miércoles, 18 de octubre de 2023

¡Viva la hispanidad!

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

Jubilosamente celebré el pasado 12 de octubre el Día de la Hispanidad, con el título que me otorga mi pertenencia a la comunidad de 496 millones de personas que tenemos el castellano como lengua materna (el 6.3% de la población mundial), cifra solamente superada en el mundo por el mandarín. (https://www.epdata.es/datos/lengua-espanola-mundo-datos-graficos/513).

Compartimos con los hispanoparlantes del mundo entero no solamente nuestra admiración por el refinado idioma que nos legó la Madre Patria, sino también nuestra gratitud por el bagaje cultural edificado por la civilización occidental, del cual fuimos partícipes gracias a la gloriosa gesta del descubrimiento de América por mandato de los Reyes Católicos.

No obstante, los generalizados infundios con los que la demagogia ha tratado de enlodar este histórico encuentro entre el Viejo y el Nuevo Mundo, vale la pena señalar, como lo ha consignado un magnífico historiador, Álvaro Uribe Rueda, “Las Indias no eran colonias. Hablando con todo rigor jurídico, no existía dependencia de las Indias frente a España en el sentido político de subordinación a un Estado diferente, ni tampoco separación nacional, sino la natural interdependencia de Estados cubiertos por una misma corona o entre provincias y regiones de una nación común.” (La otra cara de la luna, Universidad de los Andes, Bogotá, 2014, pag.1)

Vivieron nuestros antepasados una prosperidad económica que generó importantes cambios sociales. No existe un solo documento oficial, entre 1492 y 1820 que se utilice el término de colonias o factorías parta referirse a las Indias. Su administración no se cumplía a través de un Ministerio de las Colonias sino por el Consejo Real de Indias.

No menos importante es el objetivo espiritual de la conquista de América. Fue el propio papa Alejandro VI, quien otorgó a los Reyes Católicos las tierras del Nuevo Mundo “a condición de instruir en la fe cristiana a los pueblos conquistados”. Después de tomarse el último baluarte islámico en Occidente, emprendió la Corona española la inimaginable tarea de evangelizar todo un continente con los escasos medios de esa época. Así quedó estatuido en las Capitulaciones de Santa Fe, Granada, suscritas por la reina Isabel de Castilla y el almirante Cristóbal Colón, y luego refrendado en el testamento de la Reina en Medina del Campo.

Fieles a sus creencias cristianas y a sus fundamentos humanísticos, los nuevos pobladores de América practicaron por mandato real un mestizaje originado en la dignidad de la persona humana y la igualdad de las razas.

Simultáneamente con la misión evangelizadora se cumplió la labor educativa. Medio siglo antes de la llegada de los ingleses al continente americano, ya existían universidades de nivel europeo: San Marcos, Lima (1551), Santo Tomás, Santo Domingo (1538), San Francisco, Quito (1586), Colegio Mayor de San Bartolomé, Santafé de Bogotá (1610), Universidad de San Ignacio de Loyola, Córdoba del Río de la Plata (1622), San Francisco Javier, Sucre, Bolivia (1624).

Podría afirmarse que no hay aspecto de nuestra vida en sociedad que no haya recibido un benéfico aporte de esa primigenia unión de nuestros pueblos, porque no éramos de España, éramos España y lo seguiremos siendo espiritualmente, aún en la lamentable coyuntura que ahora la aqueja.

Por encima de todos esos aspectos, no podemos dejar de agradecer al Altísimo el maravilloso legado de creencias cristianas, los valores del honor, el amor por la familia, los principios inmutables de la civilización occidental y nuestro respeto por el orden, la libertad, la dignidad de la persona humana, la solidaridad con el prójimo y todo aquello que distingue en el mundo entero a esta privilegiada comunidad hispánica.