José Leonardo Rincón, S. J.
El tío lo dijo con tal
certeza que, aunque yo era muy niño, sus palabras las recuerdo claramente: "mientras
en los campos colombianos la gente se mataba por el solo hecho de ser liberal o
conservador, los líderes de esos partidos tomaban whisky juntos en un
reconocido club bogotano y sus hijos se casaban entre sí". Algo tan
absurdo no podía ser. Si se mataban era porque se odiaban, porque había
posiciones irreconciliables. No podían ser amigos. Y sí.
Muchos años después y sin
estarlo buscando se confirmó el asunto. Sentado en la sala de su casa de un
líder político sonó el timbre de la puerta. Al abrirla, hicieron su aparición
sus más enconados detractores políticos. Precisamente, el día anterior, a uno
de ellos le había escuchado por una emisora un virulento ataque en contra de
quien era el anfitrión. Ahora, en mis narices, los dos se abrazar
on y se
sentaron a tomar whisky. De no creerlo. Cuando, desconcertado, le dije "pero
si este no te quiere ni poquito", dándome una palmada me respondió: "¡ay
padre, esta es la política!" ¡Plop!
De modo que no creo en
esos agarrones públicos de los políticos que dientes para fuera exacerban los
ánimos de la gente pero que en privado conversan animada y coloquialmente.
Quizás no se pueda
generalizar, pero pasa.¿O a ustedes no les llamó la atención ver a los polos
opuestos públicamente encontrarse varias veces para charlar?, o ¿a uno de ellos
regañar un copartidario que hablaba mal del presidente y pedirle no hacerlo por
tratarse precisamente del presidente de la República?
Se sabe que el tío Sam es
muy amigo del oso siberiano. ¿Estrategia, conveniencia? El hecho es que en el
discurso se atacan, pero en la realidad se hacen pasito. Y por estos lares
macondianos, ¿no les llamó la atención que en la grave crisis de esta semana el
imprudente tuitero corriera a pedirle a su supuesto enemigo político que
intercediera ante el emperador del mundo para que no cumpliera sus amenazas y
genuflexo acató sus órdenes? Dijeron que los intereses comunes estaban por
encima de los intereses particulares. Por eso, en agradecimiento, el uno volvió
a atacar al otro. Y todos nosotros tragándonos entero el cuento.
Tenía razón el tío. Tenía
razón el amigo: "¡ay padre, esta es la
política!" Y el pueblo
mechoneándose por no decir matándose. ¡Plop!