José Alvear Sanín
Si repasamos la
reciente historia presupuestal solo vemos irresponsabilidad. El propósito
oficial no es el de lograr el desarrollo y el crecimiento, sino, por el
contrario, el de forzar la involución y el decrecimiento, tendientes al
advenimiento del modelo marxista- leninista, de corte castro-madurista.
Podemos concluir que el
desgobierno ha sido exitoso únicamente en el avance de su proyecto
revolucionario, y por tanto la racionalidad económica está extraditada del
manejo presupuestal, financiero y tributario del país, mientras la política
monetaria sigue todavía la ortodoxia académica.
El presupuesto para
2023 se fijó en 350,4 billones. Al año siguiente saltó a 405 billones, bajo la
premisa del mayor recaudo que debía producir la reforma tributaria de Ocampo.
Un crecimiento, entonces, del 21.66% sobre el anterior, mientras la economía decrecía
aceleradamente.
Para el 2024, Bonilla
llevó el presupuesto a 502 billones, con un crecimiento descomunal del 23.95%,
en un país en plena crisis, debida al deliberado mal manejo de la economía.
Desde luego, los
recaudos previstos no se hicieron realidad, porque fueron inferiores en 32
billones a los previstos.
No obstante, este año
el MinHacienda presentó al Congreso, para 2025, un proyecto de presupuesto de
523 billones, cuando lo prudente hubiera sido acomodarse a la realidad y
proponerlo del orden de 420 - 430 billones.
Era tan monumental el
despropósito, que el Congreso lo negó, a pesar de la prevalencia de mermelada
en la generalidad de sus decisiones.
El Gobierno (es un
decir) apeló a sus facultades para dictar un presupuesto por decreto, de 523
billones.
Entretanto fue
despedido por el shut de la basura el ministro Bonilla (¡así paga el diablo
a quien bien le sirve!), para ser reemplazado por el oscuro e inexperto
viceministro Diego Guevara, conocido hasta entonces solo por sus opiniones
sobre la conveniencia de financiar el gasto público con emisión.
Ahora bien, lo poco que
se conoce de Guevara es a través de un video, en compañía de Sandra Ortiz, y su
primera declaración “Tenemos dos codirectores nuevos en enero, y creo que
eso nos va a permitir tener una política monetaria más consistente (...)”
¿Cómo podrá Guevara
ejecutar su presupuesto de 523 billones, a pesar de un probable hueco fiscal de
70 o más billones? Muy fácilmente: Si se desconoce la regla fiscal y se aumenta
astronómicamente el endeudamiento, se podrían erogar los 523 billones
destrozando la economía nacional. También es posible que, tomado el Banco de la
República, se pueda poner en funcionamiento la impresora...
Ese escenario
aterrador, con Petro al timón y Guevara de fogonero, está a la vuelta de la
esquina. El envilecimiento de la moneda, la evaporación de las pensiones y la
inflación inercial, no estarán lejos de Colombia, si copiamos las recetas
“bolivarianas”.
En Brasil, aunque Lula
no ha entregado el territorio a la subversión y el narcotráfico, ni ha
destruido Petrobras, ni convertido la universidad en campo de entrenamiento
subversivo, la situación económica se caracteriza por el descontrol fiscal, la
devaluación récord y la crisis de confianza, precursoras del colapso.
La situación descrita
ha llevado a Antonio Camarotti, en la revista Forbes, a afirmar que “Brasil
no aguanta dos años más de Lula”, ¡mientras en Colombia se nos quiere hacer
creer que podremos aguantar a Petro hasta 2026!
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¡El tren-bala en la
Guajira, propuesta de un embalado!
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La Linterna Azul felicita a
su preclara columnista María Clara Ospina, por su ingreso a la Academia
Colombiana de la Lengua.