Por Pedro Juan González Carvajal
Marcador de punta, back centro, volante
de contención, volante mixto u “8”, volante de creación o “10”, puntero derecho
o izquierdo (o wing, y si era puntero de raya: wing wing y si
llegaba hasta el fondo y centraba: wing wing wing), centro delantero, volante
llegador, salida limpia, entrenador, mánager y entreno, entre otros varios. Si
recuerdan esos términos hacen parte de una generación privilegiada que disfrutó
el fútbol como espectáculo, con estrategias bien diseñadas, pero sin tantos
misterios como hoy.
Ahora, con el advenimiento de algunos
directores técnicos (ya no entrenadores, porque ya ni entran a la cancha) y de
los autodenominados “analistas”, sabios de micrófono que no han jugado y ni han
dirigido jamás, se ha venido generando una carrera para tratar de elevar el
fútbol a la categoría de ciencia. Ante la ausencia de un método propio se ha
construido un lenguaje propio, cada vez más rebuscado: ya el marcador de punta
es lateral o carrilero, los defensas centrales conforman el pivote defensivo,
los volantes de contención, si son dos conforman un pivote y si son tres, un
trivote. Aparece la figura de transición defensa ataque, acompañada de
conceptos como ABP -Acción Balón Parado- y el concepto de canalizar. Los “10”
son volantes llegadores, los punteros evolucionaron a extremos que casi siempre
juegan con perfil cambiado y los centros delanteros ya van en puntas y media puntas
y no se les mide por la cantidad de goles sino por su capacidad para jugar sin
balón y hacer diagonales de ruptura, eso sí, que no se le ocurra moverse de la
zona 14. ¿Perdón, de qué estamos hablando?
Esto por no mencionar el impacto de la
tecnología con su gran contribución a aumentar la confusión y potencializar los
errores: el VAR, el AVAR, la sala VOR, la mano en posición antinatural (lo
único antinatural en el fútbol son ciertos analistas que son engendros contra
natura); los GPS en las camisillas de los jugadores para medir cuántos
kilómetros corre, en qué sentido, en cuáles zonas, cuántas veces tocó el valón,
si lo hizo hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados. Por supuesto, ninguno
de los criterios anteriores define quién jugó bien o quién jugó mal. Todo lo
anterior se resume en la DATA y los equipos contratan científicos de datos que
permiten que los directores técnicos afirmen en sus ruedas de prensa que, a
pesar de haber perdido los últimos veinte partidos uno a cero, son los mejores
del campeonato porque tuvieron una posesión de balón del 65.4%, quince remates
por partido, doce de ellos al arco y en todos los partidos sacaron figura al
arquero contrario. Y lo grave es que hay quienes les creen. Y al pobre
entrenador que simplemente trabaja y gana partidos y títulos, lo descalifican por
desactualizado, por no entrar en la onda del lenguaje rebuscado. Hay que
reconocer, eso sí, que las ruedas de prensa resultan más entretenidas que los
partidos y que es admirable escuchar como un D.T. (un míster como los llaman
ahora) justifica resultados describiendo un partido que solo él vio.
Y no es aversión al cambio. En mi generación
fuimos testigos de verdaderas revoluciones estratégicas, nos tocó ver durante
cinco años al Nacional de Zubeldía, con su fuera de lugar provocado y la
“Zubeldiana” en los tiros de esquina, que todavía funciona y permite ganar
títulos; vimos el paso de la defensa con líbero y stopper a la defensa
en línea, fuimos testigos de la aparición del arquero líbero con jugadores como
Quintabani para llegar a su máxima expresión con el gran René. Vimos los bailes
de gala de los partidos entre el Nacional de Zubeldía y el Cali de su discípulo
Bilardo: diez parejas danzando en una rigurosa marcación hombre a hombre y vimos
un juego de ajedrez en la final de la Intercontinental de 1989 entre el Milán
de Arrigo Sachi y el Nacional de Pacho Maturana (qué cátedra de táctica). Se
trabajaba y se innovaba, pero no se pretendía quitar al fútbol su condición de
deporte y de juego. No se pretendía convertirlo en una seudociencia.
Pero bueno, sigamos disfrutando del espectáculo
de las ruedas de prensa de los D.T. y de sus intervenciones dignas de la mejor
versión de Cantinflas.