miércoles, 5 de julio de 2023

No nos rendiremos ante la indignidad

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

Como en una interminable película de terror, asistimos diariamente al acelerado desmantelamiento de lo que nos es más caro: nuestros valores tradicionales, nuestra identidad nacional, nuestros derechos fundamentales y libertades, y la estabilidad de una sociedad que brinde normales condiciones para el bienestar de nuestros hijos.

Con la complicidad de una miope y cobarde clase dirigente, la camarilla de extrema izquierda asaltó el poder, apelando al más descarado fraude electoral que hayamos conocido, a la violación de los topes fijados por la ley para los gastos de la campaña y a la más desvergonzada compra de votos.

Y el régimen está en lo suyo: atornillarse en el poder como lo enseñan las cartillas marxistas-leninistas, mediante la decapitación de la cúpula militar, la financiación de irregulares colectivos armados, el desconocimiento del principio democrático de la separación de los poderes, las violaciones al Estado de derecho y la convocatoria de “asambleas populares” que decidirán la suerte de los colombianos.

Se gobierna al impulso de la conveniencia de corruptos, narcotraficantes, terroristas y vándalos, procurándoles impunidad, facilitando el cultivo y la explotación de la cocaína y otorgando toda clase de privilegios a quienes están al margen de la ley.

No nos engañemos. El objetivo de la camarilla que nos gobierna es implementar a toda marcha la revolución comunista. Es cambiar la cultura de la vida, del amor y de la protección por la del sometimiento al Estado, el odio de clases y la desprotección de la población.

Es un objetivo cultural, aunque muchos aún no lo hayan asimilado. Por ello no debemos extrañarnos de que los proyectos oficiales se encaminen a destruir la empresa privada, dejar a la población sin la adecuada protección de salud, disponer del ahorro pensional de los trabajadores para malgastarlo en los descabellados proyectos estatales, gastar sin medida los recursos públicos en viajes internacionales y contratos para sus amiguetes.

Y todo en nombre de la “paz total”, o de la lucha contra la oligarquía, o del cambio (¿hacia dónde?), o del “progresismo”, rimbombantes lemas que ocultan su verdadero propósito, cual es la “pauperización” del pueblo para que se convierta en servil instrumento de la camarilla en el poder, como lo han anunciado con desfachatez Petro, López Obrador y Hugo Chávez.

Cabe preguntarnos:

¿Vamos a permitir que pisoteen nuestras tradiciones para imponernos una cultura materialista ajena a nuestra identidad como nación?

¿No es ya la hora de alzar nuestra voz por nuestros hijos, nuestra dignidad, nuestra patria, nuestros derechos y libertades?

¿Nos conformaremos con una abyecta sumisión a los representantes del mal o emprenderemos solidariamente la reconstrucción política y económica que Colombia pide a gritos?

Tenemos una profunda convicción sobre la verdad de los principios morales en los que nos formaron nuestros mayores. Sabemos que, por encima de esas doctrinas sin fundamento que nos quieren imponer, sobresale el humanismo cristiano, que es un reflejo de la ley natural.

Nuestra libertad nos permite actuar en defensa de la moralidad, del derecho a la vida desde la concepción, de la protección a la propiedad y al trabajo digno, y exigir que los gobernantes ejerzan sus funciones para la búsqueda del bien común de todos, no para su propio beneficio ni para el de su camarilla.

Es la hora de actuar contra la indignidad que se ha apoderado de la sociedad colombiana. Y podemos hacerlo, dentro del marco de la ley, exigiendo a la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes que actúe con arreglo al derecho para decidir sobre la acusación a Gustavo Petro por haber sobrepasado los topes económicos en su campaña. Por lo tanto, deben ser destituidos el presidente y la vicepresidenta, y convocarse a nuevas elecciones presidenciales. No nos rendiremos ante la indignidad.