Como las cosas hay que llamarlas
por su nombre, hay que reconocer que, en el ámbito nacional, departamental y
municipal, se ha convertido en una práctica común, el cambio de perfiles para
poder hacer nombramientos de personas conocidas o asociadas al proyecto
político en particular que no cumplen los requisitos inicialmente planteados
para los cargos. Para no dar ningún tipo de rodeo, esto también es una forma
flagrante de corrupción.
Los grandes teóricos de la ciencia
y de la teoría política coinciden en que para que exista verdadera democracia
deben existir partidos políticos fuertes, maduros, con ideas y propuestas
claras, y sobre todo, con cuadros administrativos que les permitan escoger
entre sus miembros y hacer nombramientos de personal idóneo en los distintos
frentes de la administración pública, cuando sea el momento de gobernar.
Un muy querido profesor me decía
en su momento que lo único que uno necesitaba para ser ministro, era que lo
nombraran, y evidentemente tenía toda la razón.
Palabras sabias. Ve uno las
personas que nombran hoy en día, con las debidas excepciones como en cualquier
actividad humana, y da grima. Una cosa es ser preparado y otra saber del tema
en cuestión. Una cosa es ser buen aliado político o persona de confianza y otra
estar preparado para el cargo.
Para eso se estudia y para eso
existen diferentes áreas de conocimiento, “zapatero a tus zapatos”.
Nombrar por nombrar, para ocupar
cargos, es triste y costoso para cualquier país a cualquier nivel. Se cambian
perfiles para ministros, para miembros de juntas directivas, para gerentes y presidentes
de empresas del Estado, para secretarios de despacho de entidades territoriales,
se hace delante de todo el mundo y nadie dice nada y, obviamente, no pasa nada.
¿Para qué las asociaciones de
profesionales? ¿Para qué la Comisión Nacional del Servicio Civil? ¿Para qué las
universidades? ¿Para qué los gremios económicos sectoriales y subsectoriales?
No seamos tan bobos, ni tan
displicentes, ni tan importaculistas. Nos están metiendo la mano a la
boca y nadie se pronuncia al respecto…. entonces, como dice el chiste, “relajémonos
mientras nos violan”.
Luego no nos quejemos ni nos
contentemos con hacer chistes destemplados alrededor de aquel o aquella
funcionaria a quien le quede grande el cargo, no dé pie con bola y obviamente
desperdicie y dilapide los recursos.
Esta situación es común en la
mayoría de los gobiernos, pero en el actual, está absolutamente desbordado.
Un directivo o un alto ejecutivo
deben dar resultados. Para ello deben tener criterio gerencial, saber de
estrategia, tener claros los objetivos, conocer las políticas y liderar a su
equipo o grupo de trabajo. En lo público y sobre todo en Colombia, todo está
reglado. Existen leyes, decretos, resoluciones, sentencias, ordenanzas,
acuerdos, entre otros varios tipos de normas y reglamentos, es decir un
verdadero berenjenal que hay que conocer y saber interpretar para poder
administrar la cosa pública.
Además, solo se tienen 4 años
para sacar adelante el programa de Gobierno que ganó y que luego se convierte
en un mal llamado Plan de Desarrollo.
Para poder aprovechar el tiempo
no se deben tener improvisaciones. Se ha tenido tiempo para preparar proyectos
de ley, de ordenanza y de acuerdo, de modo que, una vez instaladas las sesiones
ordinarias del Congreso, de las Asambleas y de los Concejos, se presenten y
comiencen sus trámites normales.
Así mismo se debe tener listo el
equipo de trabajo con el cual se va a trabajar. De no hacerlo, todo va contra
el tiempo que se tiene para realizar acciones en pro de los ciudadanos. Hoy
creemos que a punta de “comisiones de empalme” la cosa queda entendida, lo cual
es falso.
Quiérase que no, apenas se
conoce el nombre del sucesor del presidente, de los gobernadores o de los
alcaldes, independientemente de la fecha de terminación de los períodos, el
ritmo cambia y los esfuerzos se orientan a empalmes o a negociaciones de índole
político.
Lo anterior implica que se
pierden meses de trabajo al iniciar el período de gobierno y se pierden meses
haciendo los respectivos empalmes.
Este panorama es conocido y
vivido por todos. Si queremos en verdad fortalecer nuestra fragilísima democracia,
debemos comenzar por apretar aquellos tornillos que sabemos que están flojos.
Un pensamiento de Ángela Merkel,
excanciller alemana, es aplicable a los distintos niveles de gobernantes: “Los
presidentes no heredan problemas. Se supone que los conocen de antemano, por
eso se hace elegir para gobernar con el propósito de corregir esos problemas.
Culpar a los predecesores es una salida fácil y mediocre”.
Que quede claro, que eso lo dice
La Merkel.