lunes, 2 de junio de 2025

A grandes males, grandes remedios

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

El alud que a diario nos ahoga con noticias sobre escándalos de corrupción, estafas narrativas con aviesos fines políticos, atentados contra la seguridad, la vida y los bienes de los ciudadanos, desbarajuste en la prestación del servicio de salud pública, derrumbamiento de los índices económicos y otras desgracias por el estilo, nos conduce a un estado de marasmo intelectual que anula la capacidad de pensar a largo plazo.

Funestas consecuencias para cualquier organización ocurren cuando, con el fin de atender una profunda crisis, se abandona el ejercicio de planear el futuro, de pensar en grande, de fijarse metas de progreso acompañadas de las estrategias necesarias para alcanzarlas.

Sobre este trascendental tema acabo de leer la columna ¿Y el futuro no importa?, del destacado consultor Ricardo Mejía Cano, a quien no tengo el gusto de conocer, pero no dudo en felicitar por los acertados conceptos allí expresados (Ver).

Nos comparte el articulista que a la propuesta que, con un grupo de profesionales, le hizo a dirigentes económicos y políticos para estructurar una visión de Colombia para el 2045, la respuesta de estos fue que “los problemas de hoy son muy graves, para perder tiempo pensando en el futuro”.

Con perdón de estos aprendices de estadistas o gerentes posiblemente alejados de la actividad política, no creo que proyectar el futuro del país sea “perder el tiempo”.

Los que estamos perdiendo el tiempo somos los colombianos que persistimos en buscar una solución a la crisis sin contar con verdaderos estadistas al frente de la batalla por la reconquista del poder, por el saneamiento ético de las instituciones, por la recuperación económica del país, por la devolución al pueblo de elementales condiciones para la convivencia y por la construcción de un país que ofrezca reales oportunidades de bienestar y progreso a todos sus habitantes.

Comprendemos que la unidad de quienes aspiran a un cambio para revertir la acción depredadora que viene cumpliendo el régimen actual es deseable. No descartamos las dificultades existentes para aglutinar los aspirantes a la presidencia, más interesados en ganarse un puesto para la segunda vuelta que pensar en los problemas del país. Por esta razón, no asoman en sus intervenciones las referencias que el pueblo espera para la solución de sus apremiantes necesidades. Mucho menos podemos esperar que se planteen planes a largo plazo que Colombia requiere para salir del círculo vicioso de la violencia, el narcotráfico y el atraso.

A las sabias orientaciones del citado columnista habría que agregar el acápite de cómo volver realidad esa visión futurista de progreso.

Propongamos a los candidatos del sector opositor que, aún sin conocer los resultados de la primera vuelta, constituyamos un acuerdo patriótico para salvar al país de la crisis y restaurar los valores universales de la civilización cristiana, la democracia, el respeto a la propiedad privada, la solidaridad con los más vulnerables, la garantía de la vida y seguridad de los habitantes y la dignidad de estos frente a cualquier abuso por parte del Estado.

Este acuerdo dará lugar a una alianza o frente para la reconstrucción de Colombia, con participación de los aspirantes a la Presidencia y directores de partidos políticos que lo suscriban; su duración será de 20 años. Los aspirantes del frente o alianza a la presidencia, en cada período, serán elegidos por todos los integrantes, previo compromiso de continuar los planes y programas adoptados de común acuerdo para la solución de la crisis y la reconstrucción moral y material de la nación.

Con participación de los integrantes de este acuerdo patriótico se conformarán listas únicas de candidatos al Congreso y demás corporaciones, con el fin de lograr la unión de las bases.

Estamos seguros de que una propuesta positiva, que aporte una esperanza real a los colombianos, con estudios serios que la respalden puede, a la larga, ser más útil, electoralmente hablando, que la insulsa palabrería que ahora se derrama a borbotones para contradecir y rechazar las torpezas y burdas amenazas del régimen. Pasemos de lo negativo a lo constructivo. Acostumbrémonos a pensar en grande y, de seguro, en el camino surgirá el líder que comprenda esta novedosa estrategia. En otras instancias hemos propuesto un proyecto para Colombia a 20 años: convertir el país en “el milagro económico de América”, fundamentándonos en parte en las asombrosas experiencias de Singapur.

El problema que afrontamos los colombianos no es de poca monta ni se resuelve solamente ganando unas elecciones. Tenemos que saber con certeza qué vamos a hacer en el Gobierno. Si ya tocamos fondo, como lo reconocen muchos analistas, es la hora de aplicar soluciones que ataquen de raíz las causas eficientes de nuestra desgracia. A grandes males, grandes remedios.