José Leonardo Rincón, S. J.
Para
quienes vivimos en la zona andina, la Amazonia es un cuarto de mapa nacional,
lejana, selvática, inhóspita. No falta razón. El pulmón del mundo no es
fácilmente asequible. Esa es su debilidad y también su fortaleza. Orgullosamente
colombiana en realidad, salvo los fenómenos de corrupción que a todos nos
agobia, es un remanso de paz.
Había
estado en 2016 pero la encontré muy distinta, más evolucionada. En aquella
ocasión, un viaje de carácter más académico universitario no me permitió
conocerla mejor y menos aún, disfrutarla. Entre el refugio del hotel, reuniones
y un único viaje al Perú contiguo, no me dejó recorrerla tampoco. Quizás tenía
miedos infundados producto de leyendas e historietas, cargadas de imágenes de
un río profundo que no deja ver su otra orilla, plagado de caimanes al acecho
en sus riberas, serpientes enormes llamadas anacondas, pirañas voraces que pueden
comérselo a uno en par segundos, jaguares agazapados en las ramas de los
árboles, arañas gigantes que intimidan…
No
más bajarse del avión totalmente repleto (así son los 3 vuelos diarios desde la
capital) y queda uno fascinado con la nueva infraestructura del aeropuerto Alfredo
Vásquez Cobo, así llamado para rendir homenaje a quien fuera ministro de Defensa
durante la guerra con Perú, precisamente para salvar a Leticia y lo que
conocemos como el trapecio amazónico, del dominio vecino. A la Colombia de
aquellos años le recortaron un enorme pedazo de tierra que se extendía a buena
parte de lo que es hoy Brasil y Perú, acostumbrados como estábamos a perder
soberanía (Panamá, por ejemplo). Por suerte, en la triple frontera hoy hay un
ambiente de camaradería y hermandad no más pasar una calle con Tabatinga -
Brasil o cruzar el río y estar en Santa Rosa - Perú.
Todo
es cerca en Leticia y aunque es la flamante capital del departamento del
Amazonas, en realidad tiene una población cercana a los 45 mil habitantes.
Gracias al río y su excelente navegabilidad, nuestra ciudad más meridional,
sobrevive. El comercio con los vecinos, quienes se proveen principalmente de
Manaos, le permite a uno encontrar de todo allí. Desde el interior colombiano
realmente sería imposible: ni por tierra, ni fluvialmente. Y por aire las cosas
elevan su valor. Con todo, me llamó la atención ver muchos vehículos con placas
de varias ciudades nuestras. ¿Cómo llegaron allí? Tuvo que ser por barco dando
la gran vuelta o por avión. No se explica de otra manera.