Por José Alvear Sanín
Aunque la mayor parte
de los colombianos se da cuenta de que vamos por muy mal camino, la perplejidad
apenas se refleja en la expresión “¡No sabemos para dónde vamos!”,
repetida hasta en apreciables columnas de opinión.
En realidad, son pocos
todavía los que reconocen que nos dirigimos hacia una situación por lo menos
similar a la de Venezuela. Por un reflejo optimista, explicable en un país que
venía creciendo y progresando durante 500 años, las gentes se niegan a creer
que ese sea el destino al que nos quiere llevar este Gobierno.
Abundan quienes confían
todavía en las instituciones como Cortes y Congreso, los que esperan triunfos
electorales en elecciones libres y los que se aferran a la ilusoria esperanza
del golpe de Estado in extremis, en un país que solamente registra los
que se dieron a Mosquera en 1867 y a Laureano Gómez en 1953, cuando había
Ejército y el poder no estaba en manos del comunismo…
Para saber qué piensa
Petro y hasta dónde puede ir, hay que concatenar numerosos y dicientes indicios
que nos permitan asomarnos a su pensamiento profundo. Él es marxista-leninista,
exguerrillero y exterrorista, mitómano y lenguaraz, obsesivo y
delirante, impulsivo y arrogante, incapaz de olvidar sus locas propuestas,
intransigente y chalado.
Su programa político
explícito consiste en la “paz total” (cogobierno con la delincuencia
organizada), estímulo a los narcocultivos, emasculación de las fuerzas armadas
y la policía, destrucción de los sistemas de salud y pensiones, eliminación de
la libertad empresarial, mientras su programa implícito (oculto) no es otro que
el de eliminar el modelo económico y social de libertades individuales y
empresariales, para el establecimiento de la dictadura del proletariado.
Lo anterior es atroz,
pero a mi juicio, apenas el primer paso dentro de un sueño todavía más
aterrador.
Veamos algunas de sus
ideas fijas en relación con lo que considera “acumulación de capital”.
1. En los últimos días,
este iluminado ha revelado al mundo, en Bogotá y en Stanford, la perversidad de
la “acumulación de capital”, causante de todos los males, empezando por el
cambio climático, que conduce a la extinción de la humanidad. El autor de esta
confusa teoría de decrecimiento radical, que no perdona a las carreteras ni a
los aeropuertos, no nos explica cómo la producción de las energías limpias —con
las que él va a eliminar petróleo, gas y carbón—, pueda hacerse sin la odiosa
acumulación de capital.
2. Apegado a la escuela
del decrecimiento económico, Petro no duda en imponernos un nuevo sistema de
salud, regresivo, estatista, proselitista, burocrático e ineficaz, donde la
costosa medicina científica (¿acumulación de capital?) será, en buena parte,
sustituida por económicos taitas, payés, jaibanás, mamos, tewalas, pachis,
sobanderos, y todos los curanderos ancestrales, yerbateros y charlatanes.
3. La estrecha amistad
entre Petro y Maduro denota su afinidad. Venezuela ha visto emigrar siete
millones (25% de su población), la represión implacable, PIB reducido al 20%
del anterior a Chávez, desaparición de la industria y la agricultura, inflación
inercial incontenible. Nada de eso conmueve a Petro, quizá envidioso de tamaña
desacumulación de capital, inaceptable para cualquiera que tenga la
racionalidad de una persona sana.
4. La larga asociación
de Petro con los movimientos indigenistas, rubricada en el atroz discurso de
Caldono, es explicable porque los caciques, sus mamos y políticos, son los
grandes desacumuladores de capital, eliminando en sus territorios el legado de
la civilización y la ciencia mientras saquean el erario y condenan impunemente
a sus mujeres y niños a mendigar por toda Colombia.
Acomodar este
“pensamiento” dentro de las tres corrientes actuales del comunismo es difícil.
No encaja en la idea juche de Norcorea, que acumula capital para
convertirse en potencia nuclear, ni dentro del sistema chino y vietnamita de
capitalismo económico y dictadura totalitaria. Tampoco se practica en una Cuba
que trata de atraer capitales extranjeros para sectores como el turismo.
Quizá, entonces, Petro
esté preparando una cuarta corriente comunista internacional, convencido de su
genial clarividencia como economista y filósofo político, para decrecer hasta
que no queden vestigios del abominable capital que tanto mal ha hecho a la
humanidad.
Por tanto, su deber
moral irrenunciable consiste en revelar esa insólita teoría a las gentes de
todo el globo, predicando por los siete continentes, transportado por aquella
acumulación contaminante de capital, el jet.
Muchas veces los genios
iluminados y los grandes profetas no recuerdan ni reconocen a los inspiradores
de sus prodigiosos descubrimientos. Es posible que eso le pase a Petro cuando
olvida que ya se hizo un inmenso esfuerzo de eliminación de todo capital para
hacer la felicidad dentro del regreso a las condiciones primitivas de la
existencia. Esa gran revolución de Pol Pot y los jemeres rojos, incompleta
hasta hoy, aniquiló las ciudades, máxima acumulación conocida de capital, sacando
su población a vagar por los campos hasta que el gobierno les determinara su
lugar de asentamiento…