Esta semana se celebra el Día
del Maestro.
Si existe alguna profesión
superior a todas, es la profesión de maestro.
El maestro tiene en sus manos la
posibilidad de construir o destruir futuros, de castrar o de potenciar la mente
de sus alumnos, de ser el eslabón que lleva de su mano los relevos de la
civilización a través de la cultura.
Sin embargo, el maestro debe ser
humilde, paciente, curioso y, sobre todo, comprometido y responsable.
Gratitud eterna a mi madre, doña
Bertha, que antes que mamá fue maestra, a mis profesores de primaria,
bachillerato, pregrado, posgrados y compañeros de trabajo y de diferentes
actividades empresariales y sociales a través de mi vida profesional.
Al Colegio de San José de los
Hermanos de las Escuelas Cristianas, a EAFIT y a la Universidad de Antioquia,
mis lugares de aprendizaje, así como a la Corporación Universitaria Remington y
a la Corporación Universitaria Lasallista por haberme dado la posibilidad de haber
ejercido como su rector.
Miro hacia atrás mis 45 años
como docente, con pretensión de maestro, y no veo si no la posibilidad de
agradecer infinitamente a aquellos que han participado conmigo en esta maratón
de vocación y de vida.
A todas las universidades que me
han acogido, pero sobre todo al mi gran maestro y amigo el doctor Juan Alberto
Restrepo Maldonado quien me dio la posibilidad de hacer mis primeros pinos como
su monitor en el área de Métodos Cuantitativos con la Materia de Programación
Lineal por allá en el año 1978.
Igualmente, al doctor Carlos
Londoño, jefe del Departamento de Administración de EAFIT quien me dio la
posibilidad de dar mi primer curso de pregrado, Procesos Administrativos en el
período 81-1.
A los miles de alumnos que han
compartido conmigo la experiencia de aprender, de discutir, de generar acuerdos
y desacuerdos y sobre todo por su tolerancia, su respeto, su amor.
A mis cientos de compañeros de
trabajo de quienes en algunos casos he logrado aprender mucho y compartir
experiencias.
¡Qué enorme satisfacción que se
vayan convirtiendo en hombres y mujeres buenos, en profesionales idóneos y responsables
y en ciudadanos de bien!
¡Qué gran satisfacción al verlos
destacarse en diferentes actividades de la vida!
Recuerdo con cierta nostalgia el
proceso de evolución de los medios o ayudas educativas empleadas durante este
tiempo: las horas lengua, el tablero y la tiza, los tableros con marcadores
secos, el papelógrafo, los acetatos, el Power Point, entre otras ayudas
como los mimeógrafos y las fotocopias, y más recientemente el Smart TV con
acceso a Internet, la presencialidad remota, los tutores virtuales y el Chat
GPT desde la Inteligencia artificial (IA) y los profesores virtuales -avatares-
como ZOE.
Muchos me han preguntado---- ¿Y
a usted por qué le gusta tanto dar clase? Mi respuesta ha sido y será la
siguiente: algunos dicen que dan clase para mantenerse actualizados, con lo
cual no estoy de acuerdo, pues todos los profesionales de todas las profesiones
debemos mantenernos actualizados. Quien esgrima esto como argumento para ser
docente, pues es un profesor mediocre para mí. Yo doy clase para “robar
juventud” y para poder mantenerme vigente, para confrontar y compartir ideas y
experiencias. Quien vive entre los jóvenes se mantiene mentalmente joven y aun
físicamente fresco.
¿Y usted qué entrega como
legado? Fuera de entregar experiencias, vivencias y conocimientos previamente
adquiridos, así como análisis de situaciones del entorno, de manera
profesionalmente responsable, mi mayor preocupación es poder ayudar a rescatar
y reconocer nuestras raíces y poder entregarle alas a los alumnos
para que vuelen con prudencia, pero sin temor, inculcando siempre la capacidad
de dudar y de ser tolerantes respetando las diferencias.
Hay que tener una mente abierta
para entender y comprender que nada es eterno en el mundo, que todo es mutable
y cambiante.
Si uno no sabe quién es y dónde
está, difícilmente podrá adquirir conciencia geográfica e histórica, que es el
fundamento para la construcción de sociedades tolerantes y una ciudadanía
planetaria.
Ahora bien, rescatando la
Mayéutica Socrática y retomando a Rilke, “Educar es amar las preguntas”.
Por eso no nos debemos
engolosinar con teorías, paradigmas, dogmas y posturas absolutas, pues todas
ellas frenan y/o sesgan el maravilloso viaje de adquirir y construir
conocimiento y potencian la intolerancia y el egoísmo, sabiendo de antemano que
todas son revisables y obviamente temporales.
Por último, reivindico el hecho
de que el núcleo fundante de la educación es el hogar, la familia, con un padre
y una madre que fuera de amor y cuidados deben dar ejemplo.
De igual manera, es fundamental
una adecuada y democrática educación primaria o básica como le dicen ahora. Si
esta educación no es igual para todos los niños en cualquier parte del país,
estaremos construyendo, de entrada, una sociedad inequitativa, injusta y
desigual. Si las bases no quedan fuertes y sólidas, lo que se construya y apoye
posteriormente a partir de ellas, incuestionablemente se vendrá al piso.
¡Loor a los maestros y
gratitud eterna!