Luis Alfonso García Carmona
Si en algo estamos
de acuerdo los colombianos en esta aciaga hora es que Petro es la mayor
desgracia que ha sobrevenido al país en toda su historia. Dicen del rey Midas
que todo lo que tocaba lo convertía en oro; éste lo convierte en ruinas,
desolación y porquería.
Las gentes, sin
distingo de clase social, edad, sexo o color de la piel, están agobiadas con
tanta podredumbre, presente en todo lo que el Estado toca, que afecta a todos
los estamentos de la sociedad y ha conducido a la población a un complejo
estado de incertidumbre, desazón y pesimismo.
Por supuesto,
hallar una salida para semejante hecatombe no es fácil. Más difícil aún cuando
la clase política llamada por su naturaleza a orientar la opinión ha preferido
pactar con el tirano a cambio de un mísero plato de lentejas.
Un laborioso
abogado, el doctor José Manuel Abuchaibe, se dio a la tarea de recopilar
pruebas, presentar y sustentar ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de
Representantes una denuncia por indignidad en contra de quien ejerce espuriamente
el cargo de presidente, por haber sido elegido con violación de los topes
financieros permitidos por la ley para la campaña. Esta herramienta legal, que
sanciona al responsable con la separación del cargo, ha sido ignorada
olímpicamente por todos los llamados “jefes políticos” que dicen ser de
oposición, pero permiten que sus bancadas torpedeen de todas formas el trámite
del mencionado juicio político.
Cabe preguntarse: ¿por
qué quienes posan de dirigentes de partidos opositores no han apoyado e
impulsado la única posibilidad jurídica para derrocar a quien fraudulentamente
ejerce la Presidencia?
¿Es que acaso no
son conscientes de los perjuicios que el dañino mandato del sátrapa causa al
Estado colombiano, a su economía, a la seguridad de su población y al bien
común de nuestra sociedad?
¿No se percataron
de la catástrofe que la imprudencia y la estulticia del señor Petro pudieron
causar el llamado “domingo negro” con su torpe y chabacano manejo de las
relaciones internacionales?
¿Qué clase de pacto
secreto con el usurpador del poder impide a estos “insignes” caudillos cumplir
con su deber y encabezar el movimiento que Colombia necesita para detener la malvada
gestión que nos está conduciendo al abismo?
¿Dónde están los
estadistas, los conductores de masas, los líderes naturales que la sociedad
colombiana merece, ya que no los veo?
Son ya suficientes
las pruebas de que el país ha comenzado a tocar fondo bajo el régimen comunista
que el fraude y la condescendencia de las autoridades nos impusieron.
No es hora de
buscar soluciones tan inanes e impracticables como aquella de la unión de los
precandidatos de oposición para vencer a Petro. No sabemos si habrá elecciones
en un régimen que no respeta la Constitución. Si las hubiera, no tendrá
inconveniente en repetir el fraude del 2022.
Y sobre la unidad,
vale la pena aclarar: la unidad no es un fin por sí misma. Es un mecanismo, una
herramienta, para alcanzar un objetivo común. Esa unidad no se conseguirá pues,
como sabemos, en la mente de los políticos de profesión prima su egoísmo, su
interés personal sobre el bien de la patria. Allí no hay unidad posible.
Necesitamos unos
verdaderos estadistas, gentes a quienes les duela el país y estén dispuestas a
pasar a la acción, líderes de opinión con sólidos principios y voluntad de
servicio, amas de casa, jubilados, empresarios y trabajadores que desean una
Colombia mejor, sin violencia, sin corrupción, sin narcotráfico, colombianos
que vuelvan los ojos hacia Dios, la patria y la familia.
¿Dónde están que no
los veo?
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