Por José Leonardo Rincón, S. J.
Por
razón de mi oficio debo desplazarme con alguna frecuencia por el territorio
nacional, pero a raíz de una visita de mis jefes en Roma, esa tarea se
intensificó en estos últimos quince días. Obviamente no pudimos verlo todo,
pero sí conocer algunas de nuestras comunidades y obras ubicadas en seis
departamentos: Cundinamarca, Atlántico, Bolívar, Tolima, Caldas y Antioquia.
Estuvimos
en plan de trabajo, no propiamente de turismo, y al desplazarnos por tierra y
aire pudimos contemplar nuestra geografía y conocer sus gentes. Nada estaba
dispuesto para atender extranjeros en visita, simplemente vivimos la cotidianidad
con su genuina normalidad y espontánea rutina y, tengo que decirlo, me sentí
muy orgulloso de lo nuestro.
Todas
esas problemáticas que nos agobian sorprendentemente parecieron quedar
eclipsadas con la belleza de nuestros paisajes, la variedad de climas, la
abundancia de comida en presentaciones diversas, la creciente mejora de nuestra
infraestructura que se observa en construcciones bien hechas, con acabados de
buen gusto; carreteras bien trazadas y señalizadas. La verdad, sorprendido de
lo que tenemos y orgulloso de mi país y de sus gentes.
Y
es que tenemos gente maravillosa, acogedora con los foráneos haciéndolos sentir
bien y en casa; emprendedores creativos que se rebuscan la manera de sobrevivir;
trabajadores incansables de sol a sol que cumplen con sus tareas y las realizan
con gusto y pasión. Increíble. Algunos dirán que tuve un sueño o que me imaginé
como Alicia en el país de las maravillas. Y no. Todo esto fue aquí, en estas
dos semanas, fue real. De pronto necesita uno mirar con otros ojos, desde otra
perspectiva, para ver lo de siempre, diferente.
Con
este panorama complejo que vivimos le va agarrando a uno cierto pesimismo,
desencanto de tantos mentirosos y de otros tantos ciegos que no quieren ver lo
evidente; escepticismo sobre nuestro futuro; incertidumbre en muchos frentes;
gente que se va del país porque prevén debacles… pero no, este país de
resiliencias, esta gente tenaz y que no se doblega, sigue ahí, firme, corajuda.
Es tan admirable como estimulante.
La
vida sigue y hay que continuar adelante. Cuando tengamos ganas de claudicar o
tirar la toalla, recordemos que este país nuestro es un paraíso bello con gente
extraordinaria. No todo es color de rosa, es verdad, pero no todo es maluco y
desastroso. Lo que viví estos días fue una saludable experiencia de
reconciliación con lo nuestro. Un necesario baño de colombianidad. Me sentí
orgulloso de nuestro país.