Luis Alfonso García Carmona
Como se estila en
cualquier corporación, pública o privada, cuando hay abundantes razones para adoptar
una decisión colectiva, debe llamarse a suspender tanta garrulería para
entrar en materia y poner fin a la deliberación con una decisión final.
No cabe la menor
duda de que ya los colombianos estamos en posesión de suficiente información
para concluir que ha caído el país en manos del peor equipo de gobierno que
hemos tenido en nuestra historia: Unos fanáticos de extrema izquierda que,
junto con sus aliados y compañeros de lucha, exhiben amplia experiencia
criminal en campos como el del terrorismo, la guerra de guerrillas, el
narcotráfico y la corrupción. No es extraño, en consecuencia, encontrar en los
altos cargos del Estado, oscuros personajes sin méritos para desempeñarse en la
labor encomendada, pero con antecedentes criminales, investigaciones en proceso
y relaciones con individuos de la peor calaña.
Sabemos de sobra cuáles
son las intenciones del régimen: destruir nuestro sistema de valores y
nuestra cultura, para construir sobre sus ruinas un estado totalitario de
corte comunista, ateo y materialista al estilo de los que se tomaron a
Cuba, Venezuela y Nicaragua. Es el mismo comunismo que, después de fracasar en
el ámbito mundial, se esconde ahora bajo el alias de “socialismo del siglo
XXI”. No nos sigamos engañando, no estamos frente a una confrontación
política cada 4 años para manejar el país, cambiar los rostros en los carros
oficiales o manejar el presupuesto. Se trata ahora de definir qué clase de
sistema político, económico y social tendrá el país en el futuro, cuáles serán
sus principios y valores, qué clase de derechos seguirán siendo respetados y
cuáles no. Ya lo tenemos claro, aunque pretendamos obviarlo. No pequemos de
ingenuidad.
Dos años han
bastado para aclarar que el propósito de Petro y su camarilla no es el
bienestar del pueblo ni la solución de sus necesidades, sino atornillarse en
el poder y poner en marcha la revolución materialista que se ha impuesto para
obligarnos a participar de la miseria y la esclavitud que viven nuestros
hermanos bajo el yugo del “castro-chavismo”.
No obstante estas
claras premisas, seguimos como títeres bailando al compás que nos dicta el
sátrapa. Ya somos dos terceras partes de colombianos los que manifestamos
rechazar este régimen del oprobio paro nada efectivo hacemos para salir del
abismo.
A veces leo algunos
comentarios que expresan: “es que Petro cree que somos bobos”. Yo no
creo que lo seamos, pero sí actuamos como tales.
Porque si tenemos
un enemigo en el Gobierno, empeñado en destruir al país, en desconocer las
normas constitucionales y en gobernar sólo para sus amigos de la criminalidad,
¿por qué no nos hemos puesto de acuerdo en una acción eficaz, constitucional
y pacífica para destituirlo?
Dos alternativas
tenemos para lograrlo si abandonamos la indiferencia, los egocentrismos y la
pereza:
Primera.- Apelar a la cúpula militar para que, de conformidad con los artículos 217
y 218 de la Constitución, las Fuerzas Militares y de Policía ejerzan de
inmediato la función primordial que les imponen las normas constitucionales
y la naturaleza de sus instituciones, consistente en restablecer el orden
constitucional violado por el régimen actual desde su misma elección y
durante el ejercicio del poder.
Segunda.- Solicitar encarecidamente a los directores de los partidos políticos
ajenos al Pacto Histórico y a los miembros de la Comisión de Acusaciones de la
Cámara de Representantes, la tramitación en forma expedita e inmediata del juicio
de indignidad contra quien ocupa ilegalmente la Presidencia, por violación de
los topes de gastos en la campaña presidencial, teniendo en cuenta todas
las evidencias que de forma legal se han aportado al proceso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Con gusto aceptamos sus comentarios mientras no sean innecesariamente ofensivos o vayan en contra de la ley y las buenas costumbres