Luis Alfonso García Carmona
Venimos con
insistencia proponiendo a nuestros compatriotas dos reflexiones:
a. Que la lucha que
se avecina para el cambio en la dirigencia del Estado no es simplemente una
sustitución de personas sino una verdadera batalla cultural. Se trata de
definir si queremos perpetuar un régimen tiránico, corrupto, protector de la
criminalidad y enemigo de la propiedad privada y de la empresa privada, o nos
decidiremos por recuperar la vigencia de nuestras tradiciones culturales, los
principios democráticos, los valores cristianos y la transparencia en la
gestión pública.
b. Que para
alcanzar el cambio que la mayoría de los colombianos anhelamos, debemos partir
de la unidad alrededor de la solución de los principales problemas que agobian
al país.
Somos conscientes
de que son muchos y de gran calado las desgracias que nos agobian, como lo
hemos podido constatar diariamente en los últimos dos años bajo el yugo de este
Gobierno mentiroso, torpe y malintencionado. Pero, en gracia a la brevedad, nos
vemos obligados a reducir a 10 los problemas que requieren solución, lo que
sería el comienzo del renacimiento para nuestra amada Colombia y para la
esperanza de los asociados.
1.-
Descomposición moral de la sociedad. Es la raíz de
todos nuestros problemas. País donde no se respete la moral, las buenas
costumbres, la religión, no es un país viable. Tenemos que exigir la ética a
todo aquél que cumpla funciones públicas por nombramiento o por elección.
2.-
Inseguridad para las personas, las empresas y sus bienes. No se puede gobernar para proteger la cocaína, el terrorismo, el
vandalismo, las bandas delincuenciales, ni permitir la tolerancia al crimen por
parte de la administración de justicia.
3.-
Corrupción y despilfarro de recursos públicos. Se
ha exacerbado esta plaga a niveles insostenibles para cualquier Estado. Hay que
tomar acciones de fondo, mediante drásticas reformas en nombramientos y
elecciones para cargos públicos, que garanticen que solo lleguen a la administración
pública personas honestas, idóneas y con un perfil ajustado a las funciones que
van a desempeñar.
4.-
Recesión económica. Se requiere otorgar
seguridad física y jurídica a la actividad privada, crear incentivos para la
producción y el empleo, favorecer las exportaciones, construir infraestructura
que apoye el crecimiento agrícola e industrial, y estimular el aumento de la
formalidad en el empleo.
5.-
Pobreza y desigualdad. Tanto el sector público
como el privado se deben empeñar en un gran plan para derrotar la pobreza
extrema y moderar la desigualdad, no mediante subsidios sino a través de
múltiples oportunidades para que los más necesitados accedan a un ingreso digno
y suficiente.
6.-
Educación obsoleta y sin valores. En lugar del
adoctrinamiento en teorías materialistas y contrarias a la verdad científica
que ahora se imparten con dinero de los contribuyentes, hay que educar a la
niñez y juventud en valores que los conviertan en buenos ciudadanos, con
preparación en conocimientos tecnológicos e idiomas, que impulsen su
crecimiento profesional en el mundo moderno.
7.-
Amenazas de la izquierda internacional. Colombia
es uno de los objetivos prioritarios de instituciones criminales como el Foro
de Sao Paulo que pretenden debilitarla e infiltrar sus nocivas ideas para
convertirla en otra esclava de las dictaduras comunistas. La defensa de nuestra
soberanía exige que tengamos un plan de respuesta a semejante invasión cultural
y política.
8.-
Destrucción del sistema de salud. Con la complicidad
de congresistas que dicen pertenecer a partidos de oposición, el régimen ha
logrado aprobar en el Congreso el desmoronamiento de nuestro sistema a de
salud, uno de los mejores del continente, para entregar su manejo a la clase
política que ya en el pasado había dejado en bancarrota nuestro sistema de
seguridad social. Es un tema que amerita ser revertido de inmediato pues así lo
espera el pueblo colombiano.
9.-
Reingeniería del Estado. Tenemos un aparato estatal
paquidérmico, ineficiente, costoso y con afán intervencionista para impedir el
desarrollo y crecimiento del país a un ritmo normal que garantice el bienestar
de los asociados. Hay que hacer una reforma a fondo para reducir su tamaño,
eliminar los factores que favorecen la corrupción, agilizar la marcha de la justicia
y corregir las inveteradas fallas del Congreso.
10.-
Impunidad y tolerancia con el delito. Contamos
con una pésima administración de justicia, con tribunales como la JEP al
servicio de la guerrilla, y unas Cortes sin ninguna credibilidad por escándalos
como el “Cartel de la toga” o el prevaricato para avalar el espurio acuerdo de
La Habana. Es una justicia infiltrada por el régimen y por el adoctrinamiento
comunista en las universidades. Hay que hacer un recambio generalizado tanto en
su estructura, como en la ley penal y en el régimen carcelario.
La unión de los
colombianos de bien, los buenos, con una base programática de este tenor nos
traerá no solamente el apoyo generalizado de las masas trabajadoras y honradas,
sino que, además, encenderá esa llama de esperanza que necesitamos para desterrar a los malos
de la gestión del Estado, donde les ha ido tan mal.