José Alvear Sanín
Quienes todavía creen en la “solidez” de
nuestras instituciones y piensan que ellas pueden impedir el autogolpe y la
revolución, deben estar angustiados, considerando las consecuencias de la inconcebible
elección del abogado personal de Petro como magistrado de la Corte
Constitucional, cuando el deber de los senadores era rechazar de plano la terna
de activistas propuesta y exigir una de auténticos constitucionalistas.
El penalista Carvajal, desde luego
carente de preparación en el ramo constitucional, logró 66 votos en el Senado,
depositados por 29 petristas y por 37 de otros partidos —del Centro
Democrático, liberales, conservadores y de Cambio Radical—, precisamente en la
semana en que, por parte del patrocinador del elegido menudearon insultos y
amenazas contra los senadores.
¡Cómo puede pasar esto cuando se insiste
en una segunda “Consulta popular” que, si pasa, significa simplemente la
sumisión del Legislativo al Ejecutivo, la extinción de la democracia y la
muerte de la Carta Política!
El plan de Petro es transparente: si
logra controlar la Corte Constitucional, su “proceso constituyente popular”,
tumultuario y subversivo, será legitimado por ese organismo, asegurando así el
pleno éxito del autogolpe y la reelección, dentro de su nueva carta leninista
para la República Bolivariana y Aureliana de Colombia.
Entonces, con plena advertencia y pleno
consentimiento, el Senado allana el camino de la revolución y la consiguiente
desgracia del país.
Si los 37 votaron por simpatía, estamos
ante un caso trágico de estupidez; pero si lo hicieron sobornados, nos
encontramos ante un inconcebible abismo de inmoralidad.
Mientras contemplo el futuro de Colombia
bajo una Corte Constitucional al servicio de la revolución, hay quienes me dicen
que no me preocupe, porque es posible que Carvajal actúe dentro del decoro
profesional, en vez de prevaricar.
¡Con esa misma vana ilusión muchos
celebraron la elección de la fiscal Camargo...!
¿Qué puede esperarse del abogado de
Petro? Todos sabemos que los abogados se conocen por sus clientes. El defensor
de todas las trasgresiones legales y morales de Petro a lo largo de los años no
es mejor que su cliente, quien además lo ha enriquecido con astronómicos
honorarios pagados en defensa del Estado.
¡Tal para cual! ¡Qué lejos estamos de
aquel ascético abogado de Medellín en cuyo despacho un aviso advertía: ¡El doctor
Restrepo no acepta negocios que manchen!
Una y otra vez se oye decir que no se
hace inmoral el abogado por defender delincuentes, estafadores y ladrones, o
por ingeniar estratagemas para violar la Ley y enriquecer al cliente, porque
“ese es su oficio”.
Con ese sofisma abyecto he oído ya
defender a Carvajal, porque dizque “era el menos malo” de la proterva terna
petrista, y también porque ha defendido clientes decentes.
No es inoportuno, analizando a Carvajal,
recordar cómo Freud develó de manera incontrovertible el significado del lapsus
linguae. Todos pudimos ver en el minuto 3:38 del video viral que circula
sobre su posesión, cómo comete uno bien significativo y aterrador, porque
anuncia que decidirá “sin ninguna imparcialidad” en su cargo.
¡En efecto, eso es lo que de él se
espera!