Luis Alfonso García Carmona
No podemos,
queridos contertulios, seguir tapando el sol con las manos y negar que ya hemos
tocado fondo.
El Estado
colombiano ha abandonado sus prioritarias obligaciones. La protección de la
vida e integridad personal de los asociados, así como la de sus bienes, ha
dejado de estar entre sus primordiales tareas.
Tampoco se encarga
ya del mantenimiento del orden público, el respeto por el Estado de Derecho, la
defensa de los principios democráticos, la correcta e imparcial administración
de justicia; todo ello pasó a un segundo plano.
Ni hablemos de la
economía que está al garete, según señalan los indicadores. No hay exportaciones
salvo la de cocaína, en el cual ocupamos el vergonzoso primer lugar del mundo.
El derroche y la torpe gestión financiera del régimen narcoguerrillero nos
tienen en la peor crisis fiscal y de tesorería de los últimos tiempos.
Se incumplieron
todas las promesas de cambio que supuestamente traerían un paraíso de
reivindicaciones sociales al pueblo colombiano. En lugar de eso, se ha
destruido el sistema de salud. Cada vez se cierran más empresas generadoras de
empleo. La carestía de los alimentos, los servicios públicos y el transporte
agobian a las clases más vulnerables.
No habrá esperanza
alguna mientras prevalezca la falta de ética en la dirigencia del país. En esta
clase de coyunturas la única salida es barajar de nuevo y llevar a las
posiciones claves del Estado a quienes estén comprometidos con la
reinstauración de la ética y de los valores espirituales, con la defensa de los
principios tutelares de nuestra nacionalidad.
Desafortunadamente,
no se avizora en el horizonte quién pueda abanderar esta ciclópea tarea para la
reconstrucción moral del país. No podemos entregar el poder a los continuadores
del régimen actual ni a la acomodaticia clase política que por largos años ha
cohonestado el proceso de descomposición moral que nos ha conducido a esta
escabrosa situación.
Se necesita
voluntad política para la restauración ética que proponemos. y esta sólo se
puede encontrar en gentes buenas, honestas, sin “rabo de paja” con el turbio
pasado de la “politiquería”.
La violencia, el
desempleo y la corrupción son, según encuesta de Ipsos, las tres más graves
preocupaciones del electorado en la actualidad, todas ellas consecuencia
forzosa de la ausencia de ética en la gestión pública y de la “relativización
moral” en que ha caído la dirigencia política. Solo nos queda volver los ojos al
Señor, creador y amo del universo, para que, dentro de su misericordia, se
apiade de nosotros y nos envíe el líder que nos conduzca a la reconstrucción
nacional y al imperio del bien común sobre los egoístas intereses particulares
de quienes nos vienen dirigiendo.