Por: Luis Alfonso García Carmona
Comenzó el 2024 sin
cambios en las peligrosas tendencias que conducen al abismo a la sociedad
colombiana desde el arribo al poder de la izquierda radical, en asocio de sus
indeseables aliados.
Entre tanto,
continúa la clase dirigente evadiendo su innegable responsabilidad en la
aprobación mediante el “soborno parlamentario” de los proyectos que a
consideración del Congreso remite el Ejecutivo. Ese es el remedo de democracia
que nos ha tocado vivir en esta aciaga hora de nuestra historia.
Por su parte, el
sector privado, casualmente el sector que lleva todas las de perder en los
regímenes colectivistas, escoge la política del avestruz y cree que su timorata
actitud lo exonerará de las expropiaciones y ataques de todo tipo a la
propiedad privada y a la libertad de empresa que el petrismo le tiene
reservadas.
Por el contrario,
sí existe una oposición extraparlamentaria, espontánea y mayoritaria, que no
comparte la ideología socialista, ni los absurdos proyectos en que se ha
empeñado el Gobierno, ni la rampante corrupción que se practica desde las altas
esferas hasta los más alejados territorios, ni la inseguridad de los
habitantes, ni la mediocridad de quienes son designados en altos cargos por su
fanatismo o por sus aportes a la campaña electoral.
Tres aldabonazos han
dado esa gran población de descontentos con el régimen: marchas multitudinarias
de protesta, clamorosos llamados al “Fuera, Petro” en estadios deportivos, conciertos
y ferias de Colombia, y una estruendosa derrota a los candidatos amigos del
régimen en las pasadas elecciones regionales.
Vale la pena anotar
que ninguna de estas manifestaciones de oposición ha sido coordinada por
partidos políticos opuestos al Gobierno, pues estos dejaron de existir.
Responden a una movilización de una fuerza cívica, independiente, sin
caudillajes, que solo aspira al bien de Colombia.
¿Cuál debe ser el
camino a seguir?
Encaucemos y
organicemos de manera racional y sistemática esa gran fuerza independiente, y arbitremos
los recursos económicos y tecnológicos para convertirla en el motor de cambio
que requiere el país.
No nos preocupemos
ahora por los elementos doctrinarios pues basta con saber que procuraremos
defender nuestras raíces ideológicas contra la pretensión petrista de
convertirnos en un narco estado afiliado a la órbita comunista.
Tampoco necesitamos
poner el movimiento bajo la dirección de un líder, por el momento. Será un
pequeño colectivo de emprendedores, líderes, administradores y activistas,
quienes llevarán esta fuerza hasta el punto de registrarla como “movimiento
significativo de ciudadanos” para obtener las mayorías parlamentarias y la
Presidencia en el próximo período. En este largo camino que ahora emprendemos
aparecerá –por sus propios méritos– el líder que todos los afiliados debemos
elegir internamente.
Un feliz nuevo año
deseo a quienes me honran con su acompañamiento en estas columnas, con mi
encarecida invitación a participar en esta fuerza nacional para reconstruir a
Colombia.