Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez
El problema real y de fondo es el secuestro y
la destrucción de todo el aparato institucional al que están sometiendo al país
y su economía, sin que a los delincuentes les pase nada.
Aquí no queremos darnos cuenta de la verdadera
dimensión y magnitud del problema económico nacional. El daño a la
institucionalidad democrática y a la libertad de mercados que soporta nuestra
economía ya está causado.
Están heridos de muerte: la vida de las
personas sin sistema de salud, la seguridad que genera la confianza que permite
la inversión, los engranajes fundamentales que hacen que los mercados operen
libremente, y lo que es peor, no hay conciencia de la situación de los insumos,
bienes y servicios que se transan diariamente.
Para ponérsela fácil al lector, veamos con un
ejemplo realista lo que le pasa a la economía colombiana, y por qué el tema es
de fondo y no es asunto de más análisis de cifras, de efectos marginales, ni
porcentuales, ni de distracciones, divagaciones y discusiones sobre conceptos
técnicos especializados, en rimbombantes foros y agasajos a los verdugos.
Imaginémonos que hubo una trifulca y llevan la
economía colombiana en ambulancia, va herida de muerte. La policía trató de
intervenir cuando los disparos, pero salió corriendo y no hizo nada, porque los
tienen amenazados de que si combaten delincuentes los acusan por patear la mesa
de negociaciones con los bandidos.
Lo más grave es que los criminales atracaron la
ambulancia y se disfrazaron de enfermeros. Llegan a urgencias y resulta que
como cambiaron el sistema de salud no hay galenos para atender el paciente.
Todo parece indicar que los que van a atender al herido, son los mimos que le
pegaron dos balazos y tres puñaladas.
Colombia está mal herida, perdió el
conocimiento, tiene convulsiones la tienen que meter de inmediato a la sala de
cirugía.
Van a despertar dos estudiantes de medicina
encargados de urgencias. Estos piden toda suerte de exámenes previos: sangre,
radiografías y un coprológico, pero el laboratorio no es confiable pues no hay
reactores por lo del hackeo al Invima. Llegan al hospital unos reporteros, un
delegado de los entes de control y un dirigente gremial, pero se limitan a
observar y no se atreven a comentar nada. Conversan con los estudiantes y se
van todos de rumba a una cantina cercana mientras llegan los resultados de los
exámenes.
El caso no da espera. Aparecen entonces los
criminales que venían en la ambulancia, ahora vestidos de médicos. Uno procede
a sacarle la sangre al paciente para venderla en bolsas en un metedero
clandestino cercano. Llevan al herido a un quirófano y esperan fumando bazuco
mientras el paciente convulsiona.
De pronto el herido despierta y al ver la
situación trata de volarse del hospital, pero ya no tiene fuerzas, boquea y se
muere. Los supuestos galenos son vendedores de órganos. Preparan todo para
sacarle el corazón, el hígado y los riñones, para que los lleven pronto en
avión privado a Venezuela, que allá los necesitan para unos trasplantes.
Llega la familia y no le dan razón de nada de
lo ocurrido. La mandan a hacer una fila para pagar antes de darle los
resultados de los exámenes. Luego se inventan una falsa causa de defunción.
El problema es de fondo. La economía se
desangra, está moribunda. El caso no aguanta más tecnicismos que no explican la
gravedad de todo el sistema. Es un caso de vida o muerte donde hay que actuar
de manera inmediata y contundente o de lo contrario, como en la historia, habrá
un desplome causado intencionalmente por quienes insisten cambiar el sistema de
libertades económicas, por uno estatista y expropiatorio, propio del caótico
narco socialismo del siglo XXI.