Por Pedro Juan González Carvajal
Atarván, na, m. y f. coloq. Col. Persona
maleducada o de modales groseros. U. t. c. adj.).
Lamentable, vergonzoso, triste el espectáculo
de la mayoría de los candidatos a la alcaldía de Medellín, no solo en los
diferentes debates, que más que debates parecen capítulos de Caso Cerrado
o el Show de Cristina, sino fuera de los debates en encuentros
cara a cara y, por supuesto, a través de las redes sociales.
Con muy pocas excepciones de candidatos serios
y respetuosos, la mayoría, incluidos los representantes del actual Gobierno
municipal, quienes chistosamente se autocalifican como “independientes”, y los
líderes en las encuestas han asumido una actitud de procacidad llevada al
extremo. Las ideas y las propuestas son las de siempre: las populistas, las
repetidas, las que ya son realidad y no se han dado cuenta, las irrealizables
pero que suenan bien. Pero, para qué ideas si el centro del debate está en los
insultos, en los desafíos, en las bravuconadas.
Hasta no hace mucho el cargo de alcalde de
Medellín era ocupado por personas con quienes se podría no estar de acuerdo,
pero de cuyo señorío no quedaba duda. Solo por mencionar algunos: un señor en
todo el sentido de la palabra como Juan Gómez Martínez, un académico serio como
Sergio Fajardo, un intelectual como Alonso Salazar, ejecutivos como Aníbal
Gaviria, Luis Pérez y algunos más. Pero de un tiempo a la fecha, parecería que
para ser alcalde hay que ser un atarván en el sentido indicado al inicio de
este escrito.
Y no solo es un asunto de campaña, también
durante el ejercicio del cargo, la lógica es la de ser pendenciero, cazar
pelas, insultar, hacer desplantes. Olvidaron estos personajitos la esencia y la
dignidad del servicio público: no son reyes, son funcionarios al servicio de la
ciudadanía y, como tales, deben comportarse.
Por ahora, cambiaré los debates políticos por
el super debate sobre fútbol, en el que sus participantes, comparados con los
otros, son el vivo ejemplo de la urbanidad de Carreño.
El problema es que alguno de esos candidatos
llevará el timón de la ciudad durante cuatro años y llevará la representación
de Medellín ante el país y el mundo. ¡Qué pena!
Pero bueno, por aquello de que mal de muchos,
consuelo de tontos, hay que reconocer que el problema es general: en el Gobierno
nacional son abundantes, en el mundo es emblemático el ejemplo de Donald Trump
que de niño malcriado pasó a ser un viejo malcriado y, muchos más.
Por ahora, con toda consideración y respeto les
digo a la mayoría de los candidatos a la alcaldía de mi ciudad (ustedes saben quiénes
son): ¡atarvanes!
Loor a nuestra Alma Máter en sus 220 años de
fecunda existencia.