José Leonardo Rincón, S. J.
Lo dije hace ocho días:
para el próximo viernes ya tendremos Papa. Y así fue. Que hubiese sido elegido
en el cuarto escrutinio quiere decir que muy rápidamente los cardenales
encontraron consenso alrededor de este hombre. Eso evidencia también que, a
pesar de los análisis políticos que polarizaban la escogencia, pudo más la
vocación eclesial a la unidad.
Y nuevamente se cumple
aquello de que "el que entra Papa al cónclave sale cardenal".
Los más vaticinados, los que más mojaron prensa, los favoritos de los corrillos
periodísticos, los seguiremos viendo de rojo.
Un amigo mío, Fray
Orlando, agustino él, compañero de la maestría y hermano de religión del nuevo
Papa, hace dos días me mandó un video presentando al cardenal Roberto Francisco
Prevost Martínez y me dijo textualmente: “Hoy inicia (el cónclave) y va a
quedar este". Me sorprendió tanta certeza en este espontáneo profeta,
pero cuando terminé de ver el envío no tuve más remedio que decir: es verdad,
tiene un excelente perfil. Y sí que lo tiene bien completo y polifacético,
diríamos integral. Veamos:
En efecto, norteamericano,
de Chicago, nacionalidad que podría suscitar sospechas cuando el presidente de
ese país se siente dueño del mundo y osadamente, por no decir
irrespetuosamente, se "disfrazó" de Papa. El que sea de este país y
entre connacionales, de entrada, pone al Papa de tú a tú con Mr. Trump frente a
los actuales retos geopolíticos. Pero el que sus ascendientes directos de
sangre sean franco-ítalo-hispanos, muestra que la realidad europea no le
resulta extraña. Y como si fuera poco, tiene la nacionalidad peruana por haber
vivido allí más de 20 años, lo que lo hace conocedor directo de la cultura
latinoamericana.
Religioso de la Orden de
San Agustín (OSA), ordenado en Roma, ha ocupado responsabilidades claves:
maestro de novicios, formador, provincial y prior general por 12 años, lo que le
permitió viajar por el mundo visitando sus hermanos y conociendo de primera
mano la realidad global. No gratuitamente habla 6 idiomas, virtud que le
facilita comunicarse fluidamente con otros.
El matemático que
inicialmente fuera, de religioso se transformó en misionero. Ese contacto con
el mundo pobre y humilde lo sensibilizó sobre los grandes problemas sociales. No
gratuitamente por eso decide llamarse León XIV, en memoria y honor del Papa que
escribiera la primera encíclica social "Rerum Novarum" en
medio de un contexto convulso políticamente hablando y en el que el naciente
marxismo se estaba apropiando de causas que originalmente son netamente
evangélicas. Tampoco sorprende su primer saludo y mensaje, al salir al balcón
de la Basílica de San Pedro, para referirse sobre la paz global y la necesidad
de tener muy presente a los más pobres y excluidos.
León XIV no es Francisco.
Eso está claro. Cada uno tiene su sello personal, su estilo particular, sus
formas, su impronta, pero es claro que no hay rupturas radicales, hay
continuidad en lo esencial. No podría ser de otra manera frente a una tendencia
eclesial que no tiene marcha atrás, no conoce la irreversabilidad. Los retos de
corte papa Francisco que mencionábamos están ahí y son ineludibles, pero viendo
los agites curiales y mediáticos durante esta semana, quizás habría que
subrayar, en sintonía con un artículo a propósito, en el blog Religión en
libertad: “Unidad en medio de la polarización y mediación para la paz
global; el rol evangelizador de los laicos cuando los sacerdotes y religiosos
disminuye; recuperar credibilidad en una institución azotada por el flagelo
vergonzoso de los abusos; una liturgia renovada que exprese mejor lo que se
celebra; posturas doctrinales que sin dejar de ser inclusivas muestren
razonables límites; libertad religiosa para 61 países que no la tienen; mejorar
la estrategia comunicacional para hacerse más atractiva; continuar la reforma
de la curia vaticana...” Como se ve, no son pocos ni menores. Pero bueno,
querido papa León, aquí estamos, así que cuente con nosotros para sobrellevar
tamaña cruz que asume. Tenemos Papa, ¡viva el Papa!