jueves, 25 de mayo de 2023

De la opresión a la reconquista

Luis Alfonso García Carmona
Por: Luis Alfonso García Carmona

“Una autoridad injusta no es una autoridad, como una ley injusta no es tampoco una ley.” (Jacques Maritain)

Con la llegada de la extrema izquierda al poder, sufre la población colombiana un permanente asedio por parte de la camarilla gobernante que no habíamos conocido en el pasado:

La inflación golpea los presupuestos familiares y empeorará cuando se ponga en marcha la prohibición de la explotación petrolera que ha anunciado el sátrapa; el pánico se ha apoderado de los jubilados amenazados por una reforma que reducirá sus pensiones; el fantasma del desempleo se cierne sobre la población en edad laboral ante la regresiva reforma laboral propuesta por el sátrapa; el sistema de salud que beneficia al 98% de la población está al borde de ser despedazado por el insensato capricho de estatizar los recursos de la salud; crecen el crimen, el ilícito negocio de la cocaína y la corrupción, de la mano de un gobierno comprometido con la delincuencia que apoyó su candidatura.

Paralelamente con el perverso daño que se causa a una inerme y atemorizada población, se asegura el sátrapa de contar con carta blanca para continuar su depredadora labor, mediante los peligrosos poderes que un corrupto parlamento le acaba de otorgar en el Plan Nacional de Desarrollo. Mientras tanto, continúa la ignominiosa tarea de desmantelamiento de las Fuerzas Militares y de Policía para sustituirlas con “guardias indígenas”, “gestores de paz” conformados por vándalos de la “Primera Línea” y otras milicias irregulares. La guinda del pastel la pusieron los vendidos congresistas de diferentes bancadas que se hicieron elegir como “democráticas”, aprobando el voto electrónico, el instrumento preferido por las dictaduras izquierdistas de Iberoamérica para perpetuarse en el poder.

Nos encontramos frente a un grado máximo de perversidad en el ejercicio del poder, en el cual no existe límite alguno que impida a los gobernantes la utilización de la mentira, el abuso maquiavélico del poder, el derroche de los recursos del Estado, la compra de conciencias, la complicidad con el crimen, la hipocresía y el fomento del odio, como instrumentos para destruir los cimientos de nuestra nacionalidad e imponer la cultura materialista y totalitaria del fracasado marxismo.

Hoy más que nunca se impone la agrupación de voluntades de quienes compartimos ideales opuestos a los de la camarilla gobernante. El desafío rebasa los límites de una confrontación electoral. Entendamos de una vez por todas que mientras la sociedad no rescate la vigencia de los valores fundacionales de nuestra Nación, no habrá esperanza en un futuro mejor. Se impone, pues, una solución integral que comprenda dos objetivos inaplazables: 1) Derrocar este régimen de la infamia por los medios pacíficos que nos otorga la Constitución y la Ley: juicio político contra el sátrapa que violó los límites de gastos establecidos por la Ley en su campaña, referendos para impedir las reformas contrarias al bien común que propone el sátrapa. 2) Conformación de un gran movimiento patriótico que convoque a todos los colombianos de bien al rescate de la cultura que el marxismo-leninismo nos quiere arrebatar.

Queremos que el bien común esté por encima de los intereses privados o de grupo.

Queremos que no sea el odio de clases el que inspire la acción estatal sino el amor y la fraternidad con los más débiles y necesitados.

Queremos que la autoridad respete la dignidad de la persona humana, porque antes de formar parte del Estado somos seres creados por Dios con libertad espiritual y vocación a los bienes absolutos.

Queremos leyes justas que respeten una ley moral superior y que no conduzcan a la destrucción de la democracia y al totalitarismo.

Queremos que la función del Estado en materia de educación sea la de auxiliar de la familia, que es la verdadera responsable de la formación integral de los hijos.

Queremos que el Estado cumpla con su deber prioritario de garantizar la vida de las personas, mediante dispositivos eficientes de seguridad, una administración de justicia proba y eficiente y un castigo ejemplar a la delincuencia.

Queremos que el Estado garantice a las personas los medios necesarios para su subsistencia, mediante el fomento del empleo y de condiciones económicas razonables para el bienestar de la población.

Queremos que se respete el derecho de la persona humana a la propiedad de sus bienes y a ejercer las actividades económicas que sirvan a su bienestar y desarrollo.

Queremos que se respete el derecho de la persona humana a participar políticamente mediante el sufragio, que no podrá ser manipulado ni desconocido por los gobernantes de turno.

Queremos que se respete por parte del Estado el derecho de las personas a la búsqueda de la perfección de la vida humana, moral y racional, y a la búsqueda del bien eterno.

Queremos que se respete el derecho de la persona humana a constituir una familia para que esta cumpla sus fines de procrear y educar integralmente a sus hijos.

No podemos, en esta crucial hora, mirar hacia otro lado o escudarnos en que esa es una labor para los políticos, o que hay que esperar que surja un mesiánico líder que dirija la batalla. Nuestra reciente historia política nos ha enseñado que la clase política ha sido inferior a su responsabilidad. Aún en estos momentos ignominiosos de destrucción de nuestra sociedad, somos testigos a diario de la complicidad de la clase política en su destrucción.

Por ello mi invitación es a que nos constituyamos en los líderes de esa gran fuerza reconquistadora que Colombia requiere. Nuestra fuerza debe estar representada en multitud de pequeños grupos dinámicos, activos, comprometidos en la salvación del país, no en intereses electorales a corto plazo. Ya hemos iniciado la formación de una gran confederación para agruparlos a todos (marchantes callejeros, aficionados a las redes sociales, amas de casa, jubilados, personal de la reserva activa de las Fuerzas Militares, grupos Pro-Vida, estudiantes, trabajadores, profesionales, empresarios, campesinos) para que actúen en forma coordinada, pero sin perder cada uno su respectiva autonomía. No olvidemos una enseñanza de la historia: las grandes transformaciones no las han realizado las masas sino pequeños grupos con vocación de liderazgo que las han orientado.