martes, 8 de julio de 2025

De cara al porvenir: países implosionados

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Una de las muchas aristas que tiene el concepto de implosión es la de un objeto que explota hacia adentro a partir de una presión extrema.

Hoy por hoy, y a causa de los tipos de gobierno y de las características personales y particulares de los gobernantes que los lideran, existen varios países que están a punto de implosionar, generando profundas repercusiones en sus respectivos entornos.

Cabe anotar que antes de la Paz de Westfalia, en 1648, los monarcas se comportaban de manera anárquica, lo cual fue reemplazado por el reconocimiento de naciones, estados, fronteras y respeto recíproco.

En ese orden de ideas se deben respetar las decisiones autónomas, pero esto no inhibe ni exime de la crítica cuando se afecta a otros.

El primero es Estados Unidos, que, ante una visión particular del ejercicio de la libertad y la soberanía, está desarrollando una estrategia de agresividad comercial para, en teoría, recuperar el terreno perdido ante sus más cercanos competidores, sobre todo China y los países que se han beneficiado de decisiones anteriores.

Esto lo está llevando al incumplimiento de acuerdos previamente pactados y a recorrer un camino que muy posiblemente lo lleve a un aislamiento planetario.

Su otro gran asunto es el manejo de los inmigrantes, tema que debe ser tratado usando guantes quirúrgicos.

El otro país es Israel, una nación digna de todo respeto, pero cuyas actuaciones presentes en la Franja de Gaza lo están poniendo en el papel de victimario y no de víctima como lo reconocíamos casi todos a partir del terrible Holocausto Nazi.

De no cambiar de estrategia y seguir fomentando una figura semejante al genocidio, Israel caerá en una crisis reputacional difícil de superar, perdiendo el reconocimiento y el prestigio ganado a pulso.

El otro país es Colombia, cuyo actual Gobierno ha dado muestras de incapacidad e incompetencia, así como de un crecimiento desbordado de la corrupción.

Es una lástima que el experimento progresista sea un experimento abortado y fracasado a la luz de las actuaciones presentes.

En los tres casos anteriores, que no son los únicos, las libertades individuales y colectivas a la luz de la democracia se encuentran en riesgo. El irrespeto a la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, así como el choque frecuente entre instituciones estatales, puede desembocar en un resquebrajamiento completo de la institucionalidad y en la pérdida de los avances alcanzados en términos del ejercicio político y civilidad después de la Revolución Francesa, consolidados una vez terminada la Segunda Guerra Mundial.

El desgaste social y político permanente, la incertidumbre en medio de la cual nos estamos moviendo, el caudal de noticias nefastas que nos abruman y agobian diariamente, los crecientes riesgos financieros que adquieren dimensiones globales, la crisis climática, el deterioro y achicamiento de los partidos políticos, la reaparición de posiciones y posturas polarizantes y populistas, el surgimiento de nuevos conflictos armados entre países, entre otros varios síntomas, nos están mostrando una crisis enorme del sistema democrático con un corto plazo incierto y un mediano plazo aún más convulsionado.

Ante un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, bajo una lógica racional distinta, el escenario de la explosión de guerras civiles en los 3 países mencionados es uno que, por remoto que parezca, no debe ser tomado a la ligera.

Ahora bien, estamos ante un nuevo rediseño del orden mundial, pero recordemos que, a través de la historia, el viejo orden se demora en morir y el nuevo orden se demora en nacer y en consolidarse.

Mientras tanto, reinará el caos.

Sentencia el filósofo Averroes por allá en el Siglo XII: “La ignorancia conduce al miedo, el miedo al odio y el odio a la violencia”.

Reflexión: como buen ciudadano, acepto y pago gustoso la Tasa Especial de Seguridad y Convivencia Ciudadana establecida mediante la Ordenanza 50 del 4 de diciembre de 2024 y que tendrá vigencia (inicialmente) hasta el 31 de diciembre de 2027.

En términos generales se le denomina Tasa de Seguridad, pero el título original que incluye “Convivencia” abre la posibilidad de aplicar el recaudo en asuntos no necesariamente orientados de manera directa al bienestar y aporte de recursos para nuestras Fuerzas Armadas y de Policía que es el objetivo central.

Pasando por la Avenida Las Vegas en sentido Sur-Norte se encuentran 3 pancartas que dicen:

1. “Por la dignidad de policías y soldados” paga la Tasa de Seguridad”.

2. “Por la operatividad y efectividad de nuestra fuerza pública”, paga la Tasa de Seguridad.

3. “Por el mejoramiento de escenarios deportivos”, paga la Tasa de Seguridad.

Aun cuando el tercer punto es importante, existen otro tipo de recursos de diferentes órdenes para impulsar el deporte como estrategia para prevenir el delito.

Yo personalmente estoy más de acuerdo en aplicar la totalidad del recaudo para los dos primeros enunciados.