Con la aparición de las ciudades
es obvio que surgieran fenómenos y problemáticas propias de la concentración y
aglomeración humanas y una consecuente demanda creciente de bienes y servicios.
Hoy la tendencia a la
concentración poblacional en urbes cada vez más grandes ha llevado al fenómeno
de la aparición de las megalópolis que son un gran cuerpo integral con
dinámicas propias, soluciones propias y obviamente problemáticas propias.
El tema logístico para
comprender, enfrentar y tratar de mejorar y eficientar los diferentes flujos de
personas, equipos de transporte y materiales entre otros varios actores por las
vías de las grandes ciudades se ha convertido en todo un pandemónium.
Se habla del transporte público
que debe ser mejorado y potenciado permanentemente para desmotivar el uso del
transporte privado y del transporte privado que no se puede agotar pero que
genera grandes exigencias para poder desenvolverse dentro de las ciudades.
Ya no se habla de tipos de
transporte sino de transporte multimodal, donde la complementariedad de un tipo
de transporte con otro genera grandes nodos y redes centrales y otras
alimentadoras y distribuidoras, configurando una gran red de comunicaciones.
Lamentablemente estas redes se
van construyendo a medida que las ciudades crecen, teniendo que someterse a
restricciones propias de una ciudad que no se ha planificado desde cero, sino
que la tomar fuerza y auge, comienza a evidenciar demandas de todo tipo y a
exigir soluciones que deben ser suplidas sobre la marcha.
Irónicamente la construcción de
nuevas vías implica obra civil y temporalmente restricciones de movilización
por los sectores donde se encuentran los frentes de trabajo, lo que genera
congestión adicional mientras se realizan las obras. Esto se agrava cuando ni
los presupuestos ni los calendarios de las obras se cumplen.
Hoy términos como congestión,
trancones o tacos se han vuelto de uso cotidiano y permanente, ya que todos nos
tenemos que desplazar para cumplir o desarrollar actividades y donde el cálculo
tiempo-distancia se ha vuelto cada vez más incierto.
Esta situación acarrea enormes
costos en tiempo y enormes desgastes físicos y mentales para los ciudadanos.
Sin embargo, las inversiones
públicas, público-privadas y privadas son cada vez más numerosas y necesarias.
En mis años universitarios y
bajo la guía de extraordinarios profesores, hablábamos de la Teoría de Colas,
de la Teoría de Redes, de principios como los Procesos de Markov, entre otros, todos
apuntando desde los años 70 a la solución de un problema que desde ese entonces
comenzaba a despuntar.
La red de semáforos de nuestra
ciudad es de las más robustas y avanzadas del país, pero lamentablemente la
topografía, la gran cantidad de vehículos y la incultura ciudadana, muchas
veces hacen aparecer esa red como ineficiente.
Es claro que hay que hacer un
monitoreo permanente de la densidad y horario de los flujos para poder tener
una sincronización óptima posible de la red y dentro de la red, de sus
distintos nodos.
El respetar la señalización por
parte de peatones y conductores, el cambio del color verde al amarillo y luego
al rojo, es el paso fundamental para poder garantizar la fluidez de los
movimientos de los vehículos.
Decía Gandhi que “Un país,
una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”.
A manera de parodia, Sartre sostenía algo similar, pero refiriéndose al
comportamiento de peatones y conductores en las calles y en las aceras.
Nota 1. En este momento
están demoliendo el puente peatonal que cruza a la Avenida las Vegas y que
sirve (en teoría) a la comunidad del Politécnico Jaime Isaza Cadavid.
Este puente peatonal tuvo una “vida
inútil” de unos 20 años y brilló porque la gente no lo empleaba y prefería
poner en riesgo sus vidas cruzando de manera peatonal las 2 dobles calzadas de
la vía.
Suena irónico que sea una
comunidad educativa quien dé muestras de tan mala educación.
Una muestra más de la
incivilidad en medio de la cual sobrevivimos.
Nota 2. Parece que las
vías de hecho, los bloqueos a las carreteras y el chantaje se han convertido en
los caballos de batalla de quienes legítimamente hacen uso del derecho de
protesta, pero que, atentando contra los principios constitucionales, afectan a
todo el país.
Saturados ya con términos como “diálogo
social”, “mesas de trabajo” y “mesas técnicas”, estos espacios se han
convertido en lugares comunes para tener de qué conversar y de qué negociar,
pero que finalmente no se saben cuáles son las conclusiones a las que se llega,
sobre todo ante la incapacidad real de toma de decisiones.
Este mecanismo se le está
saliendo al Gobierno de las manos, máxime cuando no tiene autoridad moral para
deslegitimarlos y controlarlos.
Ya los bloqueos a las carreteras
por parte de diferente tipo de actores, se está volviendo algo común, lo cual
atenta contra el bienestar de todos.
Por ahí no es la cosa.
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