Por José Alvear Sanín
No encontré mejor título que este para el
apretado comentario sobre “la otra cara de la luna”, rótulo irónico, a mi
parecer, del gran libro de Álvaro Uribe Rueda (1923-2007) sobre España, porque
en Colombia, como en general en Hispanoamérica, la leyenda negra ha imperado,
dejando —como ocurre con la luna— la otra cara en la oscuridad y el
desconocimiento, cuando no en la tergiversación y hasta el desprecio.
No es este el espacio para discutir los méritos
de los grandes historiadores —si los hay— en Colombia, ni para contrastar sus
escritos sobre España desde el punto de vista de la objetividad. Al fin de
cuentas, la historia es un inmenso terreno donde florecen toda clase de
interpretaciones sobre infinidad de hechos, insuficientemente conocidos por la
mayoría de las gentes.
En cambio, sí es el lugar para llamar la
atención sobre un autor bien ignorado en el campo que fue de su predilección,
Álvaro Uribe Rueda, quien, dedicado a la política, dejó apenas una fugaz estela
como senador liberal, algo sectario, mientras sus trabajos históricos pasaron
prácticamente desapercibidos. En 1997, el Instituto Caro y Cuervo publicó su “Bizancio,
el dique iluminado: La concepción mística del universalismo, sus raíces judías
y helénicas y su herencia cristiana”, que pasó largos años entre los libros
que se acumulan en los rincones, hasta que en la pandemia le llegó su turno. En
ese texto de 596 páginas encontré la superior calidad que uno asocia con los
grandes historiadores alemanes, que iluminan la relación no siempre clara entre
los acontecimientos y los fenómenos culturales, religiosos, artísticos,
económicos y sociales, que determinan el desenvolvimiento de los pueblos y el
destino de las civilizaciones.
Pocos han escrito en Colombia, entonces, con la
erudición y la visión que distinguen tan excepcional obra. Parecería que
Bizancio está muy lejos de nosotros, pero para Uribe Rueda su significación
política e histórica a través de las influencias romano-bizantinas, continúa en
la España medieval y se proyecta a lo largo de la conquista, hasta la separación
de nuestros países de España.
Por esa razón, su segundo libro haría apenas
parte de las mismas consideraciones. Desafortunadamente, a “La otra cara de
la Luna” le quedaron faltando dos capítulos, el de la “Independencia”, y el
del Siglo XIX, por el fallecimiento del autor. No obstante, el libro, de 280
páginas, finalmente se publicó ocho años después por la Universidad de los
Andes.
Su autor arranca afirmando que no hubo
independencia, sino separación de España, y que aquí no hubo colonias, sino
distintas entidades dentro de la monarquía española, y así sucesivamente
desmonta los lugares comunes que han llevado a tantas generaciones, a partir de
1820, a creer en el despotismo, oscurantismo, opresión de los criollos, atraso
en relación con las colonias inglesas, ignorancia impuesta a los nativos y
exterminación de los indígenas, obligada por España a los desventurados
pobladores de su vastísimo imperio, cuando la realidad es que la leyenda negra
fue una de las armas más eficaces en la confrontación entre España y el
ascendente poderío británico, que tenía que ser creída para justificar la
rebelión.
Por fortuna, desde muy joven pude alejarme de
la historia imperada. Indalecio Liévano Aguirre, con su monumental “Historia
de los grandes conflictos económicos y sociales de nuestra historia”, nos
abrió a muchos los ojos sobre tantos aspectos favorables de nuestra vida antes
de la ruptura con España; y la lectura, tan denostada, del “Bolívar” de
Salvador de Madariaga, nos condujo a una consideración ecuánime de nuestros
próceres y de su máximo líder.
Los temas suscitados por el libro que comento
dan para escribir otro, o varios, que es la tarea que debe ser emprendida por
la universidad, si alguna vez se libera de la leyenda negra comunista que
planea sobre nuestra historia, tan distinta de los cinco siglos de genocidio,
intolerancia, violencia, esclavismo y explotación rapaz, que se imparte a las
nuevas generaciones. Esa versión va, además, unida a la exaltación del
terrorismo y la violencia, y cuenta con los billones de pesos que el gobierno
actual entrega a la infame Comisión de la Falacia para tergiversar los hechos e
imponer una visión extremista y politizada del país. Colombia es diferente de
la que se pinta, con los colores más sombríos, a una juventud ingenua, incapaz
de dudar de la versión horrenda que se le ofrece del país.
La separación de España nos convirtió en
apéndices del Imperio Británico. Empezamos la vida independiente debiendo
inmensas sumas a la City, que tardamos un siglo en saldar. La deuda
externa, en nuestro caso, representaba 25 veces los ingresos del nuevo Estado.
El atraso económico en Hispanoamérica empezó por la “independencia”, hecho que
acoto al margen del libro de Uribe Rueda, que no toca ese punto crucial, que
sigue siendo ignorado por los historiadores nacionales.
Sin embargo, libros como este, que revelan la
otra cara de nuestra relación histórica con nuestra madre patria, se requieren
en la base de la historia verdadera de Colombia, que en buena parte está por
escribir.