Parece ser que a nivel planetario el tema de la salud mental va adquiriendo
cada vez una mayor atención, por el incremento enorme de casos después de la
pandemia, casos que incluyen por igual a niños, jóvenes, adultos y ancianos, sin
importar posición socio económica, llegando a clasificarse como asunto de salud
pública.
Hoy por hoy, los medios y los canales de comunicación sobrepasan en número
a cualquier experiencia previa de la cual se tengan registros en la historia de
la humanidad.
Y es que tanta información y tanta comunicación, en vez de estar generando
un nuevo tipo de estructuración social conjunta, lo que evidencia es el
aislamiento y el aumento de microcosmos creados por individuos cuya relación
directa con otros humanos va disminuyendo, por no decir desapareciendo con
vertiginosidad.
Alguien dirá que cada época trae su afán, lo cual no deja de ser cierto,
pero es importante prever las consecuencias que los desarrollos tecnológicos y
su masificación, acompañados de situaciones como la Inteligencia Artificial
pueden acarrear en la humanidad como concepto ampliado.
Leía en estos días que en Los Estados Unidos se ha vuelto común el
aislamiento de los humanos, aún estando acompañados por otros humanos en
circunstancias particulares y, además, en espacios restringidos como el
automóvil.
El artículo en mención advierte sobre el tipo de conversaciones que rodean
y hoy son comunes cuando dos o más personas van en un automóvil y en vez de
estar conversando sobre el paisaje, sobre las últimas noticias, sobre
conversaciones elementales, sobre cualquier bobada, la mayoría circunscribe su
conversación, si es que la tienen, alrededor de darle instrucciones al
conductor advirtiendo que cada uno conoce una ruta mejor, que la congestión
está insoportable, que los otros conductores son unos mal educados, que no se
va a llegar a tiempo al destino fijado, que el WISE o el GPS muestran
alternativas desconocidas.
Si en este pequeño espacio la potencial conversación entretenida o
inteligente no se da, ¿qué podremos esperar de otros espacios más amplios con
un mayor número de personas ensimismadas en sus propios asuntos?
La soledad de vivir acompañados podría ser un buen título para reflejar el
día de hoy con sus propias realidades.
Pasando a otros asuntos, es importante reconocer que los grandes relatos
que han ayudado a fundar y a soportar lo que hoy llamamos Modernidad, están
agotados.
Las ideologías políticas y sobre todo la democracia están en crisis. Las
ideologías religiosas han perdido su rumbo y es el miedo y la esperanza lo que
todavía sostiene a sus adeptos. Las grandes empresas, los grandes conglomerados,
las multinacionales atentan contra la existencia de pequeñas empresas y
compiten de tú a tú con los Estados, hoy casi todos en crisis.
Estas tres grandes figuras manejan sus propios ritmos, y es posible que el
no entendimiento y el no reconocimiento de este punto sirva para agravar la
tensión entre ellas.
Las iglesias pueden hablar con propiedad de procesos milenarios, el Estado
de procesos centenarios y las empresas de procesos decenales, obviamente con
las excepciones propias de cualquier actividad humana.
Ante la no aparición de nuevos relatos, seremos testigos en lo que quede de
nuestra existencia, del progresivo deterioro y de la defensa a ultranza de
quienes se están beneficiando con los relatos actuales, con enormes
consecuencias nefastas para la mayoría de la población, agravada por los
efectos incontrastables del cambio climático y el anacronismos de nuestras
instituciones globales más simbólicas como la ONU, la banca multilateral, la
OTAN, entre otras tantas surgidas para atender al mundo después de la Segunda
Guerra Mundial, de eso ya hace casi 80 años.
Un planteamiento periodístico de Kolbert nos recuerda que “Tenemos
cerebros de la edad de piedra, instituciones medioevales, pero tecnología de la
época espacial”.
Finalmente, un recorderis para nuestra especie soberbia, que a hoy ya
sobrepasa los 8 mil millones de personas: “Como en el ajedrez, al final del
juego el rey y el peón se guardan en la misma caja”.