Por Pedro Juan González Carvajal
Tan difícil que es construir y tan fácil que es destruir
por acción, por omisión, por incapacidad o por maldad.
Debemos entre todos estructurar un plan serio y de choque
para revivir la confianza y el compromiso que se había logrado en nuestra
ciudad, alrededor de la amalgamación de un gran inventario de entidades públicas,
privadas y sociales que configuraron en su momento el mapa de la
institucionalidad local que acompañaba a gobiernos serios y jamás ruidosos.
Necesitamos un concejo municipal que oriente, que proponga y
que haga control político eficaz, integrado por personas probas, idóneas y
comprometidas.
Se habla de la integración entre la ética y la estética
alrededor de la belleza que refleja pulcritud, armonía y orden. Pues a ello nos
debemos empeñar, volviendo a poder sentirnos orgullosos del manejo impoluto de
los recursos públicos, de saber ejecutar y no solo anunciar y gobernar de
manera mediática con pocos resultados tangibles, y, sobre todo, no
retroceder y mucho menos involucionar alrededor de lo ya alcanzado.
Debemos reposicionar a nuestra grande y querida EPM para
que recupere su lustre, respetando y equilibrando el monto de transferencias
razonables que se requieren para atender sus necesidades de crecimiento y
fortalecimiento empresarial y los compromisos sociales de su dueño.
Y no es que la nostalgia y la remembranza se apoderen de nosotros,
pero sí valorar aquello que fue motivo de orgullo y hoy es un recuerdo. Es
posible que nuestra ciudad esté orientada hoy hacia la economía terciaria,
hacia los servicios, pero, qué bien nos haría un proceso paralelo de
industrialización en sectores, asuntos y renglones de punta. Cambiar de
vocación no es destruir todo lo anterior, sino barajar de nuevo para ser más
eficientes y productivos, construyendo factores de competitividad.
Lo mismo ocurre con el calificativo de “La tacita de plata”
al cual yo no renuncio, pues hace parte de la vida digna y de la posibilidad de
vivir en entornos limpios, sanos, amigables y bellos.
Las apuestas culturales exitosas impulsadas en su momento
por el Museo y la Plaza Botero, el ser hoy epicentro de la llamada “música
urbana” y la valoración del arte callejero, nos abren nuevas posibilidades que
debemos aprovechar.
Crecen las percepciones acerca del aumento del turismo
sexual y el incremento de actividades alrededor del “webcam” que son realidades
difíciles de ocultar, pero no imposibles de controlar.
Creo que debemos iniciar por realizar un compromiso ético
entre los líderes y dirigentes de la ciudad para el uso racional, pulcro y
eficiente de los recursos de todos. Si nuestra justicia no es capaz de castigar
el flagelo de la corrupción, invito a que generemos sanciones sociales que
estigmaticen de por vida a los corruptos, por muy ilustres, prestantes e
importantes que sean, independientemente si son personas o empresas.
En segundo lugar, invito a lavar y limpiar la ciudad: recuperar
vías, señalización, separadores, aceras, semáforos, jardines, descopar árboles,
fuentes, garantizar el total funcionamiento de la iluminación pública, pintar
las barandas de los puentes y de protección vial, recoger las basuras,
organizar los puntos de acopio y ser rigurosos con los ciclos de recogida.
Insisto, muy a mi pesar, que teníamos mejor servicio de recolección de basuras
cuando teníamos a Empresas Varias que cuando se le asignó la responsabilidad a
EPM.
Debemos recuperar el espacio público que con dispendiosas y
costosas actividades habíamos logrado organizar y que hoy de nuevo se encuentra
invadido como lo es el caso de Moravia.
Que la “Cultura Metro” salga de los vagones y de las
estaciones y se irradie por toda la ciudad. Que de nuevo organizaciones como la
Fundación Amor por Medellín reciban todo el apoyo para que, con sus exitosas
campañas y gran experiencia, nos ayuden a recuperar los ánimos, la alegría y el
orgullo, acompañados por todos los medios de comunicación. ¡Que regresen el
civismo y la civilidad!
Invito a pensar en una redefinición del objeto social del
Jardín Botánico para que, con un presupuesto adecuado, sea esta entidad quien pueda
cumplir con las responsabilidades de mantenimiento, embellecimiento y ornato anteriormente
detalladas.
De igual manera, pensar en fortalecer la atención de
laderas y quebradas, rescatando de pronto una figura semejante a la que en
algún momento tuvo “Mi Río”. ¿Hace cuánto no se le hace mantenimiento a la
canalización de la Quebrada Santa Elena que pasa por todo el corazón de la
ciudad?
Aprovechar la experiencia exitosa de Parques del Río e
intervenir el Río Medellín integralmente de Sur a Norte del Valle de Aburrá
bajo esta perspectiva y estrategia, así como desarrollar un mantenimiento
completo de lo ya canalizado para evitar futuros inconvenientes o tragedias con
la línea del Metro. Obviamente, no desfallecer en la limpieza de sus aguas.
Medellín se nos creció en número de habitantes, en población
flotante y en infraestructura, lo cual nos obliga a pensar que ciertas
instituciones y actividades deben estar preparadas para atender y prestar
servicios las 24 horas continuas, pues si no, sencillamente no se alcanza a
cumplir con los requisitos y los resultados esperados, como es el caso de las
basuras.
En tercer lugar y solo como ordenamiento de ideas, debemos
volver los ojos y los esfuerzos hacia la consolidación de una ciudad más
humana, donde los ancianos, los niños y los indigentes tengan garantizados no
solo sus derechos, sino el respeto de todos. Que los programas que funcionan
bien como la alimentación escolar solo sean tocados para reforzar su presencia
y calidad.
No podemos permitirnos el despropósito y la
irresponsabilidad de que un solo niño de Medellín se nos muera por hambre o por
desnutrición. Si este insuceso ocurre, la sanción legal debe ser para todos los
funcionarios responsables y la sanción moral debe ser para todos nosotros.
Que los jóvenes vuelvan sentir que tienen futuro y que la
cultura, el arte, el deporte y la educación sean los instrumentos que les
permitan recuperar la fe en el porvenir.
En este orden de ideas, necesitamos ser creativos para enfrentar
y solucionar problemas estructurales entre los cuales se destacan la seguridad,
la movilidad, la vivienda digna –hoy tenemos un déficit de 39.000 viviendas– y
la calidad del medio ambiente en todas sus dimensiones.
Además, debemos garantizar una coexistencia pragmática con
los municipios del Valle de Aburrá, con el Gobierno departamental y con el
Gobierno nacional, así como saber aprovechar los varios “hermanamientos” que
tenemos firmados con otras ciudades del mundo.
Ahora bien, si queremos focalizar nuestros esfuerzos y
recursos en 5 grandes proyectos, propongo los siguientes:
1. Intervención completa del Río Medellín a través de la
estrategia de Parques del Río, mantenimiento a lo ya canalizado y continuar con
su limpieza.
2. Superar el déficit de 39.000 viviendas que tiene
Medellín.
3. Revivir y ejecutar la Obra 500, de cuyos 113 proyectos
iniciales ya van desarrollados unos 69.
4. Hacer inventario de obras inconclusas y “elefantes
blancos” y terminarlas.
5. Puesta a punto de toda la infraestructura que sirve de
soporte para garantizar la prestación de los servicios básicos y la
satisfacción de los derechos fundamentales.
Estos 5 puntos tienen una gran ventaja: requieren
utilización intensiva de mano de obra, lo cual impactaría positivamente las
cifras de empleo y colateralmente mejoraría la seguridad.
Insistir, persistir, resistir, no desistir, no renunciar,
deben ser los vectores que guíen nuestra fortaleza y nuestra voluntad.
No hay mal que dure cien años, y tradicionalmente después
de la tormenta, llegan la calma y la claridad.
Ojalá las experiencias vividas sean conscientemente
analizadas para que no volvamos a reincidir.
Dice el dicho que al marrano no lo capan 2 veces… ¿O sí?