martes, 4 de junio de 2024

De cara al porvenir: nuestra violencia doméstica

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Recordemos que somos contemporáneos todos aquellos que estamos vivos en un mismo momento del tiempo, como es el caso de nosotros, de un bebé recién nacido y de un anciano de 110 años.

En cambio, los coetáneos somos aquellos que nacimos en el mismo año, es decir, pertenecemos a una misma cosecha y por qué no, enmarcamos con mayor precisión una generación hecha a la medida.

Para los contemporáneos, los hechos históricos son más o menos comunes, mientras que, para los coetáneos, son verdaderas vivencias y aproximaciones desde una óptica más homogénea.

Se podría aseverar que es más fácil la comprensión de la realidad entre coetáneos que entre contemporáneos, aun cuando ambos estamos influenciados por nuestras propias características e intereses individuales en términos de formación, experiencia, capacidad de análisis, objetividad y ejercicio de la tolerancia.

Para mis compañeros de colegio que entramos todos mínimo de 8 años a primero elemental, es apenas obvio hablar del Teatro Junín, del aviso de Coltejer, de la construcción del Edificio Coltejer y de la Avenida Oriental, de los Juegos Centro Americanos y del Caribe de 1978, de las distintas fases de ampliación del Estadio Atanasio Girardot, del tortuoso camino recorrido por nuestro Metro hasta ser una realidad, de la Copa Libertadores de Nacional, del narcoterrorismo, de la llegada de “La Gorda” de Botero al Parque de Berrio, entre otros varios hitos recientes de nuestra parroquial historia.

A lo anterior hay que agregar el espacio geográfico en el cual se desenvuelve nuestra vida, pues el ritmo y dimensión de los acontecimientos no es de igual proporción y magnitud en todas partes del planeta.

Veamos por ejemplo unos ejemplos simples de aquellas noticias de violencia propias de nuestra ciudad desde los años sesenta.

Se traen las tristes historias y las fábulas de la violencia partidista, de los bandoleros, de cómo se abandonaba el campo y eran asesinados campesinos y finqueros. Nombres como el de Sangre Negra generaban escozor entre los habitantes de la villa de entonces.

Algunos nos acordamos con pavor del primer secuestro y asesinato de un niño llamado Germán Fernández Madrid por parte de Pedro Nel Goez Tavera y Ester Palacios en 1965.

De igual manera, el apodo de Carevieja, dado a un criminal, nos llenaba de espanto.

Fue en 1968 cuando Posadita asesinó y descuartizó a Ana Agudelo en el Edificio Fabricato y empacó y esparció por los tejados vecinos partes de su cuerpo, toda una tragedia que nos conmocionó en ese momento histórico.

Era la época de los crímenes y criminales individuales y no se hablaba todavía del crimen organizado o de las organizaciones delictivas de nuestro tiempo, que comenzaron a llamarse bandas para robar bancos o residencias y luego verdaderos imperios criminales alrededor de la droga y otro tipo de actividades ilícitas.

Se divulgaban como hoy, de manera morbosa, algunas noticias amarillistas y rojas, y programas radiales como “La ley contra el hampa” nos hacían tener confianza en las autoridades.

Todos sabíamos que “La Bola” era el carro que utilizaba la Policía para transportar a quienes estuvieran haciendo fechorías a la respectiva Inspección de Policía.

Eran los periódicos y la radio quienes nos informaban, no siempre en vivo y en directo, como lo comenzamos a observar con la aparición de la televisión.

Hoy por hoy, la cosa es más distinta, para peor. El crimen se ha globalizado y hoy tenemos que reconocer la existencia de múltiples y variados tipos de violencia que van desde los conflictos intrafamiliares hasta los conflictos bélicos entre países, llegando a escaladas de tipo planetario a través del desarrollo tecnológico y el armamentístico.

Antes nos matábamos individualmente y hoy lo hacemos de manera masiva o también de manera particular a través de sofisticadas tecnologías entre las cuales reconocemos a los drones militares.

Somos testigos de cómo se desenvuelven conflictos en diferentes partes del planeta y cómo nuestra “Bella Villa” se ve afectada también y en orden creciente por diferentes tipos de delitos que configuran un marco de inseguridad que a todos nos impacta.

Habrá que seguir luchando para que nuestro vividero siga siendo amable y podamos existir con algún mejor nivel de tranquilidad al que hoy tenemos.

Recordemos a Max Born, Premio Nobel de Física en 1954, cuando decía: “La creencia de que existe una sola verdad y de que uno mismo está en posesión de ella me parece la raíz más profunda de todo el mal en el mundo”.