Por Félix Alfázar González Mira
No sabe uno por dónde arrancar para expresar la angustia,
impotencia, el encierro y la insensatez sentida ante el avasallador centralismo
del Gobierno contra Antioquia. Y esta, que con Pastora Londoño desde El Retiro
en la colonia, José María Córdoba desde Rionegro (hoy Concepción) en la
independencia y con Epifanio desde Yarumal y Bello en La República, le cantó y
le canta siempre a la Libertad.
La suspensión de la delegación en temas mineros al
departamento que se suma a la intervención de Savia Salud, la caja de
compensación Comfenalco, el monitoreo a la megaminería, la desfinanciación de
las 4G, revivir Caminos Vecinales, intentos de desintegración y para redondear
la faena la intención de tomarse El Metro; no se puede recibir sino como una
declaración hostil del Gobierno nacional que amerita que sus mejores hombres e
instituciones, con la serenidad de análisis y la inteligencia que demandan los
hechos, respondan con contundencia histórica a estas decisiones en contravía de
la Constitución Nacional.
En su discurso de posesión el presidente Petro señalaba, en
los diez puntos a cumplir, que era inexorable la aplicación cierta del artículo
primero de la Constitución al establecer que Colombia es una república unitaria,
descentralizada y con autonomía de sus entidades territoriales. Y está
haciendo precisamente lo contrario: construyendo un centralismo voraz y alevoso
en contra del desarrollo y la prosperidad de las regiones. Con mayores veras
cuando reversa decisiones tomadas al tenor del artículo 302 que señala la
pertinencia de desarrollar capacidades institucionales en los territorios para
delegar, de la centralidad, funciones y competencias que válidamente puedan
asumir los territorios. La delegación de esa competencia en el marco de la autonomía
constitucional ha ocasionado que el 40% de la exportación de oro y minerales
del país al igual que el 40% de la formalización minera nacional esté en este
territorio, los 1.227 contratos de concesión hayan sido transparentes, único
departamento del país en donde disminuyó la deforestación rehabilitando áreas,
caracterización minera del territorio permitiendo definir rutas hacia la
formalización, reconversión y reubicación de mineros; fiscalización minera
eficaz que condujo a 213 decisiones de terminaciones de títulos dentro de total
transparencia y más resultados imposibles de generar desde el Centro.
Comparemos a Antioquia con la periferia minera nacional para darnos cuenta de
que la autonomía es el camino. Lo demás son argumentos pueriles, de
odio, de pasar cuentas de cobro, de división, politiqueros.
La historia de Antioquia, desde milenios prehispánicos,
atravesando lo que denominan el descubrimiento, la conquista, la colonia y la
república; siempre estuvo ligada a la minería con las explotaciones de sal y
carbón en Guaca (Heliconia) y el oro en su espacio geográfico. Robledo en 1542
fundó la Ciudad de Antiochía, hoy Frontino, tierra y contornos del cacique
Nutibara, detrás de El Dorado. Después de haberla establecida en Peque en 1541.
En 1785 comienza la gobernación de Juan Antonio Mon y
Velarde llamado el regenerador de Antioquia al transformar el territorio de la
provincia y con Francisco Silvestre la expedición de normas hacia el aliento de
la minería aurífera.
Y repasemos la vocación autonómica y federal de nuestro
departamento.
En 1812 en Rionegro se promulga la nueva constitución de la
provincia, en la que esta se declara república independiente.
En 1813 se da el acto de independencia que desata
definitivamente los lazos de dependencia de la provincia con España.
Hacia 1856, El Estado colombiano se declara una confederación,
constitución que lleva la firma de don Mariano Ospina Rodríguez. El primer Estado
soberano que se organiza es Panamá y el segundo Antioquia, bajo la dirección
del conservador Rafael María Giraldo. Así se llega a la Convención de Rionegro,
en 1863, con la Constitución de los Estados Unidos de Colombia, con sus nueve Estados
soberanos. 78 años después se empezaba a cumplir la premonición de Mon y
Velarde cuando le escribía a la corona española, “Aquella provincia, la más
atrasada del Reino, llegará a ser algún día la más opulenta”. Solo se
necesitaba soberanía total para el manejo de sus asuntos.
Empiezan los hitos paisas con Pedro Justo Berrío al frente
del Estado soberano. La educación superior consolidando la Universidad de
Antioquia y la técnica creando la Escuela de Minas, los ferrocarriles, la
minería de oro a gran escala, cultivo del café, la industrialización, la
colonización antioqueña, los puentes sobre el río Cauca, en fin, Antioquia pasa
a ser la más opulenta del país.
El subsuelo era de los Estados soberanos y la constitución
de 1886 hace la gran expropiación de esos recursos por parte del centralismo
avasallador pasando esa riqueza a propiedad de la nación. ¿Lo estamos
repitiendo ahora 137 años después?
¡¿Qué hacer Antioquia?! Cómo los franceses en mayo del 68: ¡la
imaginación al poder! No descartar la calle pura y dura. Hay que arrancarle de
la garganta al centralismo los derechos constitucionales que asiste a las
regiones.
Name, el presidente del Congreso señala que “esta medida
desconoce el camino trazado por nuestra Constitución, vulnera el principio de
progresividad de la descentralización y contradice el artículo 28 del Plan
Nacional de Desarrollo”.
Vale la pena un ejercicio jurídico ante el otro poder
público, la Corte Constitucional, para explorar si desde ese ángulo se obliga a
cumplir la Constitución por parte del ejecutivo nacional.