Para nosotros los antioqueños,
hablar de Bancolombia es hablar del banco de uno, del banco de todos, como en
su momento nos referíamos así al Banco Industrial Colombiano -BIC- o a nuestra muy
querida y añorada Conavi.
Bancolombia es para nosotros lo
que el Banco de Occidente es para los vallunos o el Banco de Bogotá para los bogotanos,
teniendo presente una permanente y sana competencia por la calidad del servicio
y el aprovechamiento de los avances tecnológicos para facilitar las operaciones
y darles seguridad a las diferentes transacciones que realizan sus clientes.
Su solvencia patrimonial, sus
buenos resultados, las campañas cívicas que ha liderado -como la del apoyo al Metro
en sus momentos más oscuros, que determinó lo que hoy se reconoce como la Cultura
Metro, han hecho posible que lo consideremos merecidamente como parte del
patrimonio de los antioqueños.
Sin embargo, de un tiempo para
acá, sobre todo después de las fusiones de Banco de Colombia y de Conavi, la
plataforma tecnológica que soporta el negocio -o las diferentes plataformas- se
han vuelto inestables y los daños o la suspensión temporal de la operación se
hacen cada vez más frecuentes, con los enormes perjuicios de todo tipo que
estas conllevan para personas e instituciones.
Y es que ya no son casos
aislados y esparcidos en el tiempo. Es normal la falla en el servicio con el
consecuente deterioro de la imagen, la confianza y la credibilidad ante sus
casi 20 millones de clientes, entre los cuales me encuentro.
Desde hace años se ha tratado de
sostener y darle mantenimiento a una plataforma que a punta de “parches” como
se dice en el argot técnico y hoy inundada por el uso de las llamadas APPS que
cumplen funciones puntuales y focalizadas pero que no fueron diseñadas para una
posterior integración, se ha tenido que incrementar la labor de mantenimiento y
de reacción ante las fallas, con los enormes costos de todo tipo y con la
insatisfacción y preocupación de los diferentes
públicos de interés que resultan damnificados.
Competir en un mundo globalizado
y altamente competitivo como lo es el mercado bancario, con herramientas
tecnológicas que no ofrecen la suficiente garantía es un verdadero despropósito,
un verdadero suicidio.
Es claro el desconocimiento de
cómo se maneja al interior de Bancolombia este tema tecnológico, pero como
usuario uno lo padece, y por los resultados evidentes, algo no está funcionando
bien.
Hablar de incrementar la
bancarización en un país como Colombia, ante este tipo de circunstancias,
resulta como mínimo pretencioso e irrespetuoso, y lo básico que se le exige a
un banco es la salvaguardia del dinero de los clientes y el respeto que merecen
por la confianza depositada, a través de cada vez más y mejores servicios y,
obviamente, productos adecuados a tasas competitivas, acompañado todo esto de
un alto rendimiento en la seguridad transaccional.
Por respeto y tranquilidad
consigo mismo, Bancolombia debe acceder lo más pronto posible a una más
eficiente y segura plataforma, teniendo en cuenta que existen alternativas
probadas en muchos países del mundo.
De igual manera, ante los
diferentes clientes y distintos grupos de interés que merecen respeto y
consideración, es inaplazable ponerle coto a la incertidumbre creciente con
respecto a la estabilidad y el buen funcionamiento de la o las plataformas
tecnológicas que soportan las transacciones cotidianas.
Es hora de las decisiones de
fondo, de la acción y del establecimiento de los correctivos del caso.
Recordemos que no por hacer más
de lo mismo, podemos esperar obtener resultados distintos.
¡Para adelante!