martes, 25 de junio de 2024

De cara al porvenir: falta de competitividad

Pedro Juan González Carvajal
Pedro Juan González Carvajal

Aun cuando este título inmediatamente nos transporta al mundo de la globalización, del comercio internacional y de las economías internacionales, quiero adentrarme al concepto desde lo meramente futbolístico, a partir de las experiencias que vivimos en el fútbol profesional colombiano.

En nuestro pequeño entorno, se le vino el mundo encima al seleccionador nacional Juan Carlos Lorenzo –hasta ahora exitoso en las eliminatorias al mundial y con varios partidos amistosos, con un total de casi 20 fechas en calidad de invicto y en espera de un examen final complejo como lo es la Copa América a la cual Colombia debe aspirar a ganar– cuando respondió ante la pregunta de por qué no convocaba jugadores del torneo local y contundentemente respondió que nuestro campeonato no era competitivo.

Puede que la respuesta no sea políticamente correcta, pero es absolutamente cierta.

Los argumentos los podemos encontrar desde varios frentes: primero, fuera de los técnicos nacionales Gabriel Ochoa Uribe, Francisco Maturana, Hernán Darío Gómez, Juan Carlos Osorio, Reinaldo Rueda y nuestro malogrado Luis Fernando Montoya, ningún otro ha tenido la preeminencia local y la relevancia internacional al salir como campeón o participar en finales de torneos internacionales en el ámbito profesional o de selección de mayores.

De resto, son técnicos nacionales rendidores en lo local, poco ambiciosos, cuyo principal objetivo es “quedar entre los 8” para poder participar en los cuadrangulares semestrales finales y de pronto quedar clasificados ya sea para participar de manera directa o de repechaje en la Copa Libertadores o en la Copa Suramericana del año siguiente, torneos en los que con muy altas probabilidades y con las excepciones propias de toda actividad humana –Atlético Nacional, Once Caldas e Independiente Santafé–, no se conseguirá absolutamente nada, salvo permanentes y continuados fracasos.

Esto aplica también para la casi totalidad de técnicos extranjeros que llegan sin merecimientos y sobre todo sin haber obtenido logros internacionales, lo cual nos ayuda a sumirnos en una mayor mediocridad en cada campeonato. El factor diferencial entre los técnicos locales y los extranjeros es casi inexistente.

Caso aparte, cuando hablamos de un Zubeldía, de un Bilardo antes de ser campeón mundial, de un Luis Cubilla y, por qué no, de un Pelusso, campeón de la Copa Suramericana con Santafé y algunos otros ganadores de torneos de menor nivel.

Para peor, nos circulamos y reciclamos técnicos y jugadores que fracasando en un equipo son anunciados como los salvadores de otro equipo para la siguiente temporada, embarcados en una espiral permanente de ensayos y fracasos.

Mientras no salgamos a la cancha y enfrentemos los distintos campeonatos con la mentalidad ganadora y con el único objetivo de ser campeones, no pasará nada y seguiremos obteniendo los mismos pobres resultados.

Los Gameros, los Torres, los Pinto, los Bodhert, los Restrepo, los González, los Herrera, los García, los Sarmiento, los Álvarez, los Márquez, los Rivera, los Reyes, y todos los demás, incluyendo los técnicos extranjeros, son buenos, pero no marcan la diferencia y no tienen, en la mayoría de los casos, una trayectoria internacional exitosa que los respalde.

Acompaña lo anterior el efectismo en resultados, lo que ha generado una gran inestabilidad entre los técnicos que se contratan y quienes ante 4 o 5 resultados malos son cambiados abruptamente, usualmente por uno de los conocidos que está sin equipo y que acaba de fracasar en el último que dirigió.

Segundo, los directivos son gente muy importante, pero gente que no sabe en la mayoría de los casos cómo manejar equipos de fútbol y menos, verdaderos clubes de fútbol. Directivos como Alex Gorayev, Hernán Botero Moreno o Gabriel Camargo ya no se volvieron a ver. Desde la composición de sus dueños, donde hay de todo tipo de personas, hasta la estructuración organizacional de cada equipo se ven improvisaciones propias de equipos recién fundados, no de equipos como los colombianos donde la mayoría tiene más de 50 años de funcionamiento y una pretendida experiencia que no se ve, lo cual debería darles capacidades gerenciales para estructurarlos como verdaderas empresas con afiliados o accionistas, sede administrativa y deportiva propia, escuelas, caza talentos, mercadeo internacional y sobre todo, resultados.

Tercero, aquí le llamamos “proceso” a cualquier cosa, en el entendido que un proceso debe tener un inicio, una razonable continuidad, pero, sobre todo, resultados exitosos.

Un proceso serio incluye la conformación de un buen equipo, políticas y estrategias establecidas para la ubicación y contratación de verdaderos refuerzos locales e internacionales, una clara política y un proyecto definido de divisiones inferiores, lo que hoy llamamos a boca llena como “cantera”, que sirve para identificar, fundamentar, moldear y visibilizar nuevos prospectos que deben ser iniciados en el juego del profesionalismo antes de venderlos con una inexplicable extrema prontitud al mejor postor.

Si un jugador a contratar ya sea nacional o extranjero no ofrece factores diferenciales evidentes, es claro que será un fracaso y una gran frustración.

Un equipo competitivo requiere mínimo de una columna vertebral básica constituida por un excelente y muy experimentado arquero, un defensa central líder, un volante creativo y un delantero goleador. De no lograr estructurar esa columna básica, el equipo se enredará tratando de sobre aguar de partido en partido. Recordemos que los jugadores amateurs ganan partidos, pero los jugadores experimentados ganan títulos.

Lo anterior con excepciones contundentes como lo acontecido con Atlético Nacional con el inolvidable “kínder” de Zubeldía, con distintos arqueros que desde jóvenes demostraron ser unos verdaderos fenómenos como Higuita, Ospina, Mier y por qué no, Marquínez. Con defensas centrales como Andrés Escobar, Aquivaldo Mosquera, Luis Fernando Suárez, Davidson Sánchez, Carlos Cuesta. Laterales como Gerardo Moncada, Gilberto Salgado, Víctor Luna, Jorge Porras, Camilo Zúñiga. Mediocampistas como Hernán Darío Herrera, Jorge Peláez, Norberto Peluffo, Pedro Sarmiento, Carlos Gutiérrez, Herman Gaviria, Néider Morantes, Fredy Totono Grisales, Sebastián Pérez, Sebastián Gómez. O delanteros como Víctor Hugo Aristizábal, Juan Pablo Ángel, John Jairo Trellez, Carlos Ricaurte, Gabriel Barrabás Gómez, Juan Jairo Galeano, Marlos Moreno.

En cuarto lugar, las fanaticadas y los medios de comunicación merecen ser tenidos en cuenta pues hacen parte fundamental del ambiente futbolístico que enmarca la actividad y que lo convierte en un verdadero espectáculo de masas y en uno de los principales entretenimientos en el planeta.

Quinto. Gran responsabilidad tiene en el ámbito global una de las principales multinacionales del mundo: la FIFA. Sus decisiones, los reglamentos, la definición de sedes y la organización de torneos oficiales, así como garantizar que los arbitrajes sean idóneos y objetivos son sus máximas responsabilidades.

Como podemos observar, este pequeño gran mundo que es el fútbol, nos permite establecer analogías entre el mundo empresarial general global y esta actividad.

No podemos seguir esperando que nuestro futbol profesional colombiano sea competitivo, cuando al llegar a una final no llegan los mejores –porque no los hay–, solo aparecen los menos malos.

Le doy toda la razón al profe Lorenzo.

Nota: por último, y como una postura absolutamente personal, no estoy de acuerdo con que, en el mundo, sean las casas de apuestas las patrocinadoras de los campeonatos o de algunos equipos.