miércoles, 26 de abril de 2023

La verdadera inspiración de Petro

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín

Aunque la mayor parte de los colombianos se da cuenta de que vamos por muy mal camino, la perplejidad apenas se refleja en la expresión “¡No sabemos para dónde vamos!”, repetida hasta en apreciables columnas de opinión.

En realidad, son pocos todavía los que reconocen que nos dirigimos hacia una situación por lo menos similar a la de Venezuela. Por un reflejo optimista, explicable en un país que venía creciendo y progresando durante 500 años, las gentes se niegan a creer que ese sea el destino al que nos quiere llevar este Gobierno.

Abundan quienes confían todavía en las instituciones como Cortes y Congreso, los que esperan triunfos electorales en elecciones libres y los que se aferran a la ilusoria esperanza del golpe de Estado in extremis, en un país que solamente registra los que se dieron a Mosquera en 1867 y a Laureano Gómez en 1953, cuando había Ejército y el poder no estaba en manos del comunismo…

Para saber qué piensa Petro y hasta dónde puede ir, hay que concatenar numerosos y dicientes indicios que nos permitan asomarnos a su pensamiento profundo. Él es marxista-leninista, exguerrillero y exterrorista, mitómano y lenguaraz, obsesivo y delirante, impulsivo y arrogante, incapaz de olvidar sus locas propuestas, intransigente y chalado.

Su programa político explícito consiste en la “paz total” (cogobierno con la delincuencia organizada), estímulo a los narcocultivos, emasculación de las fuerzas armadas y la policía, destrucción de los sistemas de salud y pensiones, eliminación de la libertad empresarial, mientras su programa implícito (oculto) no es otro que el de eliminar el modelo económico y social de libertades individuales y empresariales, para el establecimiento de la dictadura del proletariado.

Lo anterior es atroz, pero a mi juicio, apenas el primer paso dentro de un sueño todavía más aterrador.

Veamos algunas de sus ideas fijas en relación con lo que considera “acumulación de capital”.

1. En los últimos días, este iluminado ha revelado al mundo, en Bogotá y en Stanford, la perversidad de la “acumulación de capital”, causante de todos los males, empezando por el cambio climático, que conduce a la extinción de la humanidad. El autor de esta confusa teoría de decrecimiento radical, que no perdona a las carreteras ni a los aeropuertos, no nos explica cómo la producción de las energías limpias —con las que él va a eliminar petróleo, gas y carbón—, pueda hacerse sin la odiosa acumulación de capital.

2. Apegado a la escuela del decrecimiento económico, Petro no duda en imponernos un nuevo sistema de salud, regresivo, estatista, proselitista, burocrático e ineficaz, donde la costosa medicina científica (¿acumulación de capital?) será, en buena parte, sustituida por económicos taitas, payés, jaibanás, mamos, tewalas, pachis, sobanderos, y todos los curanderos ancestrales, yerbateros y charlatanes.

3. La estrecha amistad entre Petro y Maduro denota su afinidad. Venezuela ha visto emigrar siete millones (25% de su población), la represión implacable, PIB reducido al 20% del anterior a Chávez, desaparición de la industria y la agricultura, inflación inercial incontenible. Nada de eso conmueve a Petro, quizá envidioso de tamaña desacumulación de capital, inaceptable para cualquiera que tenga la racionalidad de una persona sana.

4. La larga asociación de Petro con los movimientos indigenistas, rubricada en el atroz discurso de Caldono, es explicable porque los caciques, sus mamos y políticos, son los grandes desacumuladores de capital, eliminando en sus territorios el legado de la civilización y la ciencia mientras saquean el erario y condenan impunemente a sus mujeres y niños a mendigar por toda Colombia.

Acomodar este “pensamiento” dentro de las tres corrientes actuales del comunismo es difícil. No encaja en la idea juche de Norcorea, que acumula capital para convertirse en potencia nuclear, ni dentro del sistema chino y vietnamita de capitalismo económico y dictadura totalitaria. Tampoco se practica en una Cuba que trata de atraer capitales extranjeros para sectores como el turismo.

Quizá, entonces, Petro esté preparando una cuarta corriente comunista internacional, convencido de su genial clarividencia como economista y filósofo político, para decrecer hasta que no queden vestigios del abominable capital que tanto mal ha hecho a la humanidad.

Por tanto, su deber moral irrenunciable consiste en revelar esa insólita teoría a las gentes de todo el globo, predicando por los siete continentes, transportado por aquella acumulación contaminante de capital, el jet.

Muchas veces los genios iluminados y los grandes profetas no recuerdan ni reconocen a los inspiradores de sus prodigiosos descubrimientos. Es posible que eso le pase a Petro cuando olvida que ya se hizo un inmenso esfuerzo de eliminación de todo capital para hacer la felicidad dentro del regreso a las condiciones primitivas de la existencia. Esa gran revolución de Pol Pot y los jemeres rojos, incompleta hasta hoy, aniquiló las ciudades, máxima acumulación conocida de capital, sacando su población a vagar por los campos hasta que el gobierno les determinara su lugar de asentamiento…