jueves, 7 de noviembre de 2024

Petro, jefe de la fuerza pública, las milicias y la corrupción

Andrés de Bedout Jaramillo
Andrés de Bedout Jaramillo

Nunca Colombia se había visto tan amenazada en su integridad al tener como jefe de la fuerza pública al mismo jefe de las milicias y de la corrupción. Es una situación que no tiene antecedentes distintos a los de nuestro vecino y hermano Venezuela. 

La teoría del reclutamiento de milicianos en los campus de la Universidad Nacional, con guardias indígenas y primeras líneas en territorio vedado para nuestra fuerza pública por orden del Gobierno nacional, nos causan dolor e impotencia. 

No puede ser que los campus sagrados para la educación de nuestros jóvenes, sean ocupados por violentos, que, además de poner en riesgo a los jóvenes estudiantes, serán el medio para convencer y reclutar jóvenes incautos e inexpertos, para que tomen el camino de las armas, en vez del camino de las letras y el saber. 

Para tranquilidad de la comunidad en general, debería existir una comisión internacional, que verificará la situación al interior de los campus universitarios públicos, especialmente de los de la Universidad Nacional, que eviten la mala utilización y mal ejemplo, además de la inseguridad a la que se están sometiendo a nuestros estudiantes que necesitamos se concentren con celeridad en su capacitación en los saberes y competencias, requeridos por ellos, sus familias y la sociedad en general. 

Desde el Congreso, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo, podrían hacer esta verificación de la no utilización de los campus universitarios en labores diferentes a las encomendadas en su objeto social y en los claros propósitos para los que fueron creadas y alimentadas con el presupuesto nacional en el cumplimiento de sus obligaciones misionales.

Si no hay nada que temer, que lo certifiquen estas instituciones nacionales e internacionales si es del caso, pero mantener en la oscuridad, lo que sucede al interior de los campus universitarios públicos, sería, o es, permitir lo intolerable, hacer de los campus, sitios de impunidad, entrenamiento, arme y operación de milicias perturbadoras del orden público y del tranquilo funcionamiento dedicado a la educación y enseñanza de nuestros jóvenes.

La solicitud al presidente, ministro de Educación y rector de la Universidad Nacional para que permitan esta verificación, y al Congreso, la Procuraduría y a la Defensoría del Pueblo, para que la soliciten y la hagan. Hay que garantizar que las universidades estén libres de milicias, guardias indígenas, primeras líneas, y es urgente por seguridad de los estudiantes, de los vecinos, de la comunidad en general. O qué opinan ustedes de la permanente incomodidad y sacrificio al que están sometidos en Bogotá, con las permanentes y violentas arremetidas, en los alrededores de la Nacional, de los violentos disfrazados de estudiantes atacando a la fuerza pública, paralizando la movilidad y el transporte público, poniendo a caminar largas jornadas a los bogotanos para llegar a sus trabajos y a sus casas. Esto no puede ser, no puede seguir siendo, se necesita verificación urgente ya que el interés general está por encima del interés de los violentos afincados en los campus universitarios.

El presidente se ha ido adueñando de todo lo que seguramente impedirá esta verificación. La esperanza es que por lo menos la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo demuestren algo de independencia y entren a verificar la situación al interior de los campus universitarios; las pruebas están en los reportes periodísticos que vemos prácticamente todos los días.

La situación en nuestro país cada día se hace más difícil e irreversible, no puede ser que la plata de la ya muy deteriorada salud la estén direccionando hacia paraísos fiscales. Es tan grave la situación que hasta al muy cuestionado superintendente de Salud lo despidieron por haber descubierto semejante acto de corrupción y en vez de contarlo a sus superiores los denunció ante la Fiscalía.

La fiscalía podría, y además es su obligación, dar celeridad a las investigaciones, a la galopante corrupción que corroe sin descanso a nuestro país, ¿en qué van? ¿No les importa? ¿No los dejan actuar? ¿Qué pasa? ¿Están distraídos? Por favor, ayuden a Colombia, hagan algo, digan algo, esto no puede seguir así, cumplan con su misión de investigar, acusar o archivar, pero hagan algo.

El jefe de nuestra fuerza pública, sin motivación clara y suficiente, acabó con las fuerzas de tarea, tan útiles y efectivas en la lucha contra el crimen y el delito, un paso más en el proceso de debilitación para facilitar el trabajo y funcionamiento de la delincuencia.

Todo parece obedecer a un plan perfecto, que muy a pesar de lo nefasto y destructor, no vamos a ser capaces de parar. El desespero, la impotencia y la falta de unidad, nos están destruyendo.

No puede ser que el jefe del ejército, de las milicias y de la corrupción, nos supere; que nuestro Señor Jesucristo nos ilumine y nos dé las fuerzas necesarias para encontrar el camino que nos libere de esta catástrofe.