Por Pedro Juan González Carvajal
De manera juiciosa, y a través de un mensaje muy bien
logrado y entregado a través de la televisión, la Fiscalía General de la Nación
advierte a los niños que no deben guardar silencio y deben comentarle a sus
padres o a una persona mayor, secretos que pueden involucrar abuso sexual.
Hasta ahí, todo va bien, pero luego recuerda la Fiscalía
que uno de cada cinco niños en Colombia ha sido abusado sexualmente, lo cual es
un verdadero exabrupto.
Uno de cada cinco equivale al 20% de la población infantil.
Según el DANE, para el 2020 había en Colombia 4 millones de niños entre 0 y 5
años, ¿lo cual daría como resultado que cerca de 1 millón de niños han padecido
de abuso?
Si lo anterior es cierto, me avergüenzo de pertenecer a
esta sociedad que ha generado las condiciones para que este esperpento suceda y
tenga cabida como algo casi que natural en nuestro medio.
Las causas son muchas y van desde la incultura y la falta
de educación de la población, pasando por la inexistencia de un programa de
educación sexual serio y frontal, así como malos o inexistentes procesos de
planificación demográfica, y condiciones de pobreza que obligan al hacinamiento
y que colocan en condiciones de indefensión a los infantes.
Tras bambalinas, está la crisis de la estructura familiar
que se ha visto afectada por variables de todo tipo.
El argumento de que estamos en una época de cambio o que
estamos ante un cambio de época, sirve como colofón a la destrucción de una
estructura social primigenia y milenaria, cuya célula básica ha sido la
familia.
No podemos revertir el tiempo ni el tropel de
acontecimiento que ha llevado a esta realidad nefasta.
¿Será que entonces requerimos recuperar el modelo social espartano
donde desde muy pequeños los niños -sin excepción alguna- pertenecen al Estado
quien se encargará de educarlos y prepararlos para la guerra?
Si lo que hoy llamamos familia se ha convertido en una
cárcel y en un infierno para nuestros niños, el problema es aún mucho más
grave.
Familias compuestas por cualquier tipo de permutación
sexual posible, donde en algunos casos los tuyos, los míos y los nuestros
llevan a diferentes tipos de lazos y relaciones familiares.
Los niños son el principal activo de la sociedad y su
esperanza de futuro.
Como dice el papa Francisco, no necesitamos reproducirnos
como conejos para ser buenos católicos, pero este crecimiento demográfico hace
que muchos niños nazcan sin ser queridos desde su concepción lo cual los
sentencia a tener una primera infancia y un desarrollo indigno.
La vida digna, y no simplemente la vida, merece nuestra
atención, responsabilidad y cuidado.
Tener unos padres responsables y un entorno favorable es la
primera condición para generar expectativas de vida saludable en todos los
frentes para los niños en su primera infancia.
Respeto, afecto, cuidado y alimentación nutritiva son
ingredientes fundamentales para que el experimento más importante de la
humanidad, el cuidado del ADN humano encarnado en generaciones de relevo por
los bebés y los niños sea un experimento exitoso.
Como decía en su momento Caetano Velozo, “Hay que elevar
a los niños a la categoría de patrimonio de la humanidad”, a todos, sin
distingos ni de raza, ni de condición, ni de lugar geográfico de nacimiento, ni
de religión, ni de sistema político, ni de forma de ver e interpretar el mundo.
Solo la especie humana atenta contra la integridad de sus
críos. Ojalá aprendamos de aquellos a quienes despectivamente llamamos
animales.