Por José Alvear Sanín
No quiero siquiera
imaginar que la elección de la Dra. Camargo como fiscal tenga que ver con un
revivido “cartel de la toga” en la Corte Suprema de Justicia. Tampoco quiero
considerar la posibilidad de que ese nombramiento haya sido motivado por el
razonable temor que infunde el autor de la terna, expurgada de una jurista
independiente, y retocada, como todo el mundo recuerda.
Aun descartando
motivación abyecta, la CSJ se ha sumido en la indignidad, para presentarse ahora
ante el país como un tribunal genuflexo y supino, incapaz, por tanto, de
inspirar respeto.
Seis días después de
las gigantescas marchas que indican el estado de opinión de un país asqueado
por el escándalo diario que ofrece el Gobierno, la Corte prefiere ponerse al
servicio de un régimen que va eliminando metódicamente todos los vestigios del
Estado de Derecho, en la veloz carrera que ha emprendido para que Colombia sea
una segunda Venezuela.
Lo menos grave que ha
ocurrido es que con la Fiscalía de bolsillo puedan respirar tranquilos tanto la
ralea de los Petro —padre, hijo, hermano— como sus sicofantes, porque 50
millones de colombianos ya no podrán esperar “tranquilidad ni garantías” del
activismo político de extrema izquierda que a partir de ahora ha de imperar en
la Fiscalía.
El país esperaba la
devolución de la retocada terna, o la negativa a escoger entre las postuladas
por el Gobierno de la “paz total” y los carrotanques. En cambio, la Corte, que fue
capaz de rechazar la terna de Uribe (infinitamente mejor que la de Petro) durante
tantos meses, se somete ahora a la de este, quizá porque el primero no infunde
terror ni exhibe los antecedentes incendiarios del segundo.
Como nadie ha pensado
que la Dra. Camargo sea “buena”, escaso consuelo ofrecen quienes justifican a
la Corte diciendo que escogió a la menos mala...
***
¡Teatro, puro teatro,
la reacción de Petro frente a la elección de la nueva fiscal!