Una de las muchas aristas que
tiene el concepto de implosión es la de un objeto que explota hacia
adentro a partir de una presión extrema.
Hoy por hoy, y a causa de los
tipos de gobierno y de las características personales y particulares de los
gobernantes que los lideran, existen varios países que están a punto de
implosionar, generando profundas repercusiones en sus respectivos entornos.
Cabe anotar que antes de la
Paz de Westfalia, en 1648, los monarcas se comportaban de manera anárquica,
lo cual fue reemplazado por el reconocimiento de naciones, estados, fronteras y
respeto recíproco.
En ese orden de ideas se deben
respetar las decisiones autónomas, pero esto no inhibe ni exime de la crítica
cuando se afecta a otros.
El primero es Estados Unidos,
que, ante una visión particular del ejercicio de la libertad y la soberanía, está
desarrollando una estrategia de agresividad comercial para, en teoría,
recuperar el terreno perdido ante sus más cercanos competidores, sobre todo
China y los países que se han beneficiado de decisiones anteriores.
Esto lo está llevando al
incumplimiento de acuerdos previamente pactados y a recorrer un camino que muy
posiblemente lo lleve a un aislamiento planetario.
Su otro gran asunto es el manejo
de los inmigrantes, tema que debe ser tratado usando guantes quirúrgicos.
El otro país es Israel,
una nación digna de todo respeto, pero cuyas actuaciones presentes en la Franja
de Gaza lo están poniendo en el papel de victimario y no de víctima como lo
reconocíamos casi todos a partir del terrible Holocausto Nazi.
De no cambiar de estrategia y
seguir fomentando una figura semejante al genocidio, Israel caerá en una crisis
reputacional difícil de superar, perdiendo el reconocimiento y el prestigio
ganado a pulso.
El otro país es Colombia,
cuyo actual Gobierno ha dado muestras de incapacidad e incompetencia, así como
de un crecimiento desbordado de la corrupción.
Es una lástima que el
experimento progresista sea un experimento abortado y fracasado a la luz de las
actuaciones presentes.
En los tres casos anteriores,
que no son los únicos, las libertades individuales y colectivas a la luz de la democracia
se encuentran en riesgo. El irrespeto a la independencia de los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial, así como el choque frecuente entre instituciones estatales,
puede desembocar en un resquebrajamiento completo de la institucionalidad y en
la pérdida de los avances alcanzados en términos del ejercicio político y
civilidad después de la Revolución Francesa, consolidados una vez terminada la
Segunda Guerra Mundial.
El desgaste social y político permanente,
la incertidumbre en medio de la cual nos estamos moviendo, el caudal de
noticias nefastas que nos abruman y agobian diariamente, los crecientes riesgos
financieros que adquieren dimensiones globales, la crisis climática, el
deterioro y achicamiento de los partidos políticos, la reaparición de
posiciones y posturas polarizantes y populistas, el surgimiento de nuevos
conflictos armados entre países, entre otros varios síntomas, nos están
mostrando una crisis enorme del sistema democrático con un corto plazo
incierto y un mediano plazo aún más convulsionado.
Ante un mundo volátil, incierto,
complejo y ambiguo, bajo una lógica racional distinta, el escenario de la
explosión de guerras civiles en los 3 países mencionados es uno que, por
remoto que parezca, no debe ser tomado a la ligera.
Ahora bien, estamos ante un
nuevo rediseño del orden mundial, pero recordemos que, a través de la
historia, el viejo orden se demora en morir y el nuevo orden se demora en nacer
y en consolidarse.
Mientras tanto, reinará el caos.
Sentencia el filósofo Averroes
por allá en el Siglo XII: “La ignorancia conduce al miedo, el miedo al
odio y el odio a la violencia”.
Reflexión: como buen
ciudadano, acepto y pago gustoso la Tasa Especial de Seguridad y Convivencia
Ciudadana establecida mediante la Ordenanza 50 del 4 de diciembre de 2024 y que
tendrá vigencia (inicialmente) hasta el 31 de diciembre de 2027.
En términos generales se le
denomina Tasa de Seguridad, pero el título original que incluye “Convivencia”
abre la posibilidad de aplicar el recaudo en asuntos no necesariamente
orientados de manera directa al bienestar y aporte de recursos para nuestras
Fuerzas Armadas y de Policía que es el objetivo central.
Pasando por la Avenida Las Vegas
en sentido Sur-Norte se encuentran 3 pancartas que dicen:
1. “Por la dignidad de policías
y soldados” paga la Tasa de Seguridad”.
2. “Por la operatividad y
efectividad de nuestra fuerza pública”, paga la Tasa de Seguridad.
3. “Por el mejoramiento de escenarios
deportivos”, paga la Tasa de Seguridad.
Aun cuando el tercer punto es
importante, existen otro tipo de recursos de diferentes órdenes para impulsar
el deporte como estrategia para prevenir el delito.
Yo personalmente estoy más de
acuerdo en aplicar la totalidad del recaudo para los dos primeros
enunciados.