Luis Alfonso García Carmona
Historiadores y
científicos de varias ramas del saber no dejan de sorprenderse con el
descubrimiento en la Isla de Pascua, al sur del Océano Pacífico, de unas
monumentales estatuas conocidas como “moai”, cuyo origen y significado ha
despertado interés desde las postrimerías del siglo XVIII.
Al observarlas se
aprecian unas descomunales representaciones humanas ancladas en la tierra
mirando impasibles el horizonte. Si me permiten dar rienda suelta a la
imaginación, son fácilmente comparables con los desgastados cabecillas de
nuestros partidos políticos: anclados en el pasado, imperturbables ante los
acontecimientos que inciden en el presente y futuro del país, insensibles
ante los llamados de una desesperada población.
Somos testigos de
la ominosa crisis que sufre el país desde hace dos años, bajo el yugo de
una camarilla cuyo propósito inquebrantable es someter a la población, destruir
la economía, saquear el Estado e implantar por las próximas décadas un régimen
totalitario, basado en la fracasada doctrina comunista y en la funesta estrategia
dictada desde el Foro de Sao Paulo para América Latina.
¿Por qué quienes han sido los líderes políticos en el reciente pasado permanecen inmóviles, indiferentes ante la ominosa conquista de la patria, con su pétreo corazón insensible ante el clamor popular como los aludidos “moais”?
¿Será que pesa más
su afán de participar en un nuevo debate electoral para elegir a sus
amigos, meter mano en las cuantiosas sumas que circulan en los comicios y,
luego, participar en el banquete de los presupuestos y contratos al que son
incapaces de renunciar?
No hay ninguna otra
explicación para su indiferencia y su negativa a apoyar los recursos
democráticos que el pueblo colombiano, o por lo menos la parte buena de este,
lucha por implementar para derrocar a la actual camarilla y reconstruir el
país.
Saben ellos, como
nosotros, que, según el art. 109 de la Constitución, Petro puede ser separado
del cargo mediante el trámite que ya iniciamos en la Comisión de Acusaciones de
la Cámara, por violación de los topes financieros de su campaña cuya
evidencia es de público conocimiento.
También conocen que
la Constitución establece una función primordial para las Fuerzas Militares
y de Policía, cual es el mantenimiento del orden constitucional,
permanentemente violentado en la presente administración, atribución que no
requiere para su ejercicio de un mandato previo pues corresponde a la esencia
misma de las instituciones militar y de policía. (Arts. 217 y 218 de la C. P.)
Es la patria y su
población la que se perjudica con la inacción de estos imperturbables “moais”
que siguen atornillados a nuestra tierra sin prestar servicio alguno, salvo que
este les reporte abundantes ganancias y privilegios. Durante años se sirvieron
de la democracia para mantener su preeminencia sobre sus coterráneos y preparar
a sus secuaces para que los reemplacen en esta “cadena de la felicidad”. No es
extraño que ya hayan empezado a lanzarse al ruedo para el 2026 cuando ni
siquiera sabemos si el sátrapa permitirá que haya elecciones. Y llueven las
propuestas de unidad entre los partidos para buscar el mejor (o el menos malo
de los candidatos) para oponerlo al del tirano.
Presumen
erróneamente que el pueblo colombiano caerá de nuevo en otro engaño como
el que significó el robo del plebiscito por la dupla Santos-FARC, o la fraudulenta
elección del presidente guerrillero, o la llamada “oposición
constructiva” que consiste en “hacerse pasito” para que Petro termine su
período, los cabecillas de siempre sigan detentando parte de su poder y sus
fichas en el Congreso reciban el ansiado plato de lentejas por aprobar los
proyectos del Gobierno o avalarlos con su presencia en las votaciones para que
se cumpla el quórum exigido. ¡Qué desfachatez!
Por ese camino terminaremos
como la desgraciada población de la isla de Pascua, explotados por los
invasores de sus tierras, esclavizados por malvados aventureros y olvidados por
parte de quienes deberían ayudarlos.
Ya se siente cómo
la inseguridad, el crimen, el narcotráfico y la corrupción campean a sus anchas
bajo la tolerante mirada de nuestros “moais”, de los entes de control, de la
administración de justicia, de quienes dictan las leyes y de quienes deben
hacer que se cumplan.
¿Qué más estamos
esperando para demoler de una vez por todas el culto a esas inútiles esfinges
pasadas de moda y empezamos a construir el futuro con nuestras propias manos,
con el aporte de los buenos de este país que dicen ser la mayoría?
Tenemos servidas
las fórmulas, sólo basta exigir su aplicación. Contamos con mayorías que
rechazan la actual administración; sólo nos falta defenestrarla por
cualquiera de las dos alternativas constitucionales que arriba hemos
expuesto. Nuestros objetivos son dos, pero su consecución es absolutamente
prioritaria: separar a Petro de la Presidencia y reconstruir la nación.