido la de presentarlo como un viejo chocho, pero Ullrich insiste en que todavía estaba plenamente lúcido.

El capítulo final de su libro, titulado “Esperanza con calma. Reacciones al 30 de enero de 1933”, es especialmente interesante.

A pesar del pasado bochornoso, agresivo, violento, fanático, y de la aparición, desde 1925, de Mein Kampf, donde anunciaba todo lo que vendría, Alemania recibe con calma al nuevo canciller. Las bolsas no se inquietan, y el gran diario de la época, Berliner Tagesblatt afirma que “el pueblo alemán, siempre orgulloso de la libertad de pensamiento y de expresión, se alzaría con una resistencia anímica y espiritual que pondría coto a cualquier apetito dictatorial”.

El gran Partido Socialista Democrático (SPD), primera víctima del nazismo, consideraba que “había que dar la lucha sobre la base de la Constitución, porque cualquier intento del gobierno de violarla, chocaría con la resistencia más extrema de la clase obrera y de todos los sectores populares de mentalidad liberal”.

Y el Jüdische Rundschau, principal órgano de esa comunidad, recordaba que la igualdad de los derechos civiles de los judíos estaba consagrada en la Constitución, y por lo tanto, el presidente (von Hindenburg) tenía una obligación en nombre de su juramento, y bla bla bla...

Y así, a lo largo de varias páginas, el autor describe el sentimiento de tranquilidad que siguió a la posesión del nuevo gobierno.

¿No suena lo anterior muy parecido a aquello de que Colombia no es Venezuela? ¿Que nuestras instituciones son muy sólidas? ¿Que las Fuerzas Armadas son garantes de la Constitución?  ¿Que el Congreso...? ¿...que las Altas Cortes...?

Los pueblos son iguales, y la secular y bien ensayada estrategia revolucionaria ha sido la misma en Petersburgo, Berlín y Bogotá...

Volker Ullrich llama finalmente la atención sobre la voluntad de poder y la astucia táctica de Hitler. Considero que, de igual manera, el escándalo diario que ofrece Petro distrae al país de su voluntad de poder y su astucia táctica, bien superiores a las de sus titubeantes, desunidos, improvisados y optimistas opositores amateur y de tiempo parcial, aferrados solamente al deber-ser.

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Con Petro estamos viviendo los efectos de amarrar al gato con la longaniza, igual a lo que hicieron los alemanes con Hitler.

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Poco creo en la conjura de la junta mafiosa itinerante, hoy en Dubai, mañana en cualquier lugar del mundo, contra un Gobierno que les ha dado todo...