Por: Luis Alfonso García Carmona
Paradigma de la
izquierda radical ha sido que el poder radica en la calle, no en las
instituciones, aunque estas hayan sido elegidas democráticamente. Para ellos siempre
el fin justifica los medios. No les importa si para llegar al poder deben
avasallar la voluntad popular, como lo hicieron a través del fraude y de la
compra de votos en las elecciones para Presidencia y Congreso en Colombia.
Por la misma razón,
se dedicaron en 2021 a incendiar el país y a implementar, con financiación y
ayuda de las FARC, el ELN, los carteles de la droga, los capos de la corrupción
y la mamertería internacional del Foro de Sao Paulo, la toma
guerrillera de las principales ciudades, que destruyó los sistemas de
transporte, causó graves daños a la infraestructura urbana, propinó severo
golpe a la economía nacional y acabó con la vida y la integridad de muchos
colombianos, tanto policías como civiles.
No estaba dentro de
los planes de estos nuevos “oligarcas” que ahora nos desgobiernan, que les iba
a tocar beber de la misma pócima. En tan solo 18 meses se les cayó la piel de
oveja y develaron su verdadera identidad: la del lobo comunistoide que con
la trampa del “cambio” pretendió engatusar al pueblo colombiano.
Ahora la calle está
en poder de gentes honestas, que desean liberarse de la coyunda del narco-petrismo.
Sin necesidad de que nadie organice marchas falseadas con el traslado de
manifestantes a sueldo o bajo la amenaza de los fusiles del narcoterrorismo. Espontáneamente,
en los estadios, en las reuniones sociales, y hasta en el club de suboficiales,
se propaga el multitudinario grito: “¡Fuera, Petro!”.
Tengo mi celular
atestado de imágenes de multitudes en espectáculos públicos y reuniones de todo
tipo sumándose a este nuevo lema que se escucha hasta en los últimos rincones
del territorio nacional: “¡Fuera, Petro!”.
No se ha conformado
el sátrapa con acceder a la Presidencia pues para él, dizque se tomó el Gobierno,
pero no el poder. Y en eso tiene razón, pues a su Gobierno le faltan dos
esenciales fundamentos: legitimidad, pues fue fruto de la trampa en los
gastos de la campaña y, respaldo popular, pues las mayorías
parlamentarias que ha logrado sobornando a los congresistas del Partido Liberal,
del Conservador y de la U, no son comparables con la contundente paliza que
le asestó el electorado en las elecciones territoriales, ni con el masivo
rechazo que recibe de la opinión en todos los escenarios de la vida
nacional.
Seamos
conscientes por primera vez que el poder que se manifiesta en forma unánime en
las calles es nuestra principal arma para derrocar al régimen y restaurar el orden, la normalidad, la seguridad, la justicia, y la
transparencia en la gestión pública.
Ello requiere que
nos organicemos en un solo movimiento de oposición, sin intervención de los
corruptos y desacreditados gamonales políticos. (Esos que, con su
presencia, están permitiendo el quórum para que se apruebe la desastrosa
reforma a la salud, pero le mienten al país mostrándose como la oposición al
régimen).
Un movimiento motivado
inicialmente a desterrar el actual régimen de los centros de poder (Presidencia
y Congreso) para enderezar el rumbo del país, desmontar los funestos programas
del narcopetrismo, y agrupar a todos los compatriotas que
desean una nueva patria basada en el respeto a la voluntad popular,
con una justicia honesta e imparcial, un gobierno orientado a garantizar la
seguridad, el bienestar y el progreso de los colombianos y con un Estado libre
de corrupción, que aplique la meritocracia y se comprometa a convertir a
Colombia en una potencia económica que pueda velar por la suerte de los más
débiles y con menores recursos.
Si el poder ya está
en las calles y no en los oscuros conciliábulos de los enemigos de la Patria,
sólo nos queda canalizarlo hacia el bien común: Ese es nuestro más urgente e
inaplazable reto.