Aun cuando este título
inmediatamente nos transporta al mundo de la globalización, del comercio
internacional y de las economías internacionales, quiero adentrarme al concepto
desde lo meramente futbolístico, a partir de las experiencias que vivimos en el
fútbol profesional colombiano.
En nuestro pequeño entorno, se
le vino el mundo encima al seleccionador nacional Juan Carlos Lorenzo –hasta
ahora exitoso en las eliminatorias al mundial y con varios partidos amistosos, con
un total de casi 20 fechas en calidad de invicto y en espera de un examen final
complejo como lo es la Copa América a la cual Colombia debe aspirar a ganar–
cuando respondió ante la pregunta de por qué no convocaba jugadores del torneo
local y contundentemente respondió que nuestro campeonato no era competitivo.
Puede que la respuesta no sea
políticamente correcta, pero es absolutamente cierta.
Los argumentos los podemos
encontrar desde varios frentes: primero, fuera de los técnicos nacionales Gabriel
Ochoa Uribe, Francisco Maturana, Hernán Darío Gómez, Juan Carlos Osorio, Reinaldo
Rueda y nuestro malogrado Luis Fernando Montoya, ningún otro ha tenido la
preeminencia local y la relevancia internacional al salir como campeón o
participar en finales de torneos internacionales en el ámbito profesional o de
selección de mayores.
De resto, son técnicos
nacionales rendidores en lo local, poco ambiciosos, cuyo principal objetivo es
“quedar entre los 8” para poder participar en los cuadrangulares semestrales
finales y de pronto quedar clasificados ya sea para participar de manera
directa o de repechaje en la Copa Libertadores o en la Copa Suramericana del
año siguiente, torneos en los que con muy altas probabilidades y con las
excepciones propias de toda actividad humana –Atlético Nacional, Once Caldas e
Independiente Santafé–, no se conseguirá absolutamente nada, salvo permanentes
y continuados fracasos.
Esto aplica también para la casi
totalidad de técnicos extranjeros que llegan sin merecimientos y sobre todo sin
haber obtenido logros internacionales, lo cual nos ayuda a sumirnos en una
mayor mediocridad en cada campeonato. El factor diferencial entre los técnicos
locales y los extranjeros es casi inexistente.
Caso aparte, cuando hablamos de
un Zubeldía, de un Bilardo antes de ser campeón mundial, de un Luis Cubilla y,
por qué no, de un Pelusso, campeón de la Copa Suramericana con Santafé y
algunos otros ganadores de torneos de menor nivel.
Para peor, nos circulamos y
reciclamos técnicos y jugadores que fracasando en un equipo son anunciados como
los salvadores de otro equipo para la siguiente temporada, embarcados en una
espiral permanente de ensayos y fracasos.
Mientras no salgamos a la cancha
y enfrentemos los distintos campeonatos con la mentalidad ganadora y con el
único objetivo de ser campeones, no pasará nada y seguiremos obteniendo los
mismos pobres resultados.
Los Gameros, los Torres, los
Pinto, los Bodhert, los Restrepo, los González, los Herrera, los García, los Sarmiento,
los Álvarez, los Márquez, los Rivera, los Reyes, y todos los demás, incluyendo
los técnicos extranjeros, son buenos, pero no marcan la diferencia y no tienen,
en la mayoría de los casos, una trayectoria internacional exitosa que los
respalde.
Acompaña lo anterior el efectismo
en resultados, lo que ha generado una gran inestabilidad entre los técnicos que
se contratan y quienes ante 4 o 5 resultados malos son cambiados abruptamente,
usualmente por uno de los conocidos que está sin equipo y que acaba de fracasar
en el último que dirigió.
Segundo, los directivos son
gente muy importante, pero gente que no sabe en la mayoría de los casos cómo
manejar equipos de fútbol y menos, verdaderos clubes de fútbol. Directivos como
Alex Gorayev, Hernán Botero Moreno o Gabriel Camargo ya no se volvieron a ver. Desde
la composición de sus dueños, donde hay de todo tipo de personas, hasta la
estructuración organizacional de cada equipo se ven improvisaciones propias de
equipos recién fundados, no de equipos como los colombianos donde la mayoría
tiene más de 50 años de funcionamiento y una pretendida experiencia que no se
ve, lo cual debería darles capacidades gerenciales para estructurarlos como
verdaderas empresas con afiliados o accionistas, sede administrativa y
deportiva propia, escuelas, caza talentos, mercadeo internacional y sobre todo,
resultados.
Tercero, aquí le llamamos
“proceso” a cualquier cosa, en el entendido que un proceso debe tener un
inicio, una razonable continuidad, pero, sobre todo, resultados exitosos.
Un proceso serio incluye la
conformación de un buen equipo, políticas y estrategias establecidas para la
ubicación y contratación de verdaderos refuerzos locales e internacionales, una
clara política y un proyecto definido de divisiones inferiores, lo que hoy
llamamos a boca llena como “cantera”, que sirve para identificar, fundamentar,
moldear y visibilizar nuevos prospectos que deben ser iniciados en el juego del
profesionalismo antes de venderlos con una inexplicable extrema prontitud al
mejor postor.
Si un jugador a contratar ya sea
nacional o extranjero no ofrece factores diferenciales evidentes, es claro que
será un fracaso y una gran frustración.
Un equipo competitivo requiere
mínimo de una columna vertebral básica constituida por un excelente y muy
experimentado arquero, un defensa central líder, un volante creativo y un
delantero goleador. De no lograr estructurar esa columna básica, el equipo se
enredará tratando de sobre aguar de partido en partido. Recordemos que los
jugadores amateurs ganan partidos, pero los jugadores experimentados ganan
títulos.
Lo anterior con excepciones
contundentes como lo acontecido con Atlético Nacional con el inolvidable “kínder”
de Zubeldía, con distintos arqueros que desde jóvenes demostraron ser unos
verdaderos fenómenos como Higuita, Ospina, Mier y por qué no, Marquínez. Con
defensas centrales como Andrés Escobar, Aquivaldo Mosquera, Luis Fernando
Suárez, Davidson Sánchez, Carlos Cuesta. Laterales como Gerardo Moncada, Gilberto
Salgado, Víctor Luna, Jorge Porras, Camilo Zúñiga. Mediocampistas como Hernán
Darío Herrera, Jorge Peláez, Norberto Peluffo, Pedro Sarmiento, Carlos
Gutiérrez, Herman Gaviria, Néider Morantes, Fredy Totono Grisales, Sebastián
Pérez, Sebastián Gómez. O delanteros como Víctor Hugo Aristizábal, Juan Pablo
Ángel, John Jairo Trellez, Carlos Ricaurte, Gabriel Barrabás Gómez, Juan Jairo
Galeano, Marlos Moreno.
En cuarto lugar, las fanaticadas
y los medios de comunicación merecen ser tenidos en cuenta pues hacen parte
fundamental del ambiente futbolístico que enmarca la actividad y que lo
convierte en un verdadero espectáculo de masas y en uno de los principales
entretenimientos en el planeta.
Quinto. Gran responsabilidad
tiene en el ámbito global una de las principales multinacionales del mundo: la
FIFA. Sus decisiones, los reglamentos, la definición de sedes y la organización
de torneos oficiales, así como garantizar que los arbitrajes sean idóneos y
objetivos son sus máximas responsabilidades.
Como podemos observar, este
pequeño gran mundo que es el fútbol, nos permite establecer analogías entre el
mundo empresarial general global y esta actividad.
No podemos seguir esperando que
nuestro futbol profesional colombiano sea competitivo, cuando al llegar a una
final no llegan los mejores –porque no los hay–, solo aparecen los menos malos.
Le doy toda la razón al profe
Lorenzo.
Nota: por último, y como
una postura absolutamente personal, no estoy de acuerdo con que, en el mundo,
sean las casas de apuestas las patrocinadoras de los campeonatos o de algunos
equipos.