martes, 27 de agosto de 2024

De cara al porvenir: exabruptos

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

En este bendito país, la noria de los acontecimientos nos lleva al agotamiento y al cansancio, por no hablar de la desesperanza y de la absoluta incredulidad hacia todo y hacia todos.

El miércoles 7 de agosto se desarrolló por fin la audiencia de medida de aseguramiento en contra de Olmedo López y Sneyder Pinilla, exdirector y exsubdirector de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, así como del contratista Luis Eduardo López.

Durante la audiencia la fiscal delegada entregó las pruebas y muy orondamente realizó una increíble denuncia: en el curso del proceso han desaparecido varios documentos esenciales para la investigación, al menos 69 cajas con pruebas han desparecido.

Recordemos el caso de computadores extraviados recientemente en la Presidencia.

¿Cómo así? ¿Dónde están y quienes son los responsables de la cadena de custodia y de la seguridad y de la integridad de las pruebas que se recopilan para el proceso?

Si este fuera un país serio, que no lo es, toda la cadena de mando del poder ejecutivo desde el presidente de la República hasta los porteros y todos los presidentes de las altas cortes y los miembros del poder judicial, deben renunciar de manera inmediata, si es que todavía recuerdan y tienen claro cuál es el verdadero significado del concepto de responsabilidad y de honorabilidad.

Ahora, después de estar cerrado el caso aparecen nuevos videos del caso del asesinato de Mauricio Leal y la fiscalía reconoce que no se había dado cuenta. ¿Qué se dice ante esto?

Se vuelve a reabrir el “caso Colmenares” que ya parece una novela mexicana, pero de las malas, entre las malas, que le da y le da vueltas al asunto sin que finalmente nada se resuelva. ¡Amanecerá y veremos!

Lamentablemente en este país de corruptos, la lucha contra la corrupción es liderada por corruptos que, ya por acción, que, ya por omisión, que, ya por ineficiencia o ya por irresponsabilidad manifiesta, no permiten que se inicien y que avancen los procesos, que se castigue a los verdaderos culpables y que se recuperen los recursos robados, teniendo como socios a aquellos abogados litigantes que haciendo uso de las normas, hacen todo tipo de maromas para buscar el vencimiento de los términos.

Otra imagen patética es la del mediocre ministro de Defensa que tenemos, que en el día del Ejército Nacional y como balance de su pobre gestión reconoce abiertamente y sin pudor que han aumentado los crímenes, que se ha perdido control del territorio por parte del Estado y que además los procesos de paz están cayendo en un verdadero limbo.

Señor ministro: renuncie y deje de dar lora.

Repite el presidente de la República, sin mucha convicción, la necesidad de llamar a un diálogo nacional sobre temas que son obvios por su importancia.

Sin embargo, como en el cuento del Pastorcito mentiroso, independientemente de los actos y de las reuniones que se realicen, ya no se le cree y en verdad estamos hastiados de tanta verborrea y tan poca concreción en aquello de trabajar juntos por los altos intereses de la Nación.

¿Hace cuánto se está hablando de un acuerdo para la reactivación económica? ¿Si este asunto que es de interés para todos no es tratado con diligencia, qué podremos esperar de otro tipo de propuestas que benefician a algunos segmentos poblacionales específicos? ¡No hay nada que hacer!

Ya con el “sol a sus espaldas” le queda un año y cerca de 350 días para terminar este periplo lleno de buenas intenciones, de muchos desaciertos y por qué no, de algunas realizaciones.

Un Gobierno bulloso, lleno de escándalos y donde la corrupción hace de las suyas como nunca.

Ya casi entramos en campañas presidenciales y creo que seremos testigos de más de lo mismo, sin sorpresas, pero sí con muchas frustraciones con respecto a aquellos que en teoría deben orientar los destinos políticos del país, mientras la corrupción, las ambiciones clientelistas, los intereses personales y el egoísmo rampante, siguen siendo sus prioridades.

Que después no aparezcan desgarrándose las vestiduras y como las vírgenes necias o los líderes impotentes, aparezcan llorando por lo que perdieron o permitieron perder y que no supieron defender como hombres.