Luis Alfonso García Carmona
En medio de las
terribles vicisitudes que vivimos en Colombia, fue un bálsamo de relax, de
optimismo y esperanza, la heroica actuación de nuestra selección de fútbol
profesional en el torneo de la Copa América.
Pero fue, además, la
oportunidad para extraer conclusiones aplicables a nuestro diario vivir y a los
problemas que enfrentamos.
¿Qué nos hizo llegar
tan alto y llamar la atención mundial sobre nuestro valor en un deporte tan
popular como el fútbol? Me atrevería a señalar dos factores determinantes: una
impecable dirección técnica y un desempeño extraordinario por parte de la
plantilla seleccionada de jugadores. Se demostró, una vez más, que, en el
fútbol, como en los deportes en general, el trabajo constante, la disciplina,
la entrega a la hora de participar, el coraje, el profesionalismo, el trabajo
en equipo, la lealtad, la generosidad, son las que cuentan para dar resultados.
Estoy seguro de que hoy, después de la Copa, el valor de nuestros jugadores ha
subido de precio, el respeto por Colombia deportivamente hablando, por lo menos
en el fútbol, va en ascenso y nos esperan para el futuro grandes satisfacciones
que apenas empezamos a imaginar.
Contrasta este panorama
con el de nuestro futuro en los campos de la democracia, el Estado de derecho, la
economía, la justicia, la lucha contra el crimen, la protección de los
colombianos en sus vidas y en sus bienes, la educación, la seguridad social y
otros aspectos vitales para la convivencia y el bienestar de los asociados.
Si tenemos al frente el
modelo de nuestra Selección Colombia, ¿por qué hacemos lo contrario en temas
tan fundamentales? En lugar de una dirección técnica ejemplar, elegimos un
secuestrador y terrorista como presidente. Ahora, en vez de celebrar sus éxitos
como mandatario tenemos que maldecir la hora en que fue elegido. Y, para mayor
vergüenza nuestra, lo posesionamos a pesar de que no podía ser elegido por
haber sido condenado por delito doloso y existir evidencia de que estuvo preso
y salió por pena cumplida.
Por supuesto, en el
poder, en lugar de llamar a los mejores hombres y mujeres para el manejo de los
problemas del país, se rodeó de delincuentes, corruptos, narcotraficantes,
guerrilleros y los aliados de estos. Para ministro de Defensa no designó una
persona experta en seguridad que pudiera manejar los graves problemas de
desorden y criminalidad que existen en el país. Prefirió traer a Iván
Velásquez, un oscuro personaje que solo se ha distinguido por su odio contra el
ejército y la policía, y su enfermiza persecución contra quienes se opongan a
la ideología marxista-leninista que practica. Tal como lo hizo en Guatemala
donde fue expulsado del país y declarada persona non grata. ¿A quién se le
ocurre nombrar como ministro de Defensa a un enemigo declarado de las fuerzas
del orden? Es como si Lorenzo hubiera escogido un “tronco”, pagado por sus
rivales, para que pierda los partidos, como centro delantero de la selección.
Y así sucesivamente,
quienes en esta aciaga hora para Colombia llegaron a los más altos puestos del ejecutivo
y el legislativo, no llenan las más mínimas exigencias de probidad y capacidad
de gestión. Basta con leer el siguiente informe sobre el escándalo de la UNGRD
para adivinar hacia donde se dirige nuestra amada patria en manos de quienes
tienen el mando.[1]
¿Por qué no decidimos
ya conformar una gran Selección Colombia que se tome el poder por la vía
constitucional y cambie este entable de mediocres y corruptos por un equipo
independiente de las viejas castas políticas, respaldado por los millones de
colombianos que gritan “fuera Petro” en estadios y en las vías públicas? ¿Por
qué no llevamos al poder nuestra Selección Colombia con los mejores hombres y
mujeres para manejar al país por los senderos del orden, la democracia, la
justicia, el crecimiento económico, el respeto a la familia y a la vida, la
protección de la propiedad, la generación de empleo, la protección a los
enfermos y a los ancianos con adecuados sistemas de salud y de pensiones, la
guerra al narcotráfico y a la corrupción, la ayuda solidaria a los más
vulnerables y la gestión pública al servicio del bien común y no de los
intereses políticos de la extrema izquierda?