Por Andrés de Bedout Jaramillo
En estos días tuve la oportunidad de asistir a
una capacitación sobre trata de personas en La Pastoral Social. Luego escuché
en un foro al candidato Federico Gutiérrez dialogando con las organizaciones
sociales, culturales y deportivas que existen en nuestra ciudad, en donde,
entre otros, se trataron estos temas, lo que me motivó a escribir sobre estas
realidades que nos mortifican y estorban, pero que requieren de mucho
conocimiento y atención, por tratarse de seres humanos, habitantes de nuestra
querida Medellín, distrito turístico, con más de dos millones y medio de
habitantes, con los problemas de las grandes metrópolis, pero con unas
posibilidades inmensas, que se materializarán cuando salgamos de la horrible
noche a la que nos ha sometido el alcalde Quintero.
Migración, tráfico, trata,
prostitución, explotación sexual de niños y adolescentes, son conceptos que si
bien unos, pueden llevar a otros, tienen diferencias que se deben tener en
cuenta para su comprensión y manejo. En Colombia el mayor porcentaje de
víctimas de trata de personas se da en la prostitución y explotación sexual y
en alguna medida excepcional, en el trabajo forzado en recolección de cosechas
y algo en servicio doméstico, entre otros.
Por ejemplo: la prostitución,
la indigencia y habitabilidad de calle ejercidas por mayores de edad,
voluntariamente, no constituyen delito, están permitidas, a pesar de los
perjuicios y molestias que nos puedan causar a los demás miembros de la
comunidad. Lo mismo podríamos decir de la migración voluntaria regular e
irregular y del desplazamiento forzado, actividades, entre otras, que pueden
ser alimentadoras de estas.
A su vez, todas estas acciones
pueden llevar a la comisión de delitos, a través del engaño, el abuso y las
dinámicas de poder que permiten a estas bandas organizadas de trata de personas
someter a sus víctimas para explotarlas y acabar con su dignidad y su futuro. Son
expertos en aprovecharse de los más débiles y desvalidos.
Las tácticas de engaño van
ligadas a ofrecerles alimentación, dinero, documentación, techo, vestido,
condiciones de trabajo, etcétera, para llegar, una vez sometidas, a la
retención de documentos, amenazas de dañar a sus familias, y muchísimas otras
tretas, que permitan mantener a sus víctimas como esclavas. De ahí la
importancia de estar todos muy vigilantes para evitar que personas allegadas
puedan caer en las trampas que tienden las bandas dedicadas a la trata de
personas y muy especialmente a la explotación sexual de niños y adolescentes,
que hoy desafortunadamente se han puesto tan de moda. Hay que trabajar la
prevención desde los hogares y los colegios, para que nuestros niños, y
adolescentes no caigan en las trampas tendidas por estos delincuentes.
Para que las víctimas de trata
de personas cuenten sus casos, es necesario que se genere un vínculo de
confianza con la persona que los atienda; si no se logra, se dificulta mucho
ubicar con precisión las bandas que se dedican a estas actividades.
El problema de la trata de
personas reunió, a principio de los años dos mil, a 148 países del mundo en
Palermo, Italia, pero solo 80 de ellos, firmaron el llamado pacto de Palermo,
para estudiar y trabajar sobre la prevención, reprensión y sanción a la trata
de personas, un tema que hoy ocupa atención primordial en el ámbito mundial.
Colombia fue uno de los países firmantes, inclusive expidió la Ley 985 de 2005,
que reglamenta el delito de trata de personas.
A propósito de este tema es
importante señalar que el homenaje al maestro Botero, en La Plaza Botero y el
museo, visto en muchas partes del mundo y que catapultó nuestra ciudad a una
mayor proyección internacional, somos conscientes de la gran cantidad de
empleos que se generan en torno al turismo que visita esta plaza y museo. Con ellos
conviven las llamadas prostitutas de la Plaza Botero, las mismas a las que, en
la alcaldía de Federico Gutiérrez, se les dotó un lugar aledaño al museo, donde
atendían a sus hijos pequeños y se trabajaba en la salud física y mental, en la
capacitación y en la generación de oportunidades, para lograr el cambio de
oficio de estas mujeres, que hacen parte de nuestra sociedad. Lástima, que,
hasta este importantísimo programa de inclusión, ayuda y generador de
oportunidades, haya sido también descontinuado por el alcalde Quintero.
Fico, a quien elegiremos el
próximo 29 de octubre, regresará con su programa de atención y asistencia a los
hijos pequeños de las prostitutas de la Plaza Botero, programa que seguramente
replicará para las prostitutas de la Calle 10 de El Poblado y de otras zonas de
la ciudad.
El reconocimiento de
situaciones, la asistencia física y sicológica y la generación de
oportunidades, permitirá que muchísimas mujeres no se tengan que dedicar a este
oficio tan duro, tan difícil.
Los programas para los
habitantes de calle, del Río, La Minorista, La Candelaria, la Veracruz, etcétera,
también regresarán, con el reconocimiento, la asistencia física y sicológica,
que permitan la generación de recuperación y oportunidades, para que tantos hermanos,
abandonen esa difícil y tormentosa vida de habitantes de calle, realidad que
nos incomoda a los demás ciudadanos, generadas por el desafortunado ingreso al
infierno de las drogas.
Mano dura para las bandas de
trata de personas, que llevan sometidas a personas indefensas al ejercicio de
la mendicidad, la prostitución y al abuso de niños y adolescentes, que
requieren de protección especial.