Por Pedro Juan González Carvajal
En un mundo tan
complejo como el que nos está tocando lidiar, resulta al menos dificultoso
determinar cuáles aspectos son aquellos que generan mayor impacto en las
dinámicas económicas, sociales, políticas y tecnológicas, que son las que
finalmente generan los entornos en los cuales nos desenvolvemos.
El mundo actual se
caracteriza por la volatilidad de los acontecimientos, la incertidumbre que
tenemos todos, personas e instituciones, con respecto a los pronósticos de futuro,
la complejidad de las situaciones que desbordan lo secuencial y que generan
realidades de simultaneidad y la ambigüedad por la falta de certeza con
respecto a la objetividad y validez de los registros y divulgaciones de los
hechos.
Sin embargo, ante
este panorama, me atrevo a rescatar tres variables que en el hoy podrían servir
como vectores de análisis para tratar de enfrentar los retos que se nos presentan.
Hablo de la demografía, de la democracia y de la sostenibilidad.
Con cerca de 8.000
millones de habitantes, la realidad nos muestra enormes iniquidades,
reconversión de la pirámide poblacional –donde la tendencia muestra
envejecimiento generalizado y decrecimiento de la natalidad–, y una creciente
tendencia de ubicación y concentración en zonas urbanas.
El relato que
soportaba la idea de que la democracia es la menos mala de las formas de
gobierno, parece agotado dentro de los ires y venires de la historia, donde el recorrido
del péndulo vuelve a orientarse por los movimientos autoritarios y populistas.
El tema de la
sostenibilidad, sin caer en fanatismos, nos evidencia el riesgo que hoy tenemos
de atentar contra la estabilidad de la naturaleza que es la que permite el
desarrollo y la conservación de las diferentes formas de vida como hoy las
conocemos.
Ante esta
situación, solo una mirada integral del asunto en términos sistémicos, una vez
identificados los componentes, nos permitirá la determinación de unas pautas de
acción razonables, las cuales obligatoriamente deberán ir acompañadas de la
voluntad política y de las renuncias a egoísmos e intereses que atenten contra
el bien común.
¿Será mucho pedir?
¿Cuál es el legado que responsablemente deberemos entregarle a las generaciones
por venir? ¿Si tenemos algún nivel de conciencia acerca de cuáles son las
decisiones que deben ser tomadas bajo la fundamentación ética?
La evolución de la
humanidad ha estado siempre acompañada de grandes cambios y de grandes
revoluciones y transformaciones. Sin embargo, desde que tenemos registros
históricos, es la primera vez que los números nos dan cuenta de realidades
completamente diferentes a las anteriormente enfrentadas.
Solo el
librepensamiento permitirá generar nuevas formas de observar y entender el
mundo con una visión cosmopolita y planetaria, donde el concepto de terrícola,
como habitante común del planeta, sea históricamente reconocida y aceptada como
nueva identidad.
Atrás quedarán los
conceptos nacionales, habrá que replantear el concepto de Estado como hoy lo
entendemos, desaparecerá la noción de fronteras y el territorio será entendido
bajo nuevas dimensiones.
Los sentimientos y
las emociones también se verán impactados y la sobre saturación de información
por cualquier medio, generará nuevos entornos –reales o virtuales– que
modificarán los comportamientos y los criterios de análisis para la toma de
decisiones.
Recordemos que las
cosas no son como se llaman, sino que las cosas son lo que son.
¡Amanecerá y
veremos!