José Alvear Sanín
Nadie puede objetar que un gobierno se
constituya con los amigos y, por eso no podemos censurar el de Petro por
llenarlo de conmilitones, pero lo grave es que el actual mandatario nunca
estuvo bien rodeado. Empezando por guerrilleros y siguiendo con activistas
carentes de experiencia, su entorno nunca brilló moral, profesional ni
intelectualmente, ni contó con gente experimentada en alguna rama de la
ciencia, la administración o las finanzas.
Antes del 7 de agosto de 2022, los
seguidores del elegido hacían cola para ocupar un puesto en Transmilenio, pero
a partir de ese día empezaron a filarse en espera de un alto cargo, para lo
cual bastaba con ser ignorante, si no se tenía prontuario...
La lista de postulantes era bien
nutrida, como lo demuestran los 52 ministros y los 152 viceministros que en 31
meses han pasado por este gobierno. El promedio de duración de los primeros ha
sido de 16.7 meses, mientras el de los segundos ha sido de 4.06 meses.
Esos 16.7 meses no permiten a un secuaz
ignorante siquiera aprender lo mínimo del sector a su cargo, y con 4 meses, a
los “exvice” el cargo solo les sirve para llenar el primer renglón en el curriculum
vitae, con la nostalgia punzante de quien subió como palma y cayó como
coco.
Una cosa es la frustración personal de
tantos ex, y otra, el hecho de que en el Guinness Book of Records,
¡Colombia sea el país con el mayor número de exviceministros!
No es extraño que los dictadores sean
patronos volubles, porque en ellos abundan la desconfianza y la paranoia, pero
en el caso de Petro, la rotación de su personal indica que su favor es muy
mudable, de tal manera que lo más aconsejable sería agradecer el nombramiento y
declinar el cargo, porque regresar a Transmilenio después de cuatro meses de
carro con conductor, resulta una experiencia tan traumática, como es la de
pasar de un fugaz sueño deslumbrante, al opaco desempleo.
Por el contrario, valen la pena los
altos cargos si son la antesala de la prosperidad, cuando los funcionarios se
prestan para hacer proficuos negocios dentro del insondable abismo de la
corrupción imperante.
Más sorprendente quizá que la rotación
incesante en la administración es el silencio de los insubsistentes. Ninguno ha
contado por qué razón fue sacado: si por oponerse a un chanchullo, o por no
habérsele permitido participar en él. Tampoco ha habido quién diga de quién,
cómo y cuándo, recibió la orden de ejecutar algo indebido, inmoral y productivo.
A pesar de la diligencia con la que la
Fiscalía en general oculta, dilata o diluye investigaciones sobre la actuación
de grandes dignatarios del régimen, algunos pocos no han gozado de esa
protección, quizá porque han caído en desgracia. En esos casos, se los
interroga, pero ellos manifiestan no recordar detalles, reuniones, o resultados
de sus acciones, ni beneficiarios de ellas. Por tanto, cuando se les pregunta
de quién recibieron las correspondientes órdenes, no van más allá de nombrar ciertos
peldaños secundarios en la escala inexorable del mando.
La amnesia incompleta y selectiva, tanto
de los ex como de los pocos indagatoriados, me ha hecho recordar cómo se
respeta la Omertá en las bandas mafiosas, en las cuales, desde luego,
quienes violan ese “código de honor y silencio” se exponen a su muerte y a la
de su familia más cercana.
***
Hay uno que ha cantado, Luis Carlos
Reyes, quien después de la DIAN pasó a ser ministro de Comercio. Ha concedido
un largo reportaje a La Silla Vacía, en el que da la impresión de ser hombre
culto y profesional distinguido, ¡pero especialmente “prudente” a la hora de denunciar...!
***
Casi todos los dictadores se han
esforzado por mejorar los sistemas de salud como fácil forma de ganar adeptos,
siendo la excepción Petro, cuyo único programa ejecutado con el ciento por
ciento de éxito ha sido el de destruir el colombiano y obligarnos a todos a
resignarnos a lo peor cuando llegue la enfermedad o amenace la muerte...