Pasaron, por fin, las elecciones
en los Estados Unidos de Norte América con un resultado contundente, aceptado
por todos, donde el triunfador, el presidente número 47, tiene en su mano un
“póker de ases” ya que ganó en el Colegio Electoral, ganó el voto popular,
consiguió la mayoría en el Senado y la Cámara y 6 de los 9 miembros de la Corte
Suprema de Justicia fueron recomendados por él en su momento.
Esta situación le permite tener “alta
gobernabilidad” que como una aplanadora podría sacar adelante cualquiera de sus
iniciativas, en el entendido de que una cosa es lo que se promete en campaña y
otra la que verdaderamente es posible realizar ya en el ejercicio del mandato.
Este Gobierno será juzgado por
la historia como uno de múltiples realizaciones o como uno de muchas
frustraciones y omisiones.
Unir un país polarizado no es
fácil y esta debería ser la tarea principal del nuevo mandatario. En esto, los
medios de comunicación tienen una enorme responsabilidad.
Las campañas mostraron su lado
flaco, y como en el caso de cualquier país tercermundista los términos de
“delincuente”, “loco”, “loca”, comunista”, “fascista”, “mentiroso”, entre otros
tantos, fueron acuñados a través de los diferentes medios y canales de
comunicación empleados, evidenciando que “el todo vale”; también se aplica en
aquellos que se autoproclaman como los mejores y los defensores mundiales de la
democracia.
Es de anotar que mientras el
candidato Trump tuvo 8 años de campaña, la candidata Harris tuvo un poco más de
3 meses.
El anuncio del entonces
candidato Trump de que si perdía las elecciones era por que se las habían
robado, no deja de tener cierto aire apasionado y folclórico, que
afortunadamente no sucedió, pues quién sabe cómo hubiera sido la reacción de
sus seguidores y de él mismo. Recordemos los acontecimientos nefastos de enero 6
de 2021.
El presidente electo es a su vez
un delincuente convicto que espera sentencia de una corte de New York por el
caso de pago de dinero a cambio de silencio, a no ser que sea pospuesta hasta
que termine su nuevo mandato, lo cual podría permitir una figura de indulto por
su sucesor.
La candidata Harris fue
calificada por muchos como “izquierdosa”, lo cual refleja la ligereza, la
ignorancia o la desinformación de muchos ciudadanos o el apasionamiento que las
condiciones anteriores genera.
¿Les parecen muy “izquierdosos”
los expresidentes Kennedy, Carter, Clinton, Obama o Biden?
Amor o desamor no quita
conocimiento.
Sin embargo, en el fragor
electoral por el primer cargo público del planeta, se cocinan muchas pasiones y
sobre todo muchos intereses.
El presidente tiene la potestad de firmar las
legislaciones para convertirlas en ley o para vetar las leyes promulgadas por
el Congreso, a pesar de que el Congreso puede invalidar un veto con dos tercios
del voto en ambas Cámaras. La rama ejecutiva conduce la diplomacia con otras
naciones y el presidente tiene el poder de negociar y firmar tratados, los
cuales ratifica el Senado. El presidente puede emitir órdenes ejecutivas, las
cuales dirigen a los oficiales ejecutivos o clarifican y avanzan las leyes
existentes. El presidente también tiene la potestad de extender perdones y
clemencias para crímenes federales.
Con estos poderes vienen varias responsabilidades,
entre ellas un requerimiento constitucional de “periódicamente […]
proporcionar al Congreso informes sobre el estado de la Unión, recomendando a
su consideración las medidas que estime necesarias y oportunas”. A pesar de
que el presidente puede cumplir con este requerimiento de cualquier manera que
él o ella decida, tradicionalmente los presidentes han presentado un discurso
sobre el estado de la Unión cada enero (excepto en los años inaugurales) frente
una sesión conjunta del Congreso para delinear su agenda para el año siguiente.
Durante su mandato, un presidente de los Estados
Unidos puede emitir órdenes ejecutivas. Es muy posible, tal como lo hacen casi
todos los presidentes, que una vez posesionado y ya en la Sala Oval, el presidente
Trump firme sus primeras órdenes ejecutivas revocando algunas de las emitidas
por su antecesor, tal como lo han hecho recientemente el mismo Trump y Biden,
evidenciando que por más maduros que sean políticamente, allá también “Cada alcalde
manda en su año”.
La democracia está soportada en partidos políticos fuertes
y en la capacidad de que las leyes se apliquen para todos por igual.
Por fortuna, el presidente electo no tendrá el
distractor de una posible reelección, ya que este será su segundo mandato y se
podrá dedicar a gobernar.
Mucha suerte al nuevo presidente y que la mesura, la
prudencia, la buena voluntad y su anunciada defensa de la democracia y sus
principios de libertad, igualdad, equidad, bienestar, justicia y paz sean los
faros que iluminen su camino, por el bien de los estadounidenses y de la
humanidad.