Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez
Gobernar debe estar
reservado para personas capaces de hacer el bien a los demás, de generar
seguridad, bienestar, equidad y crecimiento real como función de multiplicar y
no de dividir una nación.
La honestidad,
integridad, corrección, dignidad y respeto al obrar caracterizan a las personas
con clase. La clase nada tiene que ver con el grupo social o económico al que
se pertenezca, es lo que diferencia el buen obrar del individuo en todas las
actividades, profesiones o círculos sociales, es algo que se tiene porque se
mama por igual en un palacio o en un chozo y que sólo emana del buen ejemplo de
padres y educadores.
Triste es que el
imperio de la ley y la sensatez hayan cedido al de la ignorancia en nuestras
naciones. La confusión que emana de la dialéctica populista pretende hoy
eliminar las diferencias entre personas de bien y seres de mala condición
humana. Esa es la gran falacia que confunde y encubre toda clase de
injusticias.
Vemos hoy el
narcotráfico internacional, originado desde los países andinos, que es donde se
da el cultivo que mata, al comando del desorden y del manejo del miedo en
nuestras naciones, totalmente entreverado con un terrorismo inmerso en una
actividad política cleptócrata infestada por los preceptos destructivos del
socialismo del siglo XXI.
Nuestras
democracias están enfermas, y el populismo apalancado en la ilegalidad está
apropiado del discurso del cambio revolucionario que siembra odios, causa
hambre y miseria a partir de la destrucción de la confianza inversionista y la
rápida dilapidación institucional.
Qué efímera se ha
vuelto la libertad. El mensaje desde el Ecuador a todos los partidos políticos
de la región fue claro: “la conquista y participación en el poder por parte
de las organizaciones criminales, es por las buenas o por las malas”.
Los males de
nuestra región multiplicados por el narco-comunismo, siguen incrementando los
índices de pobreza y miseria, como la peste negra desde Cuba y Nicaragua, se
expandieron a Venezuela y ya están pudriendo la riqueza de toda la región, en
Colombia, Ecuador, Guatemala y Honduras, sin que escapen Perú, Bolivia,
Argentina, Chile y Brasil.
Esto lo corrobora
el informe de Latinobarómetro 2023, en el estudio “La recesión democrática
de América Latina”, el cual detalla que en la región los niveles de
satisfacción están en un 28% en 2023. “Los países que representaron los más
altos índices son: El Salvador (64%), Uruguay (59%) y Costa Rica 43%. En
Venezuela es apenas un 14% y por detrás se ubicaron Ecuador y Perú. La recesión
se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento de la
indiferencia al tipo de régimen, la preferencia y actitudes a favor del
autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos y de los partidos
políticos”, señala el informe. (Fuente: El Nacional. Jueves 3 de agosto,
2023)
Y en Colombia,
contadas las excepciones, parece que poco o nada hemos cambiado en 200 años con
relación a aquellos aspectos que se refieren a la indolencia de las personas
que conducen lo público en nuestras sociedades. Escribió don Lucrecio Vélez
Barrientos "Gaspar Chaverra" en la introducción a su sátira a la Guerra
de los Mil Días, titulada "El camino de Palo Negro", fechada
el primer día del primer mes del siglo XX: "Ahora lo común es que los
que por lo menos deberían haber perdido los derechos políticos, vayan de los
campamentos a las cámaras legislativas".
Qué pretendemos
cosechar en el Congreso de la República, si lo que sembramos es permisividad
con la delincuencia, llevando a los jefes terroristas al parlamento y
subsidiando la criminalidad como si fuese una profesión liberal, en lugar de
cuidar la semilla democrática de la legalidad y el tesoro que representa la
seguridad ciudadana.
Qué esperamos que
se pueda cosechar en el Estado en favor de las gentes de la nación, cuando la
siembra del electorado fue llevar a la presidencia un revolucionario, en lugar
de que la transformación del país dependa de una persona preparada, coherente, seria,
sensata y bien intencionada al obrar.
Qué esperamos del
país cuando permitimos que el liderazgo partidista esté controlado por un grupo
cerrado de figuras adictas al poder que, embriagados en el merecimiento, la
vanidad personal y la soberbia, han abusado del privilegio que les ha dado el
país. Son las inquinas, envidias y disputas entre los atorrantes y presumidos
poderosos y sus cortesanos, lo que nos llevó a donde estamos.
Sembramos odios y
resentimientos porque la casta política tradicional y sus allegados han abusado
del poder para hacerse a un estilo de vida fastuoso que no proviene del sudor
de su frente sino de favorecimientos indebidos e incluso de conductas delictivas
que lejos están del buen ejemplo al que deben estar obligados, y por ello
estamos cosechando miseria representada en más odio y resentimiento social.
Sembramos mal
crianza y permisividad, y cosechamos una colección de mediocres indolentes y
miserables que sienten que el poder del Estado es materia heredable. La ley
debe ser para todos incluidos los jefes de Estado y sus familiares. Que el que
la haga, la pague. No podemos seguir protegiendo tiburones que van disfrazados
de delfines por ser ese el ejemplo que mamaron.
No hay derecho a
que los medios les tapen su inmundicia, ni a que el poder se convierta en
disculpa protectora de la ostentación del mando en manos de criminales que
delinquen abierta y descaradamente desde las más altas posiciones del Estado.
Cómo podemos
pretender que se haga justicia cuando el poder judicial se convierte en actor
mediático y deja de ser honesto, libre, igualitario, equilibrado e implacable.
Como clase
dirigente tenemos lo que nos merecemos. Duro, pero así es. Y si no nos unimos
con un propósito nacional de transformación y progreso, y no corregimos de raíz
estos errores, seguiremos en lo mismo de siempre, sin lograr convertirnos en
una sociedad culta y educada, justa y generadora de oportunidades.
Señores, lo que
mata la esperanza de la nación y las oportunidades para sus gentes indefensas,
es que los escándalos de los privilegiados son reales.
Tristemente muchas
conductas se ocultan con suma hipocresía tras silencios que se utilizan de
tapadera para un obrar pernicioso que se vale además de calumnias que destruyen
el buen nombre de los pocos seres honorables que aún tienen la actividad
pública y privada.
Antes, quienes
voluntaria o involuntariamente sufrían el peso de la indignidad, renunciaban
dando la cara, demostrando su clase, y así fuese injusto el escándalo primero
estaba su honor, como fue el caso de don Marco Fidel Suarez, hombre culto,
formado a pulso, que naciera en una choza en Hato Viejo y llegara hasta la
presidencia del país, donde sufrió la maldad propia de apátridas traidores.
Después no lloremos
si los cuervos que creamos nos sacan los ojos a cuenta del mejor postor. Da
vergüenza ver como gran parte de los líderes políticos defienden a quienes
quemaron la dignidad de la nación para hacerse al poder y los gremios
productivos se muestran genuflexos mientras sus asociados tragan azotes.
Estamos a portas de
una guerra civil que del campo llega a las grandes urbes engendrada desde el
espurio obrar Estatal; perniciosa o tácitamente avalado por los mismos líderes
que no fueron capaces de defender la institucionalidad en el 2021 y por el
contrario con su indiferencia permitieron que se pilaran las formas
democráticas y el honor de unas fuerzas armadas hoy amenazadas por el poder de
fusiles ilegítimos, plenamente representados en el parlamento y en las más
altas posiciones del Estado.