jueves, 14 de noviembre de 2024

Comenzó la reconquista del poder

Luis Alfonso García Carmona
Luis Alfonso García Carmona

Es el momento para recordar que, desde la llegada de la extrema izquierda al poder, mediante la mentira, la compra de votos, el ingreso ilícito de dineros a la campaña y el fraude cometido con softwares que no permitían auditoría ni revisión de los resultados en los escrutinios informáticos, ha venido creciendo en Colombia el rechazo de la opinión pública al régimen espuriamente elegido.

Dicho rechazo se fue convirtiendo, primero en indignación, y luego en una sensación de impotencia, ante el abuso del poder traducido en el desmonte de la Fuerza Pública, la milicianización del país, el blindaje al narcotráfico, la impunidad en beneficio del terrorismo y la delincuencia, y el asalto a los recursos del Estado a través de la corrupción y de las reformas a los sistemas de salud y pensiones.

Paralelamente a las expresiones masivas de quienes gritan “Fuera, Petro” en toda reunión multitudinaria, muchos colombianos, civiles y veteranos de las Fuerzas Armadas, hemos venido conformando grupos de trabajo para derrocar al guerrillero-presidente por los medios que autoriza nuestro sistema democrático y buscando la solución definitiva a la crisis generalizada que azota al país bajo el yugo del régimen castro-chavista.

Son muchos los compatriotas que se nos han acercado para preguntarnos cuál es el líder capaz de orientar este movimiento de resistencia y de llegar a la Presidencia para, desde allí, poner en marcha la reconstrucción nacional que nos devuelva la ética, la transparencia, la justicia, la seguridad, la dignidad de la persona humana frente a los abusos del poder, la protección de nuestros bienes, la oportunidad para trabajar y mejorar nuestro nivel de vida, y el derecho a que se respete nuestro derecho a elegir libremente y sin trampas a nuestros gobernantes.

Hemos mantenido la tesis de que antes de pensar en el nombre de quien deba conducir esta batalla frente a las fuerzas del mal, debemos analizar sus programas. No podemos equivocarnos como en el pasado, cuando elegíamos al candidato que nos recomendaban los caciques políticos, sin conocer la veracidad de su programa de gobierno.

Los fracasos a los que esta práctica nos ha conducido nos han enseñado a desconfiar de nuestra obsoleta clase política, responsable por activa o por pasiva de la crisis de la que ahora nos lamentamos. No en vano, los partidos políticos y el Congreso son las instituciones que arrojan la mayor desfavorabilidad y la menor credibilidad en todas las encuestas de opinión.

Gracias a la misericordia divina, todo el trabajo realizado y los sufrimientos que hemos padecido no han sido en vano. Los ideales a los que venimos aspirando, así como los programas necesarios para reconstruir los daños que viene causando el mandato de la izquierda, están claramente consignados en el programa de acción que propone el nuevo candidato a los colombianos, el empresario antioqueño Santiago Botero Jaramillo.

Tuvimos la fortuna de poder asistir a la conferencia dictada por el nuevo candidato en el Club Unión de Medellín el pasado 12 de noviembre. Destacamos del citado evento lo siguiente: 1) Las acertadas y eficaces soluciones presentadas para dar solución a los problemas que más afectan a los colombianos; 2) El espíritu de transparencia, deseo de servir y fe en sí mismo que irradian del expositor; 3) Los valores espirituales, el carácter y el carisma que caracterizan al candidato; 4) El fervoroso entusiasmo que su propuesta levantó en un selecto grupo de asistentes que tuvimos la oportunidad de opinar e indagar sobre cada una de los temas expuestos, y 5) La confianza que tanto el candidato como su plan de acción generaron en el auditorio.

Como expresó uno de los asistentes a la conferencia, “estamos muy seguros al acompañar a Santiago en su campaña, porque ha escogido como socio al mejor de todos. Dios, nuestro Señor”. Complementa este pensamiento, el filósofo Jacques Maritain:

“Pero, cuanto más violentamente intenso se manifieste el poder del mal, tanto más débiles en duración histórica serán sus mejoras internas y el vigor vital conseguido por un Estado al emplear semejante poder.”