Luis Alfonso García Carmona
“La masa como tal es, en la hipótesis, el sujeto propio de la soberanía; y de hecho, la masa carece de discernimiento político, salvo en las cosas muy simples y fundamentales, donde el instinto de la naturaleza humana es más seguro que la razón.”(Jacques Maritain)
Somos, en nuestro propio país testigos del comportamiento de la masa al tenor de la hipótesis traída por Maritain. Durante varias décadas su falta de discernimiento político y su excesiva confianza en quienes han detentado el poder, han permitido que nuestra democracia se haya convertido en lo que ahora es: el anhelado botín de la voraz y radical izquierda. Mientras se engolosinaban los ancestrales caciques políticos con las mieles del poder, íbamos abriendo, paso a paso, el camino al lobo populista que nos tiene acorralados.
Como anota certeramente
el citado filósofo, cuando se trata de resolver las cosas más simples y
fundamentales, brota el instinto de la naturaleza humana, más seguro que la
razón. Se impone la necesidad primordial de la supervivencia, la natural
reacción contra el peligro, como se observa hasta en los animales que carecen
de discernimiento racional.
Fue, ni más ni menos,
lo que ocurrió cuando se sometió a la voluntad del pueblo el apoyo o el rechazo
a los pactos “de paz” adelantados en La Habana entre Juan Manuel Santos y los
bandoleros de las FARC.
No atendió la masa a
los cantos de sirena del Gobierno de turno, ni a las recomendaciones de los
medios de comunicación, el empresariado o la jerarquía de la Iglesia, ni a las
campañas publicitarias ampliamente financiadas con los presupuestos estatales.
El resultado fue que en las urnas el pueblo soberano rechazó mayoritariamente
el susodicho acuerdo.
Volvió la masa a bajar
la guardia y permitió que, perpetrando el prevaricato más detestable de
nuestros anales jurídicos, se diera vía libre al fallido pacto, mediante una
proposición del Congreso avalada por una corrupta corte. Las lamentables
consecuencias de tal despojo las sufre ahora la masa subyugada por la
criminalidad instaurada en los cargos más altos del Estado.
Parece que la desgracia
y la impotencia frente a la tiranía poseen la mágica fuerza de despertar en la
masa su instinto de supervivencia, su coraje frente a la adversidad. Pocos
meses después de posesionarse el régimen tiránico de Petro aparecieron
espontáneamente en todo el territorio nacional manifestaciones de protesta bajo
la consigna “Fuera, Petro”, las mismas que ahora se corean en estadios,
conciertos y sitios de reunión de masas.
Se confirma así la
hipótesis de que el instinto de la naturaleza humana se impone, en las cosas
fundamentales, sobre toda razón, venga de donde viniere. Con esas premisas,
podemos concluir que los días de la izquierda en el poder están contados.