Luis Alfonso García Carmona
Del repaso de los
acontecimientos que culminaron con el golpe de Estado cometido ante la faz
mundial por la dictadura venezolana, sólo queda una desoladora expectativa para
los colombianos que nos preocupa el inmediato futuro de nuestra nación.
Siento en el alma
no compartir las esperanzas manifestadas por muchos que todavía siguen creyendo
en la cercana caída del régimen tiránico de Maduro. No va a haber
intervención militar internacional como piensan ingenuamente algunos, ni Trump
se lanzará a un conflicto mundial para devolver la democracia a Venezuela, no
seamos ilusos.
Para Colombia las
cábalas no son mejores. En Venezuela, a pesar de contar con un fuerte
movimiento opositor que logró derrotar al dictatorial régimen en las
elecciones, el comunismo –como acostumbra hacerlo–, simple y llanamente se robó
las elecciones y protagonizó una pantomima con sus más serviles allegados para
continuar aferrado fraudulentamente al poder. En Colombia, ni siquiera
existe oposición. El guerrillero-presidente gobierna a sus anchas comprando
conciencias para que le aprueben sus proyectos de ley y empantanen la
investigación en su contra por violación de los topes financieros de la
campaña.
Ya consiguió que le
nombraran fiscal general de bolsillo y seguirá utilizando el
apalancamiento del dinero, de los contratos y privilegios, para extender su
dañina influencia a todas las ramas del poder.
Decapitó la cúpula
militar para neutralizar cualquier intento de las Fuerzas Armadas, que actuaran
de conformidad con la naturaleza de sus funciones, restableciendo el orden
constitucional que a diario viola.
La clase política
se encuentra comprometida a mantener en el poder al sátrapa y, por esa
razón, niega su apoyo al juicio político que pudiera lograr la separación del
guerrillero que ocupa la Presidencia. Mientras tanto simulan estar contra el Gobierno
perifoneando toda clase de inanes insultos para cazar votos.
De los empresarios
mejor no hablar. Algunos ya están patrocinando colectivos de izquierda que en
Medellín expresan su visceral odio con graffitis. Otros se declaran “de centro”
para quedar bien con todos y no comprometerse con nadie.
Ahora todos felices
se aprestan para otra farsa electoral, si es que acaso el sátrapa lo permite.
El resultado, si las hay, será como el de Venezuela. Ya está preparada la
segunda edición del fraude, ensayado con éxito en el 2022, y se elegirá a
Petro, o a quien este designe, para continuar el experimento del
“socialismo del Siglo XXI”.
¿Quién o qué podrá
salvarnos de esta hecatombe anunciada? Nosotros mismos somos la
solución, nadie más.
¿Con cuál ayuda
contamos? Como dice Jacques Maritain : “un único principio de
liberación, un único principio de esperanza, un único principio de paz, puede
levantar la masa de la iniquidad y de la maldad y triunfar sobre ella, porque
ese principio desciende a nosotros desde la fuente creadora del mundo y
es más fuerte que el mundo: el amor fraternal, del que el Evangelio ha
promulgado la ley, para escándalo de los poderosos y que es, como bien sabe
el cristiano, la caridad misma de Dios difundida en los corazones”.
Y, ¿cómo podemos alcanzarlo? La fórmula es sencilla:
1.- Seamos conscientes de que la lucha que libramos es
definitiva: ¿Queremos comunismo o una civilización con valores cristianos y
democráticos?
2.- No escojamos a la ligera quién nos puede guiar en la
batalla. Pensemos en un líder con principios morales, con carácter
para defenderlos, sin compromisos con la vieja y corrupta política y
dispuesto a dar la batalla.
3.- No esperemos que otros defiendan nuestras libertades
y derechos. Cada uno de nosotros debe convertirse en un jefe de esta campaña
con un propósito nacional: Salvar a Colombia del comunismo y trabajar
por el bien común de todos los colombianos.