martes, 1 de agosto de 2023

De cara al porvenir: lenguaje seudocientífico

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal

Marcador de punta, back centro, volante de contención, volante mixto u “8”, volante de creación o “10”, puntero derecho o izquierdo (o wing, y si era puntero de raya: wing wing y si llegaba hasta el fondo y centraba: wing wing wing), centro delantero, volante llegador, salida limpia, entrenador, mánager y entreno, entre otros varios. Si recuerdan esos términos hacen parte de una generación privilegiada que disfrutó el fútbol como espectáculo, con estrategias bien diseñadas, pero sin tantos misterios como hoy.

Ahora, con el advenimiento de algunos directores técnicos (ya no entrenadores, porque ya ni entran a la cancha) y de los autodenominados “analistas”, sabios de micrófono que no han jugado y ni han dirigido jamás, se ha venido generando una carrera para tratar de elevar el fútbol a la categoría de ciencia. Ante la ausencia de un método propio se ha construido un lenguaje propio, cada vez más rebuscado: ya el marcador de punta es lateral o carrilero, los defensas centrales conforman el pivote defensivo, los volantes de contención, si son dos conforman un pivote y si son tres, un trivote. Aparece la figura de transición defensa ataque, acompañada de conceptos como ABP -Acción Balón Parado- y el concepto de canalizar. Los “10” son volantes llegadores, los punteros evolucionaron a extremos que casi siempre juegan con perfil cambiado y los centros delanteros ya van en puntas y media puntas y no se les mide por la cantidad de goles sino por su capacidad para jugar sin balón y hacer diagonales de ruptura, eso sí, que no se le ocurra moverse de la zona 14. ¿Perdón, de qué estamos hablando?

Esto por no mencionar el impacto de la tecnología con su gran contribución a aumentar la confusión y potencializar los errores: el VAR, el AVAR, la sala VOR, la mano en posición antinatural (lo único antinatural en el fútbol son ciertos analistas que son engendros contra natura); los GPS en las camisillas de los jugadores para medir cuántos kilómetros corre, en qué sentido, en cuáles zonas, cuántas veces tocó el valón, si lo hizo hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados. Por supuesto, ninguno de los criterios anteriores define quién jugó bien o quién jugó mal. Todo lo anterior se resume en la DATA y los equipos contratan científicos de datos que permiten que los directores técnicos afirmen en sus ruedas de prensa que, a pesar de haber perdido los últimos veinte partidos uno a cero, son los mejores del campeonato porque tuvieron una posesión de balón del 65.4%, quince remates por partido, doce de ellos al arco y en todos los partidos sacaron figura al arquero contrario. Y lo grave es que hay quienes les creen. Y al pobre entrenador que simplemente trabaja y gana partidos y títulos, lo descalifican por desactualizado, por no entrar en la onda del lenguaje rebuscado. Hay que reconocer, eso sí, que las ruedas de prensa resultan más entretenidas que los partidos y que es admirable escuchar como un D.T. (un míster como los llaman ahora) justifica resultados describiendo un partido que solo él vio.

Y no es aversión al cambio. En mi generación fuimos testigos de verdaderas revoluciones estratégicas, nos tocó ver durante cinco años al Nacional de Zubeldía, con su fuera de lugar provocado y la “Zubeldiana” en los tiros de esquina, que todavía funciona y permite ganar títulos; vimos el paso de la defensa con líbero y stopper a la defensa en línea, fuimos testigos de la aparición del arquero líbero con jugadores como Quintabani para llegar a su máxima expresión con el gran René. Vimos los bailes de gala de los partidos entre el Nacional de Zubeldía y el Cali de su discípulo Bilardo: diez parejas danzando en una rigurosa marcación hombre a hombre y vimos un juego de ajedrez en la final de la Intercontinental de 1989 entre el Milán de Arrigo Sachi y el Nacional de Pacho Maturana (qué cátedra de táctica). Se trabajaba y se innovaba, pero no se pretendía quitar al fútbol su condición de deporte y de juego. No se pretendía convertirlo en una seudociencia.

Pero bueno, sigamos disfrutando del espectáculo de las ruedas de prensa de los D.T. y de sus intervenciones dignas de la mejor versión de Cantinflas.