Por Pedro Juan González Carvajal*
Una hipótesis
fundamental es que el espacio público es de todos y debe ser cuidado y
protegido para su uso y disfrute.
La complementación
de actividades peatonales y medios de transporte es una de las consideraciones
a ser tenidas en cuenta para garantizar la disponibilidad razonable y segura de
estos espacios especiales.
Los POT municipales
deben prever, definir y garantizar el uso adecuado del suelo con sus diferentes
variedades de tipologías y de usos.
Es común en un país
como el nuestro que el ciudadano del común vea atropellados sus derechos y aún tenga
que asumir riesgos por el no respeto de normas por parte de terceros y la falta
de presencia y eficacia del ejercicio de la autoridad.
En Medellín, un
caso concreto es el que vemos en la Calle 2 Sur cuando bajamos del Puente de la
4 Sur entre las calles 50 y 52 (Avenida Guayabal) que sufre de dos condiciones
adversas: la primera, el estacionamiento arbitrario permanente que invade uno de
los dos carriles dispuestos y la otra, el funcionamiento en plena zona
residencial de un punto de acopio de reciclaje que hace que quienes proveen el
material mantengan sucia y con residuos de basura las áreas adyacentes y
circundantes, así como la permanencia de personas con vulnerabilidad evidente
que dan una sensación de inseguridad y de deterioro visual lamentable y complejo.
Y ¿dónde están los
encargados de mantener en orden el espacio público? Pues obviamente brillan por
su ausencia y el ciudadano, que sufre las incomodidades, es quien siempre
resulta siendo el paganini del paseo.
Este es solamente
uno de los casos del cual se percatan los usuarios de las vías y los vecinos
directamente afectados, pero el fenómeno se percibe en todo el territorio.
Otro caso es el
perímetro de la FLA, que tiene contacto con la Estación Aguacatala y que se
mantiene como un muladar donde la basura ha invadido completamente las
pretendidas zonas verdes.
Igual realidad
vemos en la carrera 65 en el trayecto que va del Aeropuerto Olaya Herrera hasta
la Calle 30.
La cultura o
incultura ciudadana, el exceso de vehículos y de motos y la necesidad de
desplazamiento se conjugan para generar desorden en muchos casos y en muchos
lugares.
El mantenimiento y
cuidado de zonas verdes, parques, jardines, fuentes, la adecuada señalización y
fijación de horarios para realización de cierto tipo de actividades y eventos en
su conjunto, hacen parte de un adecuado manejo del espacio público.
Existen parámetros
internacionales que miden la relación de tantos metros cuadrados de espacio
público por habitante. Obviamente es necesario tener en cuenta las calidades,
configuración y distribución del territorio, así como el número de habitantes
que lo ocupan.
Las características
geográficas del Valle de Aburrá, su crecimiento y expansión, han generado
condiciones particulares que han tratado de ser suplidas en términos de
ordenamiento territorial por los expertos de turno, teniendo como vector
direccionador y eje de desarrollo al Río Medellín que lo recorre en sentido
sur-norte.
El fenómeno de
conurbación generado por los 10 municipios que concurren en el Valle de Aburrá
genera dinámicas propias de acuerdo con los requerimientos, necesidades y
expectativas de cada ente municipal.
Una verdadera
ciudadanía vigila, cuida, preserva y disfruta del espacio público. Sus condiciones
y calidades reflejan el nivel de civilidad de quienes lo usufructúan.
Aprovechemos
entonces los espacios que son nuestros y eduquemos a las generaciones de relevo
para que sean conscientes de la importancia de estos espacios para el
desarrollo personal y societal.