Luis Guillermo Echeverri Vélez
La región incendiada y seguimos hablando de una
lánguida democracia, de la cual todos abusan como les da la gana, muchos
protestan, pero no pasa nada.
Hay que entender que Venezuela y Colombia,
aunque tienen diferencias, conforman la misma región, tienen el mismo origen
fundacional, son naciones hermanas, comparten una gran frontera donde pasa de
todo, sufren exactamente los mismos males, y tienen al comando del Estado
gobiernos de truhanes de la misma calaña.
Venezuela ha estado arrasada por el socialismo
del siglo XXI por veinticinco años seguidos; allí y aquí, hay territorios
totalmente dominados por el narcoterrorismo encabezado por el Cartel de los
Soles, las FARC-EP, el ELN, el Tren de Aragua, el Clan del Golfo, y súmenle las
mafias de corrupción en los poderes administrativo, legislativo, judicial y en
los organismos de control del Estado.
En Venezuela toda esa delincuencia impune la
representan Maduro, Padrino, Diosdado y sus secuaces locales e internacionales.
Aquí son los narco-partidos los que conducen el Estado, con el nuevo M-19
representado por Gustavo Petro a la cabeza del poder, en abierta unión de hecho
con esas mismas inhumanas y violentas organizaciones terroristas, apoyado por
un sartal de mamertos criollos e internacionales, y respaldado por una
cleptocracia y unos contratistas estatales totalmente corruptos.
Nuestros congresistas y magistrados no se
atreven a secundar el pueblo que clama “Fuera Petro”, y eso los convierte en
cómplices. Quedó demostrado el pasado 20 de julio, cuando nadie le pidió la
renuncia, ni reclamó que se cumpla la ley ante la flagrante ilegitimidad del Gobierno
y su confesa asociación para delinquir con buena parte del Congreso, las cortes
y criminales de cuello blanco.
Muchos líderes gremiales, de la difunta
sociedad civil y los partidos políticos, dicen que quedan dos años, y que la
democracia prevalecerá en 2026 porque este es un país con una sólida
institucionalidad. Pero, como pasó en Cuba, Nicaragua y Venezuela hace ya
varias décadas, la mediocridad, la cobardía y el acomodamiento del liderazgo,
es el factor que puede permitir que Colombia pase a ser un totalitarismo de
hecho bajo la máscara de una democracia nominal.
¿Para qué nos decimos mentiras? Se expanden el
caos económico y la desesperanza social propagada por la inseguridad total, y
aquí la moda, bajo amenaza de una explosión de terrorismo urbano, es la
imposición tirana de las agendas de las minorías a la gran mayoría.
La historia da cuenta de que los tiranos sólo
caen derrocados por la fuerza. Y estamos en manos de tres tipos de bichos
políticos y gusanos burocráticos: los lánguidos mamertos voltearepas de
siempre; los corruptos que hoy conforman una cleptocracia abierta y
generalizada, y los criminales de lesa humanidad indultados por la estupidez y
la hipocresía de nuestros políticos que hablan de paz donde no la puede haber.
Aquí se terminó la entereza, la honorabilidad y
la justicia. Los principios los vendimos en el bazar de un poder estatal que no
respeta el Estado de derecho.
Somos víctimas de permitir la mediocridad
mamerta de los “políticamente correctos” que sólo hablan de democracias porque
les conviene. Cómplices por permitir la instauración de la cultura mafiosa
asociada al narcotráfico y una cleptocracia corrupta y clientelista que sólo
multiplicó los problemas que no fuimos capaces de solucionar antes de que aquí
también llegara el proyecto revolucionario bolivariano al poder en manos del M-19
y apoyado por el narcoterrorismo en 2022.
La desesperación es el producto de una ruina
estatal y de una inseguridad maquilladas e inmanejables que se multiplican
frente a una justicia y unas fuerzas armadas castradas mental y físicamente
cuando el enemigo de la ley subió al poder de manera ilegítima, y el país
político al igual que en 2017 se entregó a un narco comunismo terrorista
disfrazado de alianzas políticas democráticas.
Hoy existen todos los elementos para sacar del
poder al tirano con careta de presidente electo democráticamente. Pero aquí
nadie de los que por obligación tienen que hacerlo, se atreve a proceder
conforme a la Constitución y las leyes vigentes.
Si no nos ponemos las pilas ya mismo, anoten
bien lo que nos espera por tibios, cobardes, mediocres y cómodos: Un acuerdo
nacional entre todo tipo de delincuentes. Una constituyente a la medida del neo
estalinismo narcoterrorista, una ley de punto final, y otra elección
fraudulenta en 2026.
Lo demás es paja. Moriremos en el narco comunismo
y serán otras generaciones, tal vez después del 2050, las que vean cómo, de la
ruina total, rebroten la libertad y el orden en estos pueblos que liberó
Bolívar y que hoy han resuelto esclavizarse.